Víctor Torres Albillo (*)

La RAE recoge el concepto de ‘héroe - heroína’ en una de sus acepciones como la persona a la que se convierte en objeto de su especial admiración. A lo largo de la historia, conocemos multitud de héroes y heroínas: desde la mitología griega, con Heracles, Teseo, Aquiles, Penélope o Atalanta; hasta los de los millenials y Generación Z, que copan las salas de cine como Iron Man, Superman, Wonder Woman o Spiderman.
Este 2021, me gustaría vincular el heroísmo a personas de carne y hueso, con nombres propios como Joaquín, Luzdivina, Felisa, Eloy, Marta, Ángela, Andrea, Cristina, Laura, Ana, Sara, María o Alba. Estos nombres, entre otros muchos, corresponden a los sanitarios del equipo de vacunación de Campos Góticos, un dispositivo que llegará a su fin en los próximos días con la convocatoria masiva de segunda dosis de los que tienen 12 años.
Héroes con mascarilla y heroínas de batas blancas que acabarán con un villano invisible que lleva más de un año haciéndonos sufrir, creyéndose protagonista de esta historia cuando su papel es el de antagonista. El protagonista no es otro que el heroísmo representado en lo cotidiano y en la vida real, en supuestos como alargar las jornadas de trabajo, como sonreír a un ciudadano cuando no se puede con las piernas o como tranquilizar a quien lo necesita. 
Desde el 8 de abril, hemos visto un dispositivo que ha pasado de trabajar bajo la lluvia y con polar, a remangarse y sudar durante horas en una ola de calor a casi 40 grados; hemos visto unos profesionales optimistas pese a la dureza del momento; hemos visto sanitarios que un día estaban vacunando y al día siguiente tenían que sufrir comunicando un contacto estrecho; hemos visto cómo han tratado a todas las generaciones, de abuelos a nietos, siempre con la misma atención, delicadeza y cuidado; los hemos visto hasta dar las gracias, cuando los agradecidos solo podemos ser nosotros, porque ya no hay aplausos a las 20 horas, pero nuestra gratitud debe ser eterna. 
Campos Góticos ya no se recordará como un pabellón más, sino como aquel que reunió a decenas de héroes y heroínas, un pabellón reconvertido en ‘vacunódromo’ que pasó a ser algo así como la Torre de los Vengadores. 
No veremos en la gran pantalla la historia de Eloy, ni de Ángela ni de Marta, pero podremos decir orgullosos que los hemos visto en acción, que los hemos visto salvar vidas.
Gracias por la lección, gracias por el ejemplo, racias por darnos esperanza.
(*) Concejal de Deportes, Juventud, Educación y Protección Civil