Un misterio de 500 años impreso en dos hojas

Carlos H. Sanz
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Una investigación la doctora Cinthia María Hamlin, especialista argentina en literatura medieval del Secrit-Conicet, permite plantear la hipótesis de que el primer vocabulario castellano-latín impreso es obra del palentino Alfonso de Palencia

Un misterio de 600 años impreso en dos hojas

A 5.700 kilómetros de Palencia, en la Firestone Library de la prestigiosa Universidad de Princeton, en Estados Unidos, se guarda y conserva una copia del primer volumen del Universal Vocabulario en latín y en castellano escrito por Alfonso Fernández de Palencia, un ilustre y desconocido palentino.
Un diccionario, el primero impreso de su especie y datado en 1490, que ha suscitado uno de los misterios más apasionantes de los últimos años en el estudio de los llamados libros raros, pero no por su contenido sino porque tiene insertadas dos hojas impresas, al principio y al final, que no pertenecen al ejemplar sino a un libro completamente diferente, un diccionario castellano-latín.
Una investigación  dirigida y desarrollada por la doctora Cinthia María Hamlin, especialista argentina en literatura medieval del Secrit-Conicet, ha permitido plantear la hipótesis de que esas dos hojas pertenecen al primer vocabulario de castellano a latín impreso, anterior incluso al Vocabulario castellano-latino de Nebrija, publicado en Salamanca.
La historia de este descubrimiento la ha contado Eric White, el conservador de libros raros de la biblioteca de la Universidad de Princeton en su blog Notabilia: un blog sobre libros raros (blogs.princeton.edu/notabilia), de la que se ha hecho eco en redes sociales el periodista palentino de la Cadena SER Madrid, David Sañudo.

 

El secreto. La Universidad de Princeton tenía claro desde hacía tiempo que esas hojas guardaban un secreto. Lo primero que les llamó la atención fue que estaban impresas con un tipo de letra del siglo XV, un poco más grande de lo habitual, y aunque estaba claro que si habían sobrevivido casi seis siglos era porque habían sido recicladas para servir de hojas protectoras para ese Universal Vocabulario en latín y en romance, nadie parecía conocer cómo llegaron a estar disponibles para el encuadernador ni, lo más importante, de qué diccionario se sacaron.
Lo primero que hicieron en Princeton fue analizar su contenido. «La primera hoja, en blanco en el anverso, consta de un breve Prólogo en castellano y latín, en el que se dedica un nuevo diccionario a la reina Isabel de Castilla y León, Aragón, Sicilia y Granada», explica Eric White. 
La segunda hoja contiene los términos españoles entre Apuesta y Arcaz en el recto; y entre Arco y Arreboçar, en el verso; 77 palabras en total, cada una con breves definiciones latinas que ocasionalmente citan pasajes de la obra de Virgilio.

 

La fecha. La biblioteca de la Universidad de Princeton se puso a investigar. Su primer avance fue gracias a Oliver Duntze, del Gesamtkatalog der Wiegendrucke, un proyecto de publicación de un catálogo de incunables elaborado por la Biblioteca Estatal de Berlín en el que participan expertos en la catalogación de la imprenta europea del siglo XV. 
Allí, Duntze identificó prácticamente al cien por cien que esas hojas salieron de la imprenta sevillana de Meinhard Ungut und Stanislaus Polonus en 1492. La fecha cuadraba porque en la dedicatoria del prólogo se hablaba de «Reina de Granada», y eso solo podía ser posible si se hubiese imprimido después de la toma de ese territorio. 
El siguiente acertijo era que el texto contenido en estas hojas, incluida la dedicatoria real, «no coincidía con ningún diccionario español conocido impreso durante el siglo XV o principios del XVI», según White. «Ninguna de las herramientas bibliográficas a nuestra disposición o los historiadores de libros que consultamos pudieron proporcionar una identificación de la edición que fuese la fuente de estas hojas perdidas», explica el conservador. Descorazonador, sí, pero en la práctica significaba que estaban ante un descubrimiento potencialmente importante.

 

El hallazgo. La investigación entró en dique seco hasta febrero de 2018, cuando la doctora Cinthia María Hamlin, especialista en literatura medieval del Secrit-Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas de Argentina) y de la Universidad de Buenos Aires, visitó la nueva sala de Lectura de Colecciones Especiales de la Biblioteca de la Universidad de Princeton y solicitó ver varios libros españoles. 
Fue el propio Eric White quien le pidió que echase un vistazo a las misteriosas hojas del Vocabulario Universal y le diese su opinión al respecto. «Rápidamente se sintió fascinada por ellas, y es que no se encuentran todos los días páginas de un diccionario español del siglo XV no identificado. Estuvimos de acuerdo en que el problema merecía mucha más investigación, tanto en beneficio de la historia de la imprenta europea como de la historia lingüística española», comenta el conservador.
Hamlin tomó el testigo de la investigación desde Buenos Aires, trabajando con imágenes digitales, y poco a poco fue descartando candidatos, como los textos de Antonio de Nebrija o de Fernández de Santaella. Además, se centró en analizar las características lingüísticas de los textos de las hojas.

 

La clave. La pista clave llegó por una sugerencia de su colega Juan Héctor Fuentes: un vocabulario hispano-latino anónimo del siglo XV, conocido únicamente por un manuscrito de la Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, coincidía con los fragmentos impresos que guardaba la Universidad de Princeton casi palabra por palabra.
El hallazgo permitió a Cinthia María Hamlin plantear la hipótesis de que el vocabulario perdido al que pertenecía esas misteriosas hojas databa de 1492 o 1493, y que, por lo tanto, fue el primer vocabulario de castellano a latín impreso, anterior a la primera edición del de Nebrija, que se fecha entre 1492 y 1495, pero que muy probablemente salió de la imprenta en 1494 o 1495, según los expertos.

 

El autor. Aún hubo otro avance en esta apasionante investigación, porque según descubrió Hamlin el autor anónimo del vocabulario al que se hacía referencia en El Escorial y, por tanto, el de la edición impresa previamente desconocida conservada en los fragmentos de encuadernación de Princeton, no era otro que el palentino Alfonso Fernández de Palencia, el autor del mismísimo Universal Vocabulario en latín y en romance de 1490, del que nació todo este misterio.
La investigadora argentina asegura que ese tomo tiene muchas de las mismas citas de autoridad, definiciones muy similares (especialmente para los topónimos) y que varios de los términos tienen la misma explicación gramatical. Por lo tanto, concluyen que es casi seguro que son obras del mismo autor.

 

Eric White recalca que es difícil de conseguir en bibliotecas fuera de España libros salidos de la imprenta española del siglo XV, pero que es aún más notable haber localizado rastros de una edición española previamente desconocida de ese período. «Además, es un logro notable haber podido resucitar una impresión desconocida de una obra previamente anónima de tanta importancia, en castellano vernáculo, y luego aumentar nuestro conocimiento de ese texto con una dedicatoria real perdida hace mucho tiempo y una identificación convincente de su autor, uno de los humanistas españoles más influyentes del siglo XV», continúa. 
En definitiva, un misterio de cuya resolución se han beneficiado los campos de la historia de la imprenta y de la lingüística española, y que tienen como protagonista a un palentino.