Cine parroquial versus baile

Fernando Pastor
-

/ Cerrato insólito

Cine parroquial versus baile

La semana pasada relatábamos una incendiaria homilía en Esguevillas de Esgueva, en 1956, relacionada en parte con el baile de la localidad, cuyos ecos motivaron comunicación al Gobierno Civil y al Obispado. Reclamaciones que, por cierto, no tuvieron respuesta positiva y don Delfino continuó en su puesto, ante el enfado de los vecinos, que colgaron un gato muerto y despellejado a la puerta de la iglesia con una nota que rezaba: «Cura curato, si no te vas de este pueblo acabarás como este gato».

En la localidad contigua, Amusquillo de Esgueva, un año después se vivió un conflicto con ciertas concomitancias, acabando también en comunicación al Gobierno Civil.

El sacerdote de la localidad puso en marcha el proyecto de creación de un cine en la localidad, al que le daría la calificación de parroquial para que de esa forma estuviera exento de pagar impuestos, salvo la cuota correspondiente a Protección de Menores.

Cine parroquial versus baileCine parroquial versus baileEl maestro sería el encargado de cobrar las entradas, a un precio de tres pesetas los adultos y dos pesetas los niños.

El alcalde, Jesús Mélida, mostró su desacuerdo con el proyecto, por la calificación de parroquial, y alegando, entre otras cosas, que los niños que no pudieran pagar las dos pesetas se quedarían sin poder entrar. 

El proyecto siguió su curso y el cine fue una realidad, aumentando las quejas del alcalde, que protestó porque a él cuando ha acudido le han cobrado la entrada y dentro de la sala no ha sido objeto de ninguna deferencia por ser alcalde, todo lo cual supone una capitis disminución de la autoridad gubernativa delegada.

Cine parroquial versus baileCine parroquial versus baileLa entrada en funcionamiento del cine supuso que dejara de estar operativo el baile, pues el cine se puso los domingos a la misma hora a la que se celebraba el baile,  coincidencia que se supone intencionada.

Los jóvenes mostraron su preferencia por el baile y su contrariedad a que este se suprimiera, lo que dio más munición al alcalde en sus protestas contra este cine parroquial, pidiendo ahora que al menos se compatibilizaran ambos entretenimientos poniendo el cine los sábados. De no ser así, entendía que los encargados no pretendían otra cosa que la desaparición del baile, que él quería mantener porque el baile sí pagaba impuestos.

Los promotores del cine alegaban cuestiones morales, y el alcalde respondía que si el cine que se ofrece es moral, el baile no lo es menos ya que a él tienen acceso también los padres de los jóvenes y cuantas personas deseen asistir, además de ser un mal menor ya que gracias al baile la juventud no se va de paseo por la carreteras aprovechando la noche, y sin embargo los que no les gusta el cine sí lo hacen, e incluso por el mismo motivo puede que abusen de la bebida.

Cine parroquial versus baileCine parroquial versus baileAsumiendo que la oposición al cine parroquial era una batalla perdida, el alcalde del pueblo solicitó a la autoridad eclesiástica que accediera a la compatibilidad de ambos espectáculos, alegando el deseo de concordia entre todas las autoridades. 

Accedió a que la autoridad eclesiástica hiciese publicidad del cine, pero sin amenazas. Era la respuesta a la intimidación de dar cuenta al señor Arzobispo para encarcelar a algún mozo, lo que a juicio del alcalde carecía de motivo y por tanto esa amenaza ponía en peligro la paz de un pueblo que siempre ha sido pacífico y católico. 

Estas amenazas provocaron que el alcalde escribiera al gobernador civil, con fecha de 26 de abril de 1958, en unos términos que indirectamente evocan el actual problema de la despoblación rural: 

«No se puede obligar a todo un pueblo a que vaya al cine, pues trastoca la preciada libertad que estatuye la dogmática ley del Fuero de los Españoles, y hay que tener en cuenta la psicología e idiosincrasia de gentes que viviendo la triste vida de este ambiente rural se hallan en un grado de cultura secundaria, y que si se prohíbe en estos lugares donde todo aburrimiento tiene su asiento, sus pequeñas diversiones, pueden ser abominados de sus vecinos y emprender la huida –como ya lo hacen- produciéndose no solamente un éxodo en la producción obrera, sino también un absentismo patronal, por lo que debemos procurar por todos los medios que estas gentes no añoren las ventajas de la capital, y al proporcionarles una vida más digna se resignen más humanamente en estos medios rurales, y de esta forma conseguiremos el que estas pobres gentes se sientan aún más fraternizadas con sus autoridades, sus sacerdotes, sus maestros, sus médicos y en general con todos sus semejantes, y no renegando de estos rincones campesinos, y viviendo en paz los pueblos, ha de vivir España».

 

ARCHIVADO EN: Cine, Peseta, Cerrato, España