«He dedicado vida y alma a mi profesión de maestra rural»

Carmen Centeno
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Maestra, sí, pero no una maestra cualquiera, sino una de las que se vuelcan en dar conocimientos, habilidades y afecto; de las que lo son a tiempo completo; de las que preparan las clases, imparten las asignaturas y leen mucho para estar al corriente

«He dedicado vida y alma a mi profesión de maestra rural» - Foto: Juan Mellado

El magisterio en su caso no fue algo vocacional, pero acabó convirtiéndose en el centro de su dedicación y sus desvelos, a jornada completa, desde el más puro convencimiento y desde la entrega a una tarea imprescindible, que siempre desempeñó en el medio rural. 
Ascensión Santoyo Lora nació en Las Cabañas de Castilla en 1929 y tuvo, por edad, que vivir la Guerra Civil y una durísima posguerra, pero ninguna de las dos mermó su fe en el futuro ni la confianza de que no hay mal que cien años dure. «De todo se sale», asevera. 


También aplica lo dicho a la difícil situación que hoy vive el mundo, tras la invasión rusa de Ucrania. «Mala perspectiva tiene esto, pero tarde o temprano habrá de resolverse porque nadie quiere una tercera guerra mundial, que sería mala para todos». 


Ojalá quienes tienen en su mano la posibilidad de parar este enorme despropósito escucharan a una mujer sensata, que ha vivido muchos y diversos avatares y ha sobrevivido a pérdidas importantes, pero que ahí sigue, con la vista puesta en el presente y en el futuro. El suyo y el de su familia, que es el centro sobre el que pivota su vida y en el que  a diario posa la mirada. Está trenzada esta atención suya con las finas pero firmes hebras del amor, del deber y de la costumbre. 

 

Así ha sido desde sus primeros recuerdos, seguidora -y defensora- como es de la máxima que caracteriza a toda una generación de valientes: hacer en cada momento lo que corresponde, cumplir con las obligaciones laborales y familiares, responsabilizarse de las propias acciones y ser pragmática.


Madre y abuela, en ambos casos  por partida triple, reconoce que quizá ha sido más protectora con sus nietos que con sus hijos, entre otras razones porque disponía de mucho menos tiempo cuando estos eran pequeños. Eso no significa en modo alguno que descuidara sus obligaciones, pero ciertamente la jubilación le dejaba más espacio vital para los nietos. Y es que cuando estaba en activo, su casa era casi una extensión de la escuela, rodeados siempre su marido y ella de libros y cuadernos. «Ayudaba a mis hijos en todo lo que necesitaban, sobre todo en las asignaturas de ciencias, y también lo hice en su momento con mi nieto mayor, que era el que estaba en Palencia», rememora.  

 

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