Carmen Arroyo

La Quinta

Carmen Arroyo


Los cuidadores

16/02/2023

Nos cruzamos con ellos cada día. Llegan desde lejos buscando un trabajo que les permita vivir con dignidad. Aceptan lo que les dan y posiblemente aquello que, por duro, muchos de nosotros no quisiéramos. Hablan suavecito, con respeto, tratan con cariño, se entregan a la tarea con ese modo tan especial de decir: tranquilo, voy a ayudarle del mejor modo posible, no tenga miedo que no lo dejo caer, agárrese fuerte a mí… Sí. Le dicen de usted a cada persona mayor, «porque así me enseñaron desde que era niño» y, a pesar de que le des confianza, Robinson, seguirá pronunciando ese don fulanito siempre que se dirija a la persona que atiende. Y conozco la mirada franca, directa a los ojos y ese tender los brazos con solidaridad, no hablo de caridad, hoy por ti, mañana por mí, que logra lo que, tal vez, en muchos casos de otro modo no se conseguiría. Es como si, entre el cuidador y la persona que de él depende, se estableciese un hilo de empatía que, a uno, le hace ser fuerte y, al otro, afianzar una confianza grande pues en ese apoyo encuentra seguridad y, también, paz.
Y son ya dos las personas de quienes hablo hoy, pues Cristian, y me alegro por él, ha sido contratado y vino a despedirse. Era la última hora del día en que nos prestaba su servicio. Al entrar en casa me anunció una mala noticia. Imaginé que, quizá, había surgido algo allá en Colombia y debía regresar. Entonces me dijo que le habían contratado para un trabajo fijo. Me quedé mirándole y exclamé de corazón: ¿pero esa es una mala noticia? Le di un abrazo a la vez que mi enhorabuena. Eres, le dije, un buen chico. Te lo mereces. Me alegro. Y llegó Robinson. Y aquí seguimos, dispuestos a que nos ayude, él esté contento y nosotros, también.
Sí, hablo de los cuidadores, los vemos acompañando a mujeres que hablan con ellas porque se saben escuchadas, comprendidas, acompañadas. No se trata de pasar simplemente esa hora en la que se liberan del ambiente en el que viven o en la residencia. Salir, respirar aire, sentir los rayos del sol sobre el rostro o el cabello, oír otras voces que no sean las cotidianas, es un regalo.
Sea La Quinta de hoy un homenaje a quienes dejan, en su país, a su familia y  cuidan de quienes no esperan sino indiferencia. No. Merecen más, mucho más.

ARCHIVADO EN: Colombia