Fuerza, ganas, firmeza, capacidad de adaptación y empeño le han servido a lo largo de toda su vida para alcanzar metas, no siempre fáciles, para sortear o salvar obstáculos, para dar siempre lo mejor de sí misma y, sobre todo, para no tirar la toalla, para no desfallecer frente a alguno de los cometidos que la docencia le ha puesto delante. Por eso, el balance, con sus pros y sus contras, es bueno y valida lo hecho. A veces porque era lo que tocaba hacer en ese momentos y otras porque las pruebas están ahí para superarlas.
Lo conseguido es el fruto de su voluntad y de alguna que otra pelea con los elementos adversos que la rodeaban. «Mi vida ha sido un punto y aparte, algunas comas y muchos puntos suspensivos», afirma la especialista en Lengua y Francés. Y apostilla, satisfecha, que «pese a todo, mi marido y yo hemos sacado tres hijos adelante bien formados, que han encontrado su vocación y su destino». Eso es lo verdaderamente gratificante y la mejor de las recompensas posibles. Aunque haya costado esfuerzo, tiempo, dedicación y unas cuantas lágrimas.

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