Venancio, el del magnetofón

Fernando Pastor
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Los vecinos llegaron a realizar diversas pintadas en Encinas de Esgueva por estar en contra de los servicios prestados por el galeno

Venancio, el del magnetofón

En 1979 los vecinos de Encinas de Esgueva estaban muy descontentos con el médico de la localidad, Luis Venancio Alonso Sancho, lo que provocó un alud de denuncias. 

Entre las acusaciones, empecinarse en los tratamientos prescritos pese a que los resultados fuesen adversos o empeoraran las dolencias. Al parecer, recetaba medicamentos innecesarios pero muy caros con la única finalidad de quedárselos él.

También le acusaban de intentar cobrarles por servicios que no podía percibir retribución económica y otras actitudes que ellos interpretaban como de mala fe. 

Venancio, el del magnetofónVenancio, el del magnetofónCuando llevaban a los niños a vacunar, estando ya con la jeringuilla en ristre, para suministrársela les exigía pagarle una cantidad y firmar un papel indicando que el trato recibido había sido bueno. 

Si alguien, en esas circunstancias, prestos a recibir una vacuna o en consultas ordinarias, no quería pagarle o firmar que estaba conforme con la atención recibida, les decía «ya caerás en mis manos cuando estés enfermo», a modo de posible venganza «de muchas y distintas formas». 

El miedo a esa venganza hizo que algunos vecinos firmaran dicha conformidad, aunque a la vez suscribieran lo contrario en un documento elaborado por el Ayuntamiento de la localidad para conocer el grado de descontento de los vecinos y si dicho descontento era merecedor de solicitar al Ministerio de Sanidad y Seguridad Social el traslado del médico. 

Venancio, el del magnetofónVenancio, el del magnetofónCuando acudían los pensionistas a recoger las recetas de medicamentos que tenían que tomar de por vida, les decía que solamente se las daba si suscribían una iguala con él.

La tensión iba in crescendo día a día, hasta el punto de que cuando Alejandro Alonso Alonso acudió a por recetas necesarias para el tratamiento de su mujer, que estaba enferma, le echó del consultorio gritándole «cabrón» y «baboso» delante de todos los presentes.

A Ramón Velado Merino le pidió dinero por expedirle un volante que necesitaba su hijo Juan Ramón. Este vecino se negó a pagar por algo a lo que tenía derecho y tuvo que ir personalmente hasta Valladolid, al Instituto Nacional de Previsión (INP) para que se lo dieran allí, lo que le costó perder las peonadas de un día de trabajo y los gastos de desplazamiento a la capital vallisoletana. Este mismo vecino, cuando necesitó una inyección tuvo que comprar él mismo la jeringuilla para que se la suministrara.

A Jesús Zumel Repiso se negó a tomarle la tensión. En su lugar le dio un volante para que fuese a tomársela a Valladolid.

La acusación más grave fue que tenía un magnetófono en la consulta con el que grababa todas las conversaciones con los pacientes para después escucharlas junto con otras personas de su círculo de amistades.

Este hecho colmó el vaso de la paciencia de los vecinos, que llenaron el pueblo de pintadas con el texto «Venancio el del magnetofón, asesino y ladrón», «Venancio, ladrón, coge la maleta y vete a la estación», «Sinvergüenza, asesino», y otras similares, suscritas por todos los partidos políticos de la época de todas las tendencias, pues aparecían los nombres de Fuerza Nueva, UCD, PSOE y PCE.

Los vecinos remitieron al alcalde, Moisés Molinero, sus quejas particulares y el Ayuntamiento, dado el clima de crispación generado, puso los hechos en conocimiento de Ministerio de Sanidad y Seguridad Social y del Gobernador Civil de Valladolid, corroborando también le existencia de las grabaciones del magnetofón. El Gobierno Civil recibió también comunicación por parte de la Guardia Civil por las pintadas aparecidas en el pueblo y el riesgo de enfrentamiento que pudieran evidenciar.

En su huida hacia adelante, según fue también denunciado, el médico falsificó documentos referentes a su vivienda (licencia de obras, contrato de arrendamiento, etc.).

Lo último de este galeno fue negarse a que pasaran por las proximidades de su domicilio camiones con los que unos vecinos de Encinas transportaban materiales para la construcción de una vivienda cercana a la suya.