Víctor Corcoba

Algo más que palabras

Víctor Corcoba


Estados sin ley

17/01/2023

A ciencia cierta, tendremos que activar un corazón nuevo para vencer la indiferencia. Ciertamente, son muchos que se dicen Estados de derecho los que están fallando, corriendo el grave riesgo, de que se instaure en el planeta centenares de ellos, sin disposición normativa. Sólo hay que mirar y ver la multitud de países que continúan incumpliendo impunemente la legislación internacional, tanto el desarrollo ilegal de armas nucleares como el uso no autorizado de la fuerza. 
Precisamente, hace unos días, Naciones Unidas a través de su secretario general, nos recordaba algunas crudas realidades. Guterres mencionó la invasión rusa de Ucrania; los homicidios ilegítimos de palestinos e israelíes; el «apartheid de género» en Afganistán; el programa ilegal de armas nucleares de la República Popular Democrática de Corea; la violencia y las «graves violaciones de los derechos humanos» en Myanmar; y «una profunda crisis institucional» en Haití. 
En consecuencia, como ilustran estas muestras, la adhesión al espíritu normativo, sobre todo en aquellas poblaciones enteras abandonadas a la opresión, nos exige a fin de garantizar la libertad necesaria en la que se debe formar y reformar la conciencia, una autoridad moral concienciada a través del precepto para, de esta forma, poner sosiego en nuestro propia convivencia.
No es mal signo, pues, reivindicar la paz en el mundo a través de un orbe más equitativo y solidario. Nos alegra, asimismo, que en todo el mundo la ONU esté comprometida socialmente y movilizada contra la impunidad,  para hacer que los autores de hechos delictivos y corruptos rindan cuentas mediante procedimientos judiciales justos e independientes; facilitando, igualmente, el apoyo a las víctimas y a los supervivientes con el acceso a la justicia, el recurso y la reparación. 
Sin duda, la absoluta primacía del derecho en las relaciones entre los seres humanos y los pueblos es vital. Indudablemente, tenemos que desterrar la violencia, el uso de la fuerza, desarmarse y desmontarse de intereses egoístas, para que resplandezca la luz en la edificación de otro mañana, más abundante de abrazos verdaderos y de vínculos más acordes con las justas exigencias del momento.