Julio César Izquierdo

Campos de Tierra

Julio César Izquierdo


La calle  

02/10/2021

Sigue estando ahí, mirada con respeto; tanto como el que impone el paso del tiempo. Calle y habla, primer escenario de vivencias, de carreras y balón ‘encolao’. La del sonido del pescatero y el que venía vendiendo zapatillas y telas. De madres tirando de suelto, ajustando economías mientras ponían la cazuela al fuego. Que toca alubias verdes y filete de ternera. De la señora, siempre mayor, que vivía dos números más allá y que recibía las atenciones necesarias para entender la receta del médico o cómo va lo del transformador de la luz. Un lugar, amigo Tiburcio, repleto de perfumes, de tintes para adentro y vidas hacia fuera. De solidaridad sin necesidad de Ong, porque sí. De noches al fresco viendo pasear, con las sillas en posición de firme conversación, con el perro adormilado y el runrún radiofónico de la hora deportiva antes de que cante el gallo. Es, tan distinta ahora en los ecos que desprende, tan de calco en sus elementos de madera y piedra. La que dejaba la impronta del madrugador y cuyos pasos eran conocidos: todos los días del año a la misma hora. El portón trasero de una camioneta que cargaba garrafas de leche, la bicicleta que destilaba la marca de su manillar en el tapial como diciendo «pasé por aquí», el tocadiscos de sábado con rancheras alegres. El colega que daba dos voces por ver si salías ya. O las reuniones de zaguán al amenazar lluvias e inviernos tras corretear caminos y casetas. La calle como rosa de los vientos, origen de todo. Nunca un tramo tan corto se hizo tan largo en historias, tantas que, si prestas atención, dejan la voz de sus protagonistas, venidas ya desde otros pagos más cálidos, con halos de ciprés e incienso fino, montaraz de páramos y  Montes Torozos al uso. Punto exacto, tan excelso en anécdotas y ritmos, de toques de fiesta, ronda de quintos, de asómate a la ventana y dime, de entra por el patio y bienvenido, de televisiones que se hicieron de color y partidas que perdieron los humos. De teléfono sonando y que venga rápido que es su hija y es conferencia. De cumpleaños y bizcochos, de cuadernos por pintar y colegios por escribir. La calle, tan rauda y veloz, con sus esbozos y sus esquinazos, como si fueran muchas callejuelas en una. La vida, la de entonces. Va. 

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