Hace 10 años, en uno de los acontecimientos más bochornosos de la historia del deporte (el FBI, en su investigación a la FIFA, halló cerca de 150 millones de euros en sobornos), Catar se llevó la organización de un Mundial para el que no tenía ni estadios ni infraestructuras. Sin embargo, el campeonato también quedará marcado tras el gesto de la selección de Irán de no cantar el himno nacional en señal de apoyo a las protestas que sacuden la República Islámica desde el fallecimiento de la joven Mahsa Amini.

La televisión iraní interrumpió la emisión tras constatar el silencio de los futbolistas y algunos aficionados abuchearon el himno dentro del estadio.

Más tarde, el capitán de la selección, Ehsan Hajsafi, reconoció que las condiciones en el país «no son las adecuadas», y señaló que el equipo compite para representar a la población lo mejor que puedan.

También cabe mencionar la 'farsa' deportiva y ambiental del partido inaugural:primer anfitrión que pierde en la historia, primero que no tira ni una sola vez a puerta. En efecto, la sensación de que estamos presenciando un torneo a contrapelo, metido con calzador a base de miles de millones, alcanzó el césped... y la grada:«Vergüenza», «Pantomima»o «Fiasco» son algunas de las palabras que la prensa internacional dedica al triste espectáculo del Catar-Ecuador, cuando en el descanso unos 15.000 cataríes abandonaron sus asientos con 0-2 en el marcador, o cuando se vio al príncipe saudí Bin Salman (presunto asesino del periodista  Khashoggi, crítico con su régimen) sentado al lado de Gianni Infantino, presidente de la FIFA. 

Dos imágenes contrapuestas, la de Irán de rodillas, y la de los aficionados yéndose,  que pasarán a la historia de este Mundial tan controvertido.