Mensaje sincero

Jesús Hoyos
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Palentino de adopción, Héctor Domínguez-Viguera busca en sus historias una comunicación más descarnada y directa con el espectador. Ganador en la Seminci, busca su oportunidad en los Goya

Mensaje sincero

La búsqueda del sentido, el miedo como algo a lo que enfrentarse y la espiritualidad. Son los temas que Héctor Domínguez, natural de Orense pero criado en Palencia, trata en sus creaciones cinematográficas.

La última, el largometraje Tierra de leche y miel, se encuentra entre las preseleccionadas para competir por el Goya a Mejor Documental en 2022.

«Palencia es mi segunda ciudad. Me crié allí, lo que supuso vivir las experiencias formativas de la adolescencia, una etapa que marca el futuro. Conservo grandes amigos y mis padres y hermano viven en la ciudad», explica el cineasta Domínguez-Viguera. 

Siempre ha sido cinéfilo. De pequeño, le gustaba el cine de animación y aventuras. «Devoraba las películas con avidez una y otra vez», recuerda. Aunque pensar en el cine como una posibilidad real a la que dedicar su vida llegó «por la suma de pequeños hitos». Uno de ellos sucedió en Palencia: su padre le llevó un día al cine, pero se equivocaron de sala y acabaron viendo Pulp Fiction. «Me marcó mucho porque no había visto una película como esa. Desde entonces, empecé a ver opciones mucho más amplias», añade.

Con el paso del tiempo, el cine le fue «transformando y educando» ya que son «fragmentos de experiencia de otras personas». Entró en la escuela TAI de Madrid con la intención de aprender de lleno. Allí estudió dirección y guion. Tras escribir y dirigir sus propios cortos -entre ellos, El pozo, con Aitana Sánchez-Gijón-, llegó su trabajo más importante, en el que ha estado implicado varios años. Tierra de leche y miel obtuvo el premio a Mejor Documental en la Seminci, lo que marcó su distribución internacional y les llevó a varios festivales. «Fue un regalo enorme para una película que hicimos entre tres grandes amigos con mucha implicación, amor, cariño y delicadeza», explica el cineasta. 

Tratar sobre los desplazamientos de refugiados provocados por la guerra les permitió recorrer mundo. Concretamente, se centraron en Bosnia y la guerra de los Balcanes; Georgia y el conflicto con Abjasia; y Grecia, donde abordaron la problemática de los refugiados sirios. De hecho, sus compañeros y él mantienen contacto con Alia, Hussein y su hija Zozan, protagonistas sirios del documental que ahora viven en Alemania. «Son nuestros amigos. Esto nos ha cambiado la vida, nos ha transformado profundamente. Son unas personas con una experiencia vital terrible en muchos casos y que, al mismo tiempo, tienen una capacidad de lucha, entereza y forma de encarar la vida que te enseña mucho», comenta.

Del rodaje y del viaje, destaca haber aprendido «a confiar más en el desconocido» gracias a la hospitalidad «increíble» que les ofrecieron. Este tipo de cine de autor, señala, «más minoritario lamentablemente», tiene un recorrido mucho más corto. «Es muy triste porque en la mayoría de casos trata de comunicarse de forma más directa, descarnada y sincera con el espectador», subraya.

Ahora, encara con ilusión la posibilidad de ser uno de los cuatro nominados finales. «Ya estamos muy satisfechos», subraya ya que, si hace cuatro años cuando estaban rodando «en un pueblo perdido de Georgia» les hubieran dicho que llegarían hasta donde están, les habría parecido «imposible». Espera no perder nunca la capacidad de «mirar con amor y sensibilidad» al ser humano y la naturaleza que le rodea y desea que el público «se deje transformar por sus protagonistas» como les sucedió a ellos.