Emprendedores en casa ante un mercado global

David Aso
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La biotecnológica agraria Biome Makers quiere rondar los 1.000 millones de valoración en 2030 y Bioammo, única firma de munición verde del mundo, estudia abrir fábrica en EEUU

Alberto Acedo y Adrián Ferrero, en el laboratorio de Biome Makers en Valladolid. - Foto: Jonathan Tajes

Una década después de iniciar su travesía emprendedora, el genenista Alberto Acedo y el economista Adrián Ferrero (La Bañeza, León, 1984 y 1981) tienen negocios en más de 30 países y su mayor volumen de mercado en EEUU, pero siguen empeñados en continuar en Castilla y León. Su empresa matriz la crearon en SanFrancisco, al calor de Silicon Valley, donde se alojan los gigantes tecnológicos Apple, Facebook o Google; pero su filial está en Valladolid, y gracias al teletrabajo, con personal repartido por distintas localidades tanto de esa provincia como de León, Palencia, Ávila yZamora, aparte de otros puntos de España y el mundo.

 Arrancaron dos y hoy lideran un equipo de 70 personas entre microbiólogos, expertos en computación inteligente, agrónomos, bioinformáticos... Su primera apuesta fue un proyecto de secuenciación de ADN para detectar las probabilidades de sufrir más de 700 enfermedades hereditarias, a través de una empresa que fundaron en 2012 (AC-Gen Reading Life ) y que ya vendieron revalorizada; y ahora, biotecnología aplicada al campo a través de Biome Makers, constituida en mayo de 2015 enSanFrancisco y desde marzo de 2016 con la filial de Valladolid. Los resultados convencen a clientes de medio mundo que les han llevado a facturar unos tres millones de euros en el último ejercicio. Destacan grandes corporaciones agrarias de Estados Unidos, donde han conseguido entrar en sectores de enorme peso específico y potencial como los del maíz y la patata; y también bodegas del Valle de Napa (California), Mendoza (Argentina), Chile, Burdeos o, por supuesto, Ribera del Duero. 

El verano pasado cerraron una ronda de financiación privada con la que recaudaron más de 13 millones de euros.Han salido en la revista Forbes, el Financial Times, la Fox...No es que hayan encontrado un gran nicho de mercado, sino que se lo han creado ellos a escala global, y al verse sin competencia directa, su ambición se ha disparado hasta marcarse el reto de rondar en 2030 los 1.000 millones de valoración de su empresa; en el argot de las startups, es el umbral a partir del cual se alcanza el estatus de 'unicornio'. «En un horizonte de ocho años yo creo que es factible, y si nos salen bien las apuestas que vamos a hacer, en cuatro podemos estar ahí», suelta Ferrero.

Ahora no lo tienen tan difícil como al principio para acceder a apoyo público. Recientemente cerraban una ayuda de 1,7 millones de la UE para introducir su tecnología en el Viejo Continente, y también cuentan con subvenciones para la contratación de personal cualificado o de becarios por un programa del Ministerio de Ciencia e Innovación y convenios con universidades. 

Biome Makers ya ha lanzado incluso su propio programa de apoyo a la investigación en torno a la salud del suelo, sólo que, en lugar de dinero, ofrecen acceso a su tecnología. Y así han armado colaboraciones en más de 200 proyectos de empresas, universidades u otro tipo de instituciones de 35 países.

Pero en el camino afirman que han tenido que sortear muchas piedras. «Que nadie espere que los políticos le solucionen la vida. Ayudas hay, pero podrían gestionarse mejor, y aunque se ha invertido en infraestructuras públicas, se aprovechan poco. El dinero es importante, pero también facilitar el acceso a infraestructuras y al propio mercado. Y luego el emprendedor debe salir de su zona de confort y moverse», recalca.

Punto de inflexión

El futuro de Biome Makers empezó a gestarse en EEUU hace casi siete años, cuando recibieron el impulso de la mayor multinacional de tecnologías genómicas y de secuenciación de ADN del mundo, Illumina. Después de tres conversaciones por Skype ya les habían ofrecido 10.000 dólares para que viajaran a San Francisco en enero de 2015 y demostraran la solidez de su apuesta, entonces orientada al vino; y en mayo de ese mismo año se convirtieron en la primera start-up no americana que entraba en su programa de aceleración. Dispusieron de seis meses para desarrollar su proyecto con todos los gastos pagados: libre acceso a un laboratorio dotado con las últimas tecnologías en el edificio de I+D de Illumina; networking y todas las facilidades para reunirse y exponer su iniciativa a los principales business angels (ángeles de negocios, como suele denominarse a cierto perfil de inversores) del mundo. Solamente pulsar el botón del aparato con el que se realizan las secuenciaciones de ADN costaba unos 2.000 euros y ellos pudieron hacerlo gratis tantas veces como vieron necesario.

Cinco años antes, cuando preparaban la apertura del que sería el primer laboratorio de análisis genómico de Castilla y León, buscaron apoyo en España sin demasiado éxito. «El plan era arrancar con más de 600.000 euros y nos quedamos en 220.000».Obtuvieron financiación de la Empresa Nacional de Innovación (Enisa) y el resultado fue la fundación de AC-Gen Reading Life en febrero de 2012. «No fue mal a pesar de las limitaciones» pero, pasados más de cinco años de actividad en los que accedieron a más mercado en Andalucía que en Castilla y León, la vendieron revalorizada para aprovechar ese beneficio, y el tiempo que liberaban, en favor de su apuesta por la biotecnología agraria.

