Editorial

La inadaptación a un entorno hostil incrementa las decisiones drásticas

DP
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Drásticas por cuanto suponen poner fin a la propia vida, con todo lo que eso conlleva en los ámbitos personal, familiar, laboral y social; por su carácter irremediable, sin vuelta atrás

Drásticas por cuanto suponen poner fin a la propia vida, con todo lo que eso conlleva en los ámbitos personal, familiar, laboral y social; por su carácter irremediable, sin vuelta atrás, y drásticas asimismo dado que responden a la voluntad de un individuo que se niega a seguir adelante. Las conductas y los actos suicidas existen desde siempre y desde siempre obedecen a muy diversas razones, que psicólogos y sociólogos vienen estudiando y explicando, aunque es verdad que en muchos casos tienen una relación directa con las características de la época y las circunstancias del momento. Situaciones de estrés máximo como los conflictos bélicos y las posguerras, las hambrunas, los desastres naturales, los cracks bursátiles, las crisis económicas mantenidas en el tiempo, los regímenes dictatoriales, los recortes de los derechos civiles o la falta de ellos, las persecuciones políticas, las migraciones forzosas o la falta de estímulos pueden propiciar ese tipo de acciones en determinados momentos históricos o en países y sociedades concretas.  

 Es evidente que las razones del suicida solo él las conoce, pero también lo es, más allá de consideraciones religiosas o morales, que un incremento en el número de casos tiene que hacer reflexionar a los agentes económicos y sociales y a las administraciones y entidades del ámbito sociosanitario en el sentido de hasta qué punto hay responsabilidades compartidas. Es lamentable que un joven de veintipocos años, incluso un menor de edad, se quite la vida por falta de esperanza y de un horizonte claro de oportunidades laborales y sociales; o que un parado de largo duración o un anciano lo haga ante la ausencia de oportunidades vitales de todo tipo. Al fin, es una decisión personal, pero achacable en demasiadas ocasiones a la hostilidad del entorno.

La memoria forense correspondiente a 2021, segundo año de la pandemia, recoge en el caso de Palencia nada más y nada menos que veinte suicidios (trece hombres y siete mujeres), frente a los doce registrados el año anterior. Casi un sesenta y siete por ciento más, en doce meses que fueron especialmente difíciles para todos, con una altísima incidencia de la pandemia del coronavirus y un frenazo casi total a las actividad económica de varios sectores. Negocios que se fueron a pique, personas mayores que murieron aisladas en residencias sin poder ver a sus familiares y, sobre todo, una dosis elevadísima de incertidumbre fueron factores si no determinantes, sí influyentes en algunas de esas acciones autolíticas. Y aunque, como se ha insistido, las razones solo las conocen quienes tomaron la decisión, se podría afirmar sin género de dudas que situaciones especialmente complicadas favorecen acciones drásticas.