Editorial

Las ganas de diversión y música incrementan las contrataciones

-

Nadie quiere dejar al pueblo sin verbena y contrata y paga como si le fuera la vida en ello

Es evidente que vivimos en un país de contrastes, agravados en ocasiones por circunstancias ajenas y por imponderables que dejan poco margen para la acción, pero en cualquier caso, tendente siempre a los extremos. Y, así como fuimos de los más obedientes durante lo peor de la pandemia, aquellos meses de confinamiento total, y posteriormente nos fuimos adaptando con ciertos quiebros pero en general de modo aceptable a la paulatina flexibilización, y manteníamos un miedo prudente, de un tiempo a esta parte ya no atendemos a olas de contagios y casi no reparamos en cifras de hospitalizaciones y de fallecimientos. Nos hemos lanzado a la calle a disfrutar de todo tipo de festejos populares, mejor aún si son masivos, a movernos de un lado para otro aprovechando puentes, períodos vacacionales como el de la última Semana Santa o, simplemente, fines de semana y días de descanso. Como si no hubiera un mañana y, lo que a la larga puede ser más peligroso, como si no arrastráramos un pasado inmediato en el que lo único que existía era un coronavirus. 

 Ese afán por volver a la normalidad, por relegar a lo más recóndito de la memoria la tragedia nacional y mundial, por obviar los efectos que todavía persisten en el sistema sanitario y en el ámbito de la economía y el empleo, ha llevado a la mayoría de los ayuntamientos de este país -en la provincia palentina son nada menos que nueve de cada diez- a contratar con antelación a las orquestas para no quedarse sin verbenas en sus correspondientes fiestas patronales. Todos quieren ofrecer a los vecinos lo mejor y en los escenarios más grandes y no dudan en pagar cachés más altos que de costumbre para asegurarse la presencia. La fecha más demandada y, por eso mismo, más onerosa para las arcas municipales, que casi nunca andan sobradas de dinero, es el 15 de agosto, fiesta en tres cuartas partes del suelo patrio. Y los que no han llegado a una de las orquestas por imprevisión o por un precio inasequible, se han apuntado a contratar discotecas móviles, que resultan más económicas y también congregan en la plaza al personal, sobre todo al elemento joven, que es al que siempre le tacha de alocado e irresponsable, pero que en estos tiempos se va diluyendo en el general porque aquí, el que más y el que menos, pide a gritos fiesta.

Han avisado en más de una ocasión los expertos en epidemias, virus y transmisiones que podemos lamentar más adelante las concentraciones masivas, en las que casi nadie lleva mascarilla y en las que, por supuesto, no se respeta ni por asomo la distancia por mínima que sea, pero parece darnos lo mismo. Ahora queremos pasar página a dos años especialmente duros. Por eso contratamos como si no pasara nada. Y el sector lo aprovecha.