Tras las rejas del 46: Adiós al cine proyecciones

Julián García Torrellas
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Hace unos días comenzaban a salir escombros de la entrañas de este local con 76 años de historia, 39 de ellos vividos como cine y otros 37 cerrado a cal y canto. Un inmueble que alberga infinidad de recuerdos para muchas generaciones de palentino

Tras las rejas del 46: Adiós al cine proyecciones

Al pasar por la calle Mayor he visto desescombrar lo que fue el cine Proyecciones. La imagen me ha recordado la secuencia de la genial y galardonada película italiana Cinema Paradiso en la que el protagonista -Totó- asiste al derribo de un cine cargado de recuerdos y vivencias colectivas para todo su pueblo y de entrañables y emotivos sentimientos para el protagonista. El derribo del Proyecciones supone la pérdida de un local con infinitos recuerdos para muchísimos palentinos. En el solar del cine de la película italiana se prevé la construcción de un aparcamiento; en el solar del Proyecciones, viviendas. Construido por la familia Ortega Matilla en la década de los años 40, el Proyecciones ha permanecido durante casi cuarenta años como un fantasma en plena calle Mayor. Varias generaciones de palentinos desconocían que tras la verja del número 46 de la principal vía de la capital se ocultaba uno más de los muchos cines que tuvo Palencia.


Ambos, el Cinema Paradiso y el Proyecciones, tuvieron su tiempo de esplendor, pero recogiendo una frase de los diálogos de la galardonada película italiana, «la vida no es como la has visto en el cine, la vida es más difícil». Y si en la ficción al Cinema Paradiso lo mató el vídeo y la ausencia de espectadores, al Proyecciones, tras una vida inestable de altibajos, lo mataron el paso del tiempo, el vídeo y las desavenencias por el precio del alquiler del local. Alfredo, en la cabina del Paradiso, y Goyo, en la del Proyecciones, fueron vidas paralelas. Los dos compartieron el mismo trabajo, el primero en la ficción y el segundo en la realidad, pero ambos vivieron en la soledad de la cabina la mayor parte de su vida haciendo que el cine, como fábrica de ilusiones, funcionase. 


La inauguración del Proyecciones se celebró en vísperas de las ferias y fiestas de San Antolín. Fue un domingo 26 de agosto de 1945 cuando se proyectó sobre su pantalla la película Guadalcanal, una producción americana de la 20th Century Fox. La intención del propietario del nuevo cine fue la de inaugurar la sala con el estreno de la película Edison, el hombre, protagonizada por Spencer Tracy, pero al no poder conseguir un copia de la misma optó por Guadalcanal, un film del género bélico y de actualidad para el momento, pues la película se centra en las vivencias de un grupo de marines americanos en el océano Pacífico durante la guerra mundial. Japón se había rendido unas semanas antes de la inauguración del Proyecciones y aún permanecía en la retina la imagen de los edificios del Ayuntamiento, Diputación y Gobierno Civil que, en la antevíspera de las ferias de San Antolín, durante tres días habían tenido ondeando la bandera nacional como muestra de celebración por el final de la guerra mundial. 

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La nueva sala cinematográfica de la calle Mayor fue promovida por el empresario Alejandro Ortega, propietario del Teatro-Cine Ortega (inaugurado en plena guerra civil, 1937) y del Salón de Novedades, al que poco después, y tras una reforma, se le cambió el nombre por el de Cine Castilla. El autor del proyecto fue el palentino Luis Carlón, el mismo arquitecto que años antes había diseñado la construcción del Teatro-Cine Ortega. 


El Proyecciones se anunciaba para su inauguración como «la sala que por todos los motivos será la más selecta de las que funcionan en Palencia», y no le faltaba razón. Fue un cine pequeño, pero lujoso, para cuya decoración se recurrió a la empresa madrileña Loscertales SA, la cual había sido la ejecutora de la ornamentación de algunos de los nuevos cines de las principales ciudades del país. 


Desde la calle Mayor y hasta la taquilla había que recorrer una larga galería decorada con bóvedas de crucería. A ambos lados de ese pasillo, sus vitrinas exhibieron durante años los afiches y fotografías de las películas que se proyectaban en el propio Proyecciones y en las otras dos salas de la empresa Ortega. Y fue al inicio de esa larga galería donde Los Cuatro Hermanos instalaron y mantuvieron durante muchos años un puesto de venta de helados.

