«El nuevo modelo productivo tiene que ser más sostenible»

Jesús Hoyos
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Juan Carlos González hace balance tras más de 30 años en CCOO y confía en la «inteligencia» de su sucesora, Elena Villamediana. El sindicalista destaca la necesidad de un nuevo contrato social que equilibre la relación entre empresas y trabajadores

«El nuevo modelo productivo tiene que ser más sostenible» - Foto: Aisha Toquero

Secretario general de CCOO Palencia entre 2000 y 2008, Juan Carlos González volvió a asumir el cargo en 2019 de forma extraordinaria hasta el congreso del pasado abril, en el que cedió el testigo a Elena Villamediana. El ahora Secretario de Organización, Salud Laboral y Medio Ambiente planea un futuro alejado de los órganos de dirección. El veterano sindicalista valora la situación actual del país y la provincia y los cambios sufridos en el movimiento sindical durante los últimos años.

¿Qué es lo mejor que le han aportado sus años al frente del sindicato? 

El sindicalismo te da quebraderos de cabeza pero también muchas satisfacciones, sobre todo cuando ves que el trabajo está bien hecho y la gente te lo agradece. Saber que eres la cabeza visible de más de 5.000 afiliados es un orgullo y un privilegio.

Luego, los logros que hemos ido consiguiendo, como consolidar la organización. Somos el primer sindicato en Palencia en número de representantes elegidos en las empresas por cuarto proceso consecutivo. 

Somos una organización fuerte, sólida, sin problemas internos y con una dirección que aglutina al conjunto de estructuras sectoriales en un objetivo común: la defensa de los intereses de los trabajadores.

¿Y lo peor?

La falta de conciencia de clase entre los trabajadores y de entendimiento de la importancia de la organización y la lucha colectiva para avanzar en derechos. A veces te movilizas por cuestiones que entiendes que son justas, pero no consigues resultados. Te duele también cuando intentas conseguir la unidad de los trabajadores y la empresa trata de dividir y lo consigue.

Por otro lado, que la sociedad no sepa entender que los sindicatos somos organizaciones de trabajadores y que se nos desprestigie de esa manera en algunos sectores de forma injustificada. Se critican las subvenciones pero estas son de carácter finalista, es decir, si no haces aquello para lo que está destinado ese dinero, lo tienes que devolver. 

El sindicato recibe esa financiación pública por mandato constitucional y porque negociamos miles de convenios y acuerdos que afectan al conjunto de la sociedad. Eso lleva mucho trabajo y el sindicato necesita recursos.

Cuando volvió a asumir el cargo en 2019, dijo que recibía una organización «fuerte, cohesionada y consolidada». ¿Sigue en ese estado?

Sí. No solamente fuerte y cohesionada, sino que ha crecido y hemos mantenido esa tendencia. Desde la organización y la comisión ejecutiva se ha hecho un buen trabajo, a pesar de que era un equipo muy reducido que se ha visto afectado por dos situaciones de enfermedad.

La pandemia habrá afectado a la acción sindical

Ha sido una situación inédita. Lo que antes podías hacer de forma física, como asambleas o reuniones, se acabó y nos hemos visto obligados, muy rápidamente, a informar a la gente de que nuestras puertas no estaban cerradas y a recibirlos de otra manera. Sin dejar de atender a nadie de forma física, pero, sobre todo, telemática. El sindicato ha revolucionado la forma de trabajo pero nos hemos sabido adaptar perfectamente y antes de lo que pensábamos.

El Erte ha sido una figura esencial durante estos meses

Ha sido uno de los mayores aciertos que han tenido Gobierno y agentes sociales para evitar que hubiera una destrucción masiva de empleo. En esta ocasión, a pesar de que aún quedan trabajadores en Erte, este instrumento ha evitado la pérdida de más de 3,5 millones de puestos de trabajo y eso es importantísimo porque después de una crisis laboral va la crisis social. 

