«Tocar el órgano me ha aportado mucho, es mi vida»

Fernando Iñigo
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Ana Aguado es profesora en el Conservatorio de León. También es la directora de la Escuela Provincial de Órgano de Palencia. En 2010 terminó su máster en el Conservatorio Sweelinck de Ámsterdam y en 2014 finalizó sus estudios en Toulouse

«Tocar el órgano me ha aportado mucho, es mi vida» - Foto: Óscar Navarro

Ana Aguado se define como una mujer «trabajadora», que cuando se empeña en algo intenta conseguirlo por todos los medios, como ha hecho en su carrera musical.


¿Con cuántos años comenzó a estudiar piano y órgano?


Empece desde pequeñita, con 8 años, a la edad en la que se empieza el conservatorio. Al principio estudié piano porque no existía la especialidad de órgano. Luego ya empezaron a ofertar esta modalidad en el conservatorio y también es verdad que cuando estudiaba el grado elemental de piano, hacía los cursos que organizaba la Diputación.  


¿Por qué decidió empezar a tocar el órgano?


Decidí comenzar a tocar el órgano porque es un instrumento fascinante, ofrece infinidad de posibilidades tímbricas y estilísticas. También me gustaba mucho el aula de estudio, por el hecho de ir a pueblos como Támara de Campos o Paredes de Nava, que no es lo mismo que estudiar en una cabina de piano.


¿Ha recibido influencia de algún miembro de su familia?


Apenas tuve influencia familiar. Cuando mis padres descubrieron que tenía oído, me regalaron el típico teclado para niños y, a partir de ahí, vieron que sacaba canciones. Mi madre, que es de Paredes de Nava y que había ido a los conciertos de Francis Chapelet, le llamó para ver dónde me podía llevar. Terminé mis estudios en el conservatorio y decidí continuar con mi carrera de organísta.


¿A qué edad ofreció su primer concierto?, ¿Dónde fue?


Realicé mi primer concierto en solitario con 15 años, en la localidad leonesa de Villafranca del Bierzo. Recuerdo ese día con muchos nervios y con mucha ilusión. Ese verano tuve mucho trabajo, era la primera vez que me aplicaba tanto porque me pasé muchos días estudiando y, a partir de ahí, el resto de los veranos no cesó la actividad.


¿Cambiaría algo de cúando dio su primer concierto?


No, no cambiaría nada de ese primer concierto, porque fue una gran experiencia que viví y ha sido mi comienzo. Desde ese concierto he ido adquiriendo conocimientos y he aprendido mucho. 


¿En qué lugar y para quién le gustaría actuar?


Siempre está bien tener un público importante que te escuche, pero eso ya me da igual, porque hay muchas personas anónimas que van a los conciertos y te hablan. De ese modo descubres que hay personas que no conoces, pero que han disfrutado del concierto y cuando te dicen lo que les ha parecido tu trabajo, se agradece. El impacto de la música es muy grande pero a veces no somos conscientes del efecto positivo que crea en las personas.


¿Cuántas horas diarias ensaya?


Unas 6 horas al día, sobre todo en verano, pero ahora hago mucho trabajo de oficina con la escuela por las clases que doy en León y dirigiendo la Escuela de Órgano de Palencia, entonces dedico muchas horas a hablar por teléfono. 


¿Cómo se siente cuando esta sentada frente al órgano a punto de empezar a tocar?


Es algo especial, no es el momento del ensayo, es el instate para el que te has estado preparando durante meses. No me intento olvidar de todo, sé que estoy en ese momento y tengo que hacerlo muy bien porque el público está muy presente. 


¿Qué le ha aportado a Ana Aguado la música?


La música me lo ha dado todo, es mi vida, lo que sé hacer y, concretamente, el órgano, con el que estoy muy involucrada en la región, ya que soy la directora de la Escuela Oficial de Órgano de Palencia, que es la que organiza los conciertos con la Diputación Provincial.

 

¿Qué le diría a la gente que considera aburrida la música clásica?


Que para nada es aburrido, porque la música transmite todo tipo de sensaciones, buenas y malas. Hay gente que dice que la música le relaja, pero creo que una sinfonía de Bruckner o de Shostakovich no puede relajar, porque son demasiado tensas. Pienso que la gente no conoce, por lo general, la música clásica ni todo lo que puede ofrecer. Además, en la ciudad tenemos un gran patrimonio organístico, un patrimonio histórico que hay que conservar. Los palentinos deben estar más involucrados con ese patrimonio, que no es solo material,  sino inmaterial por la parte musical. 

 

Cuando decidió dedicarse a la música, ¿tuvo que dejar de lado cosas de la vida cotidiana o pudo compaginarlo todo?


La vida de mis amigos no fue la misma que la mía, ya que yo estudiaba dos especialidades en el instituto. La verdad es que le dediqué a mis amigos menos tiempo del que me hubiera gustado. A pesar de ello, estoy contenta de haber hecho esto y, además, a partir de haber estudiado lo que me gustó, he ganado muchos amigos; se conoce a mucha gente interesante.

 

¿Es costoso el proceso de mantener un órgano en buenas condiciones?


Más costoso es perderlo. Hay que llamar a un organero, que debería pasar una vez al año por cada órgano, revisarlo y hacer las intervenciones oportunas. Pero esto no se hace, ya que el organero solo pasa cuando va a haber un concierto, afina el instrumento y realiza labores que no le tocaría porque si no nadie más va a pasar por allí. 


Ahora que parece que la situación mejora, ¿Tiene pensado dar algún concierto? ¿Y algún nuevo proyecto en mente?


Durante agosto, la Escuela de Órgano, junto con la Diputación, Prosol y la Diócesis, ha organizado cuatro conciertos que se retransmiten en la calle. Es una experiencia nueva a la que enfrentarse y está bien probarla porque el público nos puede ver a través de una pantalla enorme y luego se retransmite y queda grabado. Y yo, ahora que estamos avanzando con el coronavirus, tengo muchos más conciertos programados de los que me esperaba. Este mes ya tengo programados ocho en Palencia, Valladolid y Barcelona, y el próximo mes de noviembre actuaré en la catedral de León.