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Escalera imperial. La taquilla, atendida por Justa, era tan pequeña que hasta los Hermanos Tonetti hicieron chiste de ella. En sus actuaciones, jugando con el nombre de la taquillera, contaban que en Palencia había un cine con una taquilla tan pequeña, tan pequeña que solo cabía Justita, la taquillera. 

 

La sala de proyección se ubicada en la planta superior, y a ella se accedía desde el vestíbulo por una lujosa escalera imperial de nobles materiales. Sus 450 butacas con tapizado de terciopelo eran lujosas y respondían al interés de la empresa para que, según su publicidad, fuese «la sala que necesita una ciudad creciente, próspera y progresiva; un alarde bien logrado de modernidad, higiene, buen gusto y seguridad».

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El ambigú del nuevo cine se instaló en su vestíbulo. Para darle un sentido más elitista y exclusivo se encargó su gestión al propietario de la mejor y más distinguida cafetería que entonces tenía la ciudad: el Ideal Bar Palentino. Y fue por el ambigú, y no con la censura, por donde el Proyecciones tuvo sus primeros problemas con la autoridad gubernativa. 


En plena semana de ferias, aprovechando el tirón de la inauguración del cine, se anunció la organización en su vestíbulo de varias sesiones de baile para jóvenes y no tan jóvenes a las once de la noche, con música de orquesta contratada para ello y servicio de cena a la americana. Buenaventura Benito, que era presidente de la Diputación y por aquellos días ejercía de gobernador civil en funciones, prohibió y sancionó con multa de 250 pesetas la programación de esas fiestas. 


La autoridad no tan solo estaba decidida a no permitir algo para lo que no se había solicitado permiso, sino que, según la nota oficial del propio gobernador en funciones, «lamento como ciudadano de estas tierras de sentido austero y ponderado, los abusos de estilo americano y de adjetivos hiperbólicos introducidos en toda clase de propaganda periodística de anuncios y festejos de entidades privadas».

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El Proyecciones fue en sus orígenes un local de películas de estreno. Durante su primera semana de existencia a la proyección de Guadalcanal le siguieron los estrenos de Eugenia de Montijo, Pinocho y Una tarde en la ópera, película ésta última protagonizada por los hilarantes Hermanos Marx, en cuyo estreno Palencia se adelantó muchos meses a Valladolid. 


No todos fueron exitosos para el Proyecciones. Uno de sus mayores fracasos fue estrenar en pleno verano la película Muerte de un ciclista, de Juan Antonio Bardem. Tan solo estuvo dos días en cartelera, y eso que los jueves era el día de la denominada Sesión Fémina, tarde en la que las mujeres solo pagaban la mitad del precio de la localidad.


Con el transcurrir de los años y la competencia, el Proyecciones recurrió a ser una sala de sesión continua con programa doble y muchos reestrenos. Las proyecciones comenzaban, según épocas, a las tres y media, cuatro o cinco de la tarde. Por un módico precio –el cine por aquellos años no era caro- el espectador podía pasarse toda una tarde y parte de la noche viendo las mismas películas; por lo menos, un par de veces.

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En unos años en los que aún no existía la televisión, la radio campeaba a su anchas. El derecho de nacer fue de esos seriales lacrimógenos importados de América que, emitido por la SER, paralizó al país durante los muchos meses que duró su emisión. El deseo de ver en la pantalla a los personajes de aquella radionovela, convirtió la adaptación llevada al cine -estrenada en el Ortega en 1954- en un enorme éxito de público y taquilla durante bastantes días. Desde los pueblos de la provincia se venía a ver lo que se había oído en la radio. El éxito de taquilla, más que la calidad de la película, animó al empresario a seguir con su proyección en sesión continua en los otros dos cines: en el Proyecciones a partir de las tres de la tarde y en el Castilla a partir de las tres y media. Media hora de diferencia entre una sala y otra para poder disponer de tiempo e ir llevando y trayendo de un cine a otro los rollos de película según se iban proyectando. El inicio de las proyecciones a las tres de la tarde garantizaba llegar a tiempo a coger el tren o el coche de línea para regresar al pueblo.