Se tiene que mantener porque todavía hay empresas que lo están pasando mal y se tiene que hacer con las garantías iniciales, es decir, que la prestación por desempleo no se vea afectada. 

¿Qué medidas se deberían adoptar para hacer frente a un futuro que se prevé complicado?

Es la primera vez que Europa destina una cantidad de recursos financieros tan importante como ahora. El modelo que mantenía nuestro país se sustentaba en los bajos salarios y el desequilibrio entre empresas y trabajadores. La reforma laboral del PP sirvió para devaluar el factor trabajo en su conjunto. El desequilibrio que provocó es lo primero que se tiene que remendar.

Antes de 2012, el trabajo tampoco era justo, había demasiada temporalidad con muy poco empleo estable y bajos salarios. Además de seguir la senda del incremento del SMI, se tiene que transformar el modelo laboral y de crecimiento que aporte valor añadido y empleo estable y de calidad. Tenemos que transformar el modelo productivo hacia uno más sostenible, que apueste por la investigación, la innovación, el desarrollo y las nuevas tecnologías. 

La calidad del sector servicios tiene que mejorar, porque aporta una cantidad importante al PIB pero es donde las condiciones de trabajo son más precarias. No vale cualquier desarrollo, debe ser sostenible, porque los recursos son los que son. Nos opondremos, por una cuestión de sostenibilidad, a la implantación de macroproyectos de ganadería intensiva que van contra todo futuro sostenible.

Las energías limpias y la economía verde tienen que estar dentro de ese nuevo modelo, que se base en su sostenibilidad, la estabilidad y calidad del empleo y en salarios dignos. El Gobierno va por una buena senda, pero es hora de retocar todo lo que tiene que ver con la reforma laboral e intentar consensuar un Estatuto de los Trabajadores del siglo XXI, un nuevo contrato social que equilibre las relaciones entre las partes y donde la negociación colectiva tenga peso propio.

El sistema público de pensiones debe ser suficiente, que dé certidumbre a los jóvenes y que sea sostenible financieramente. Con el último acuerdo se han puesto las primeras piedras para generar esa seguridad en el sistema. Con la financiación suficiente, el sistema es perfectamente viable más allá de lo que digan algunos sectores muy interesados en hacer negocio con las pensiones.

Para que eso sea posible, hace falta un sistema fiscal más justo y más progresivo. Quien más gana, más paga, empezando por que paguen quienes no lo están haciendo. Hablamos de la evasión y elusión fiscal, situaciones algunas legales. Tenemos un diferencial de presión impositiva respecto a Europa de 7 puntos, por lo que hay mucho margen para que los impuestos suban en determinadas etapas que, en proporción, no pagan lo que tendrían que pagar.

Hay que armonizar la política fiscal porque tenemos 17 sistemas fiscales que compiten entre sí.

Los fondos europeos son entonces un tren que no se puede dejar pasar

La pandemia ha provocado que haya que recurrir a este tipo de fondos, pero no hemos conocido nunca un momento en que España vaya a recibir tanto dinero, mucho de ello a fondo perdido. No se puede desaprovechar y tiene que servir para transformar nuestro modelo, donde no se deje a nadie atrás y se apueste por la inserción de los jóvenes en el mercado. De nada sirve prolongar la edad de jubilación mientras un sector de la población accede cada vez más tarde al mercado laboral.

Europa, a diferencia de la anterior crisis, donde hubo un ajuste duro sobre la base del empleo, ha sabido entender que, para salir de esta, hay que hacerlo de otra forma.

CCOO siempre ha apostado por los jóvenes, sobre todo para mejorar la precariedad de su empleo y que, una vez accedan al mercado, siendo gente muy formada, no estén en ocupaciones por debajo de su cualificación. Por eso se buscan el futuro en otro sitio donde les van a reconocer su esfuerzo. La formación profesional tiene que jugar un papel muy importante en la transformación del país. Tiene que haber una formación continua para adaptarse a las nuevas tecnologías y nuevos métodos de trabajo.

