Editorial

Reapertura de la frontera de Ceuta y Melilla en medio de un mar de dudas

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El camino hacia la normalidad para Ceuta y Melilla debiera empezar este martes. Habrá que ver si es una versión mejorada o se intensifica el estado de anomalía con el que viven las dos ciudades autónomas. Las fronteras terrestres con Marruecos reabren tras más de dos años de cierre. Primero por la pandemia, y después por la infame «invasión» a través del paso fronterizo ceutí del Tarajal.

La fecha elegida no es casualidad. Fue un 17 de mayo, hace un año, cuando Ceuta estuvo en vilo por la inhibición de las fuerzas de seguridad marroquíes y porque el reino alauí utilizó a su gente como arma arrojadiza contra el país vecino. Más de 10.000 personas, muchas de ellas menores, recorrieron el paso que une Marruecos con Ceuta poniendo en jaque a la ciudad autónoma. Una maniobra orquestada en toda regla desde el país africano ante la llegada a Logroño del líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, para ser atendido por covid.

Mucho han cambiado las relaciones entre España y Marruecos el último año, con encuentros a diferente nivel. La principal concesión del Ejecutivo sanchista, pese al rechazo de la oposición y de sus propios socios de Gobierno, es de sobra conocidas: ofrecer en bandeja el Sáhara Occidental a Marruecos. Ahora falta saber qué está dispuesto a ofrecer Marruecos para mejorar la convivencia y el nivel de vida de los ciudadanos a los dos lados de la frontera.

Este martes se levanta una barrera, no sin incertidumbre. De forma «gradual y ordenada», según insisten desde el Gobierno en las últimas semanas; es decir, a medio gas. De momento, solo podrán entrar ciudadanos de la Unión Europea y con permiso para poder circular por el espacio Schengen. A finales de mes lo podrán hacer los trabajadores fronterizos, un grupo de cerca de 200 personas. Tras esta fase inicial viene lo más complicado, que Marruecos dé el visto bueno a la incorporación de Ceuta y Melilla al espacio Schengen, lo que dificultaría la llegada a territorio español sin visado de ciudadanos marroquíes residentes en provincias limítrofes. La recuperación de la aduana de Melilla y la creación de la de Ceuta para acabar con el "comercio atípico" o el contrabando, en palabras de este lado de la frontera, es otro de los retos.

La empresa no va a ser fácil y la amenaza sigue latente. No estamos ante un escenario idílico y España debe reforzar los efectivos policiales, visiblemente superados en los últimos asaltos. Asociaciones como Jucil, de la Guardia Civil, hablan de «improvisación» en la reapertura. Los antecedentes no ayudan. Cabe cuestionarse la fiabilidad de un vecino que lejos de controlar el flujo migratorio, lo estimula y que, de tiempo en tiempo, demanda de forma velada la soberanía de una Ceuta y Melilla que hoy vuelven a abrir sus puertas.