Acedo yFerrero agradecen los años que pudieron estar en el Parque Científico de la UVa con su primera empresa y también en el comienzo de la segunda, aunque tuvieran que pagar un alquiler por el espacio que ocupaban y terminasen saliendo de allí porque se estaban desmontando los laboratorios. Después aprecian que tuvieran hueco en el Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León (Itacyl), pero se acabaron instalando en una entreplanta en Valladolid capital.

Luego está la burocracia administrativa. Los trámites para crear la matriz de Biome Makers enSanFrancisco, al inicio de su etapa en EEUU en mayo de 2015, los resolvieron en cuestión de horas a través de una página web, pero fundar la filial de Valladolid les llevó varias semanas de papeleo y visitas al notario hasta lanzarla en marzo de 2016.

A nivel de ayudas económicas, «ahora el panorama está cambiando un poco, pero el capital semilla (para 'sembrar' una idea y arrancar) al que puedes acceder en España suele estar en 20.000 euros, o hasta 50.000 si tienes mucha suerte», explica Ferrero. «Eso es lo que se consigue a través de programas públicos, que en principio no están mal, pero al final son un incordio burocrático. Fuera de España hubo gente que nos decía toma 150.000 dólares después de una conversación gracias a que venías con el aval de Illumina y creían que podías funcionar».

Según Ferrero, «todo sería diferente si fuéramos capaces de crear un ambiente que hiciera ver que las oportunidades pueden estar aquí, pero eso no está pasando». «La mayoría del talento con mayúsculas de Castilla y León está fuera, y los que están fuera sienten la opción de volver como un paso atrás. Perfiles de bioinformáticos, por ejemplo, los tienes todos en el entorno de Barcelona, que es donde hay más empresas que trabajan en este ámbito». 

¿Y por qué insisten ellos entonces en quedarse en su Comunidad? «Por cabezonería», respondeFerrero. «La familia está aquí, Castilla y León ha invertido en nuestra educación, vemos muchas cosas que tienen que cambiar y si no somos nosotros los que empezamos, seguirán igual». «Podríamos estar en San Francisco, pero de alguna manera hemos sido capaces de convencer a los inversores de que tiene sentido que estemos en Valladolid. De hecho, «hablas de España en California y sólo conocen Barcelona y Madrid».

¿Pero cómo bregar desde Castilla y León en esas condiciones? ¿Cómo generar desde el ámbito público un ecosistema emprendedor más real y eficiente? «Lo que tienen que hacer los políticos es facilitar el acceso a financiación, infraestructuras, mercado… que no quiere decir que den o pongan todo ellos, sino que promocionen el acceso, que hagan que haya puertas abiertas y puentes por todos lados para que quien tenga una idea pueda desarrollarla. Se han dado pasitos, pero sigue habiendo mucha burocracia y barreras. Y luego insisto en que el emprendedor debe salir de su zona de confort. El mundo es muy competitivo, estás en California y vas siempre con sensación de que se te escapa un tren, mientras que Castilla y León va a otro ritmo. No digo de vivir con ese estrés, pero debe haber un punto medio, y ahí los políticos sí pueden ser drivers (conductores) del cambio», opina. Y de paso deja un último mensaje:«Que la próxima vez que una entidad pida que le dejen instalaciones, y además pagando, no sea un problema para nadie y el emprendedor se pueda sentir cómodo». 

Bioammo

Entretanto, en plena Campiña Segoviana destaca la primera empresa de munición biodegradable del mundo. Bioammo inició su proyecto en 2008; desarrolló tecnología, tramitó las patentes, se presentó en ferias en las que obtuvo reconocimientos internacionales... pero no tenía liquidez y tardó 12 años en reunir la financiación que necesitaba para levantar una fábrica que finalmente ubicó en Santa María la Real de Nieva. Arrancó en enero de 2020 con una inversión inicial de algo más de siete millones y según su promotor, Enrique López-Pozas, el apoyo público se limitó a «un préstamo de un millón de Sodical (la Sociedad de Inversión de Castilla y León) a devolver con más intereses que el que se firmó con Bankia (hoy Caixabank)». Sin embargo, en abril de 2021, recibió de manos del rey el Premio Cepyme al mejor proyecto emprendedor del año.

Su mayor ayuda pública se la concedió unos meses antes, en diciembre de 2020, el Ministerio de Hacienda: 1,2 millones con cargo al programa de incentivos regionales; pero ni la ha visto aún ni la espera «en años». «Está condicionada a generar 45 puestos de trabajo, tenemos 37 y hemos arrancado en la peor época». No en vano, «menos de dos meses después de empezar a producir llegó la pandemia, nos obligaron a cerrar y nos quedamos fuera del circuito de ayudas porque no podíamos presentar cuentas de 2019 en condiciones, ya que entonces no producíamos». Aun así produjeron seis millones de cartuchos en 2020 y 18 en 2021:«De contratos vamos sobradísimos, vendemos todo lo que podemos fabricar», asegura. Sobre todo gracias al acuerdo que anunció en marzo de 2021 con el gigante de la munición Ammo Inc para su comercialización en el mercado estadounidense. Pero la crisis de suministros les ha dejado sin pólvora. 

López-Pozas confía en que los suministros se normalicen pronto para ampliar producción y plantilla, y asegura además que estudia «ofertas para abrir fábricas en EEUU», aunque matiza que quiere mantener la planta segoviana. «Soy muy optimista con el futuro de Bioammo, pero con lo mal que lo he pasado, a un emprendedor de hoy le diría que si no tiene dinero, que haga oposiciones o trabaje para otro antes que buscar ayuda pública», sentencia.