Y, sin un sistema fiscal justo, podrá llegar mucho dinero ahora, pero se acabará. Si no se sientan las bases de una economía justa a través de un sistema fiscal justo, volveremos a lo mismo. No consigo entender a quienes plantean que lo mejor es bajar impuestos. Lo es cuando en tu cabeza no piensas cómo mantener los servicios públicos, porque te importan una mierda, porque representas a unas élites que no los necesitan.

La mayoría de la sociedad necesita unos servicios públicos fuertes, y el valor de todos ellos se ha puesto en evidencia durante la pandemia. Un país con los servicios públicos deteriorados es un país sin futuro. La iniciativa privada es compatible, pero no se pueden detraer recursos de lo público para mantener lo privado y concertado.

¿Hasta qué punto es importante reducir la brecha digital?

Va a ser la clave para el mantenimiento de las empresas. Quienes no apuesten fuertemente por actualizarse y tener a su disposición estos nuevos instrumentos, lo pasarán mal. Pero tenemos un problema en la provincia, ya que no llegan a todos los sitios. Ese desequilibrio en la digitalización del territorio es una de las apuestas que hay que hacer.

Modernizarse es una forma de dar trabajo a los jóvenes cualificados que tienen que irse fuera.

También se ha hablado de reducir la semana laboral a cuatro días

Ahora mismo no está en la mesa pero en algún momento hay que hablar de ello. No se produce más por trabajar más horas, sino optimizando los recursos que tienes. Lo han demostrado otros países y no ha habido ninguna hecatombe.

¿Cómo puede mejorar la provincia en el plano laboral?

El tejido productivo está poco diversificado. Es un problema, más allá de infraestructuras o telecomunicaciones. Hay muchos desequilibrios, tanto territoriales como sociales y económicos. Los sectores de la automoción, ganadero y agroalimentario sustentan el PIB palentino.

Tiene que haber una apuesta importante por un sector servicios de calidad, porque el empleo es muy precario. Hay que apostar también por una industria potente, no solo en automoción, y por proyectos y sectores que generen valor añadido, como las nuevas formas de energía renovable.

En los convenios de Transición Justa hemos propuesto que se aprovechen los recursos de cada zona y se genere una economía circular. Hay lugares donde se produce y transforma localmente pero falla el modelo de exportación. Hay que facilitar que pequeños proyectos puedan vender sus bienes y servicios en otros sitios de forma eficiente. Por ejemplo, los recursos micológicos de la zona de Guardo y la Montaña. Estamos en una economía globalizada. Una bandeja de setas puede llegar a cualquier parte del mundo. 

Hay que consolidar el empleo pero no a cualquier precio, sobre todo si se va contra las potencialidades de las zonas, como el turismo. Si una actividad no es sostenible, los trabajadores lo acaban pagando.

¿Cuáles son los principales cambios que ha sufrido el sindicalismo durante estos años?

Nos hemos tenido que acostumbrar a convivir con un modelo donde las relaciones de trabajo cada vez están más deterioradas. Es más difícil que la gente tenga un contrato estable y pueda vincularse a un sindicato. Es un hecho que presentarte para ser elegido por tus compañeros puede acabar con tu contrato de trabajo. No estoy descubriendo nada. 

Esa inestabilidad impide, por ejemplo, que los jóvenes den el salto a los sindicatos. Eso es un lastre para nosotros porque nuestras estructuras envejecen y necesitan regenerarse. La juventud aporta otros valores y puntos de vista. El relevo que estamos viendo es aceptable pero sigue siendo insuficiente.

¿Encuentra más causas que expliquen la baja afiliación?

El discurso dominante en los últimos años ha sido la individualización en las relaciones de trabajo. Ese discurso dice que puedes sacar más si negocias con la empresa de forma individual que de forma colectiva pero el tiempo nos ha demostrado que es un error total. Cuando un trabajador negocia con su jefe, la correlación de fuerzas está clarísima. Parece que se intenta desprestigiar lo colectivo por una razón sencilla: quien lo hace es porque sabe que ahí es donde radica la fuerza y ven amenazados sus privilegios.

