Confiesa que cuando determinó montar una carnicería, sin tener la menor idea del oficio, aunque preparado y asesorado por su hermano y su cuñada, que ya estaban en el sector, lo que más le costó no fue comprar las mejores reses, destazarlas o aprenderse las características y los cortes de cada parte del animal. «Lo más difícil era tratar con la gente, pero tuve mucha suerte y pronto me hice con una magnífica clientela. A las mujeres del barrio que iban a comprar, pero también a los hosteleros y a la gente que venía de fuera los trataba más como amigos que como clientes; igual que a los tratantes y a los almacenistas».
La afirmación es de Rodrigo Rodrigo Fernández (Payo de Ojeda, 1935), un hombre inquieto, trabajador, fibroso, que puede presumir de buena salud y de un físico privilegiado, que hasta hace no mucho le permitió jugar al tenis y mantener el tipo a la perfección como futbolista veterano y que hoy le deja darse buenos paseos, cuidar del huerto y hasta subirse a los árboles.
«Cuando fui a la mili pesaba 66,600 kilos y ahora peso 60. Nunca he sufrido fluctuaciones de peso porque nunca he estado parado», reconoce. Está satisfecho de lo bien que responden el cuerpo y la cabeza a los envites de la edad. Y es que es el ejemplo personificado de que la máxima mens sana in corpore sano es útil. Y cierta.
*Más información en la edición impresa y en la app de Diario Palentino.