A finales de los sesenta se convirtió en sala de arte y ensayo, proyectándose lo que para no pocos era un cine aburrido y difícil de entender porque había que leer mucho al ser películas que se proyectaban en versión original. Fue la decisión de Manuel Fraga, al poco de llegar al Ministerio de Información y Turismo, de permitir este tipo de salas en las que se podrían proyectar películas no aptas para los circuitos comerciales, en versión original íntegra y salvándose de la censura. Durante unos meses el Proyecciones fue toda una bendición para los pocos o muchos cinéfilos que podía haber en la ciudad. Se podía ver CINE, escrito con mayúsculas, y así fue como desde finales de 1968 y hasta febrero de 1969 en la pantalla del Proyecciones los aficionados pudieron apreciar otro cine de gran calidad. El propio empresario  reconocía que ese tipo de cine era una oferta arriesgada, y que si cuajaba, diría mucho a favor del nivel cultural de la ciudad y su afición al buen cine. La experiencia duró apenas tres meses. El nivel cultural y la afición al cine no fueron como se esperaba.


La primera proyección como sala de arte y ensayo, y en pase privado para un público seleccionado para ello, entre los que estaban las primeras autoridades de la ciudad, fue la película Repulsión, de Roman Polanski. En semanas sucesivas seguirían las proyecciones de grandes y atrevidas obras del séptimo arte, aunque este tipo de cine no fuese buen negocio. Los más beneficiados con esas proyecciones eran los propios socios del Cine-Club Calle Mayor.

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El Proyecciones apagó su cámara para la proyección de cintas de arte y ensayo en febrero de 1969 y unos meses después cesaron en su actividad todos los cines propiedad de la familia Ortega. Durante unos meses los proyectores del Ortega, del Castilla y del Proyecciones permanecieron apagados hasta que el empresario cinematográfico Osmundo Margareto los alquiló a la familia propietaria y sus pantallas renacieron. Fue así como el Proyecciones retomó el programa doble en sesión continua y su pantalla volvió a ser una ventana a un mundo de sueños, emociones e ilusiones. 


Unos años más tarde llegó la Transición. Con el cambio político se dijo adiós a la censura y llego el 'destape'. Después también llegó el vídeo, y al igual que en la película de Cinema Paradiso, «poca gente venía ya al cine». El Proyecciones cerró definitivamente la taquilla muriendo como sala en la que se proyectaban películas 'S'; una peculiar acepción que el Gobierno de Adolfo Suárez se inventó para clasificar, una vez suprimida la censura, un tipo de cine entre lo erótico y lo pornográfico. 


El Proyecciones murió a finales de septiembre de 1984. El día 27 se proyectaron sus dos últimas películas: Saludos cariñosos y Hong-Kong conection. Goyo, el operador de cabina, apagó definitivamente sus cámaras. Las luces de la sala también se apagaron definitivamente y en las carteleras del angosto pasillo de acceso al cine quedó fijado el precio de la última localidad: 150 pesetas.


El paso del tiempo, el vídeo, la bajada de espectadores en los cines y el precio que la propiedad pedía por la renovación del alquiler de la sala hicieron que se cerrara de forma definitiva esa verja del 46 de la calle Mayor por la que en estos días sacan los escombros y los recuerdos de lo que para muchas generaciones de palentinos fue y supuso el Cine Proyecciones, un local con 76 años de existencia de los que 39 vivió como cine y 37 cerrado, a la espera de poder dar uso a su sala. En la década de los 80 se pensó en convertirlo en una gran discoteca, como ya se había hecho con algún cine en Madrid, pero el Ayuntamiento no lo autorizó, entre otros argumentos por carecer de aparcamiento. 


Como recuerdo y homenaje a quienes trabajaron en este cine, queden estas palabras de Alfredo, el operador del Cinema Paradiso: «siempre trabajas como un burro, incluso en las fiestas, la Pascua, Navidad. Sólo estás libre el Viernes Santo, y te aseguro que si a Jesucristo no le hubieran crucificado, también se trabajaría en Viernes Santo».