En cuanto al desprestigio por la corrupción, podemos presumir de ser una organización transparente, con sus cuentas y fuentes de financiación publicadas en la página web, para que la gente vea que no gastamos lo que recibimos del Estado en cosas inútiles. Lo invertimos en formación, información y cuestiones que redundan en los trabajadores. 

Aun así, hay sectores a los que les interesa que estemos desprestigiados. La derecha y ultraderecha no han sido muy propicias al movimiento sindical de clase.

 

¿Cómo afectan a un sindicato generalista las reivindicaciones más específicas o concentradas?

Somos un sindicato de clase y no negociamos las condiciones de un determinado sector en detrimento de otro. Tenemos que representar a todos los trabajadores independientemente del sector y creemos que es posible mejorar las condiciones de todos sin dejar a nadie atrás.

Tratamos de aglutinar al mayor número de trabajadores porque así  tienen más fuerza. Por eso somos partidarios de que los convenios sean cada vez más amplios.

En la provincia hay una presencia mayoritaria de empresas con un número bajo de trabajadores. ¿Cómo se les ampara?

El tejido productivo está sustentado en las pymes y es un problema. La consecuencia son empresas muy pequeñas donde los trabajadores no pueden tener representación sindical. Si casi el 90% de las empresas de la provincia tiene menos de seis trabajadores, hacer sindicalismo es más complicado. 

En no pocas empresas encontramos dificultades para acceder a informar a los trabajadores. La libertad sindical y la democracia se han quedado a las puertas de ciertas compañías. En sectores como el agropecuario encontramos empresarios que siguen explotando a los trabajadores más vulnerables y ahí están los resultados de las inspecciones de trabajo. Con carácter general, donde existe una representación sindical consolidada, las condiciones de trabajo siempre mejoran.

¿De qué manera afecta la despoblación al sindicalismo y al desarrollo provincial?

De una forma brutal. En aquellos territorios donde la economía se ha venido abajo, por ejemplo porque ha desaparecido un sector estratégico como la minería o la térmica, la afiliación cae. Es evidente que la despoblación y el vaciamiento de los pueblos tienen repercusión. En otras comarcas, ha subido a raíz de un crecimiento económico, como en Dueñas, Venta de Baños o la capital.

Los desequilibrios se compensan y mantenemos un sensible crecimiento. En el 2000, cuando afronté la Secretaría General por primera vez, teníamos unos 4.300 afiliados y ahora estamos en unos 5.300.

¿Qué cree que le puede aportar al sindicato su sucesora en ese cargo, Elena Villamediana?

Tiene las mimbres necesarias para, con el tiempo, ser una buena sindicalista. Es una persona inteligente y con capacidad de trabajo. Voy viendo su evolución y tiene ese sustrato de que le gusta esto y que está para dar más que para recibir.

Es periodista, sabe la importancia de la comunicación y eso tiene un plus añadido, porque en el sindicalismo es vital. Va a dar mucho juego a la organización y ha contado con el consenso de casi la totalidad del sindicato. Era un buen recurso que no podíamos desaprovechar.

¿Cuál es su futuro en CCOO?

Seguiré estando de una forma u otra. Con toda seguridad, en el próximo mandato, me apartaré de los órganos de dirección, pero participaré de otra manera. Esta era una situación extraordinaria porque había que preparar la transición. Yo he cumplido, de sobra, mi tiempo al frente de órganos de dirección en Palencia y creo que es tiempo de otras personas, de que entre gente nueva y joven que dé frescura. Viene bien por higiene sindical e intergeneracional. El futuro es de los jóvenes, sin descartar que la gente mayor puede seguir aportando mucho.

Hasta que me muera, seguiré estando en mi sindicato, que es CCOO y que me ha dado tantas satisfacciones y alegrías, que compensan las situaciones adversas que disgustan o frustran.