La propuesta de Núñez Feijóo de que gobierne la lista más votada, obviando el tufillo electoral que conlleva el presentarla a seis meses de las elecciones municipales y autonómicas, estaría bien si se pudiera.
El martes, en el primer pleno del Congreso, tras las larguísimas "vacaciones de Navidad", volvió al hemiciclo el clima irrespirable de confrontación política, las acusaciones cruzadas y la falta a de propuestas. Mientras Sánchez defendía su gestión económica y su habilidad diplomática para recolocar a nuestro país en el puesto europeo que le corresponde, la bancada del PP le daba por amortizado. Su cara de aburrimiento cuando Cuca Gamarra, portavoz del PP, subía a la tribuna era indisimulable.
Y en este clima político, de pacto imposible, donde el Consejo General del Poder Judicial sigue sin renovarse porque el PP se niega, pretende Núñez Feijóo acordar algo tan peliagudo como la aceptación de la lista más votada.
El Gobierno, o mejor dicho, Pedro Sánchez, apuesta su permanencia en el poder a la renovación de los pactos con nacionalistas y la izquierda del PSOE. Por tanto, jamás aceptará que, si en las próximas generales Feijóo le gana por diez escaños, por poner un ejemplo, tenga que dejar la Moncloa. Y el problema del PP es que sólo cuenta con Vox, ese apósito indeseado, imprescindible hasta ahora, y que aleja a los votantes de centro.
Si, además, tenemos en cuenta que la esencia del parlamentarismo consiste en conseguir apoyos y pactos con las distintas fuerzas, la propuesta de Feijóo es un viva Cartagena proclamado desde el emblemático escenario de San Felipe Neri.
No habrá paz, ni acuerdo posible, hasta mayo. Después, y en función de los resultados, ambos partidos con opciones de gobernar, reorientarán sus estrategias para la batalla definitiva que serán los comicios generales. Antes veremos como "Sumar" y Unidas Podemos encuentran más puntos de discrepancia con las políticas del Gobierno del que forman parte y Junqueras y los suyos vuelven a reivindicar el referéndum (al que nunca han renunciado) y la independencia. El PNV, siempre tan pragmático, esperará al resultado para pactar con uno o con otro, según las prebendas que se les ofrezcan. Ciudadanos será un recuerdo en la vida política y Vox extremará su programa de ultraderecha para seguir robándole votos a Génova.
Y así hasta las próximas Navidades.