Naturaleza predilecta

A. Benito
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El deseo de conservar recuerdos de paisajes y de fauna llevó a Sergio Cuena a aficionarse a la fotografía. La montaña es una de las grandes pasiones de este electromecánico aguilarense que ama la vida rural y que ha apostado por vivir en Resoba

Naturaleza predilecta

PASIONES La Montaña Palentina y la naturaleza son sus grandes pasiones. Se siente un privilegiado por vivir en el norte de la provincia y fue el deseo de conservar recuerdos de paisajes y de fauna de sus salidas al monte lo que le llevó a aficionarse a la fotografía.

 

TRAYECTORIA Estudió Electromecánica en Burgos y lleva 13 años trabajando en Aguilar, su localidad natal. Su padre es de Ligüérzana y su madre desciende de Resoba. En este último pueblo lleva viviendo dos años y medio; antes residió en San Cebrián de Mudá. Aunque se considera un novato, intenta aprender sobre apicultura junto a su pareja. Le gusta la vida rural y las labores que conlleva. 

 

1. Curavacas.  «Descender de Resoba ha influido en mi predilección por este pico. Siempre hubo una relación especial entre el pueblo y el Curavacas, así como con el pozo y el valle de Pineda. Fue al recorrer este último, y no desde su cima, cuando fui realmente consciente de su envergadura. En el paso del estrecho, los enormes peñascos desprendidos de la cola del Curavacas y sus cientos de metros de pared vertical, te hacen sentir diminuto y efímero. Su cara noreste es mi preferida, desde Correcaballos la vista es estremecedora, más aún recordando la tragedia de Los Faquires. Subir al pozo en invierno, con las cascadas de Los Escalones y toda la superficie de su cara norte heladas es puro espectáculo. Todo lo que rodea a esta montaña me fascina, por lo que suscribo la frase de mi amigo Carlos M. Martín: «Más que una bellísima montaña, Curavacas es un sentimiento» (Curavacas: piel de hielo, corazón de roca)».


2. Pico Lezna. «Ubicado en el corazón del valle de Pineda. La ascensión en primavera es un festival de olores y colores entre flores de brezos, escobas y piornos, y las verdes praderas. De la banda sonora se encargan los cencerros de tudancas, que pastan por los alrededores, y las numerosas aves subalpinas con sus trinos de celo. En la cima, y sin menospreciar sus impresionantes vistas hacia Picos de Europa, Peña Prieta o la sierra de Peña Labra, lo que más me gusta es contemplar el Curavacas con los prismáticos,  recorriendo cada grieta de la cara NE, la cual, desde tan alta perspectiva parece tornarse aún mas salvaje y abrupta».


3. Saruno.  «Modesto pico, alargado y escarpado, de roca caliza y de poco más de 1.400 metros (un Espigüete en miniatura), situado entre Resoba y Santibáñez de Resoba. La primera vez que subí fue en uno de esos veranos eternos de la infancia. Mi abuelo tenía la costumbre de subir a por té y orégano, y los nietos le acompañábamos, cogiendo puñados de hierbas entre las que caería algún ramillete de té de casualidad. En sus laderas, sin darme cuenta, empecé a aficionarme a la naturaleza, al ver por primera vez a los rebecos o las primeras berreas. Desde Resoba, forma junto a Santa Lucía y Peña Escrita una vista de postal que tengo la suerte de disfrutar desde casa».


4. Chozos y tenadas de la Montaña Palentina.  «Presentes en la montaña durante siglos, hoy en día muchos han desaparecido o no quedan más que sus ruinas. Mis preferidos, el chozo de la Majada de los Bueis (Resoba) y la tenada de Polentinos, aún se encuentran medianamente bien conservados y se podría evitar su desaparición. Son sitios que me transmiten un sentimiento especial, me transportan a ese tiempo en que rebosaban vida, y me resulta inevitable visualizar en sus inmediaciones a segadores picando el dalle, veceros y pastores al calor de la lumbre, o los rebaños en sus corrales y tenadas. Es un patrimonio que deberíamos conservar, ya que es fundamental para entender el paisaje de esta zona de la provincia y gran parte de su historia».


5. Peña Abismo. «Es uno de esos picos pequeños, desconocidos, que no destaca en altura al lado de sus vecinos Peña Labra y Tres Mares. Sin embargo, capta la atención de todas las miradas del paisaje perniano. En otoño, la combinación de los colores del hayedo de su falda, con el tono blanquecino de su cresta caliza lo hace aún más especial.En esta época me gusta subir a fotografiarlo al amanecer, desde lo alto del desfiladero de Piedrasluengas».


6. Cueva Dorada.  «Un sitio ideal donde contemplar el amanecer. Las calizas oscuras y doradas, moldeadas por la erosión, y la textura visual que aportan enebros y gayubas, conforman el primer plano perfecto para la espectacular panorámica de las caras sur de Curavacas y Espigüete, que se pueden disfrutar desde esta ubicación».


7. Majada Alta.  «Una atalaya natural, en la falda de Pico Hormigales. Aún se pueden ver restos de los puestos usados en la Guerra Civil para controlar el paso entre Palencia y Cantabria. La primavera es el momento ideal para visitar este lugar y dar vista al valle del Carrión en todo su esplendor».


8. El Pozo de la Venta.  «Sitio de visita obligada cada verano, un chapuzón en las aguas del Carrión resulta de lo más reconfortante en los días mas calurosos del año. Perfecto para pasar un día relajado con amigos, buena comida y una siesta en la pradera».


9. Umbría de Peña Redonda.  «Cualquiera de los bosques de los multiples vallejos de la vertiente norte de Peña Redonda, me parece ideal para perderse caminando y sentir el cambio de las estaciones. Los enormes ejemplares de hayas, robles y tejos amenizan cada paseo. Desde el Almonga hasta el alto de Miranda, existen infinitos rincones que invitan a evadirse y conectar con la naturaleza».


10. Peña Lampa. «Aunque lo he descubierto recientemente, creo que debe formar parte de esta lista. Un paisaje calizo, diferente al del resto de la montaña, las sabinas que salpican su ladera sur, algunas rectas y altas, otras retorcidas y algunas ya muertas y desnudas, con formas caprichosas, crean un efecto visual singular, aportando un toque mágico y fantástico al paisaje. Muy recomendable su visita»