Fernando Delgado Pérez nació en Palencia en 1957. Su padre era zapatero y su madre había sido modista antes de casarse y dedicarse a las tarea de ama de casa. Recuerda nuestro protagonista que cuando era niño había muchos chavales en la ciudad y muy pocos coches, lo que favorecía los juegos al aire libre, sin preocupaciones por un posible atropello y sin tiempos apremiantes para acudir a actividades extraescolares. «Jugábamos en la calle El Bolo y en la del Cura (Valverde y Empedrada) y muchas veces ocupábamos una entera para nosotros», comenta.

Como todo palentino, conocía bien el río y sus zonas de baño y de paseo, pero nunca se planteó surcar las aguas del Carrión en una piragua. Ni formaba parte de su entorno vital ni tenía referentes a los que seguir. Llegó a ello por circunstancias, no por cumplir un sueño ni cruzar una meta deseada.

Su primer contacto con las letras y los números fue en una escuela que había en el Corral de Paredes. Se trataba de una sola clase en la que la maestra daba clases a chavales de todas las edades. «A los seis años me fui al Blas Sierra; me gustaba el colegio y allí estuve hasta los catorce años, pero no quise pasar al instituto porque eran muchos años de bachillerato y mi ilusión no era seguir estudiando», apostilla. Entonces no había tantas carreras entre las que elegir y en su casa tampoco sobraba el dinero, menos para trasladarse a vivir a otra ciudad.

«Recuerdo que en verano iba a pedir trabajo por las empresas y por las primeras naves que se instalaron en el polígono y, si no lo encontraba, ayudaba a mi padre, aunque yo no quería ser zapatero como él, no me gustaba».

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