Vermús virtuales que insuflan ánimos desde casa

Rubén Abad
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Becerril de Campos organiza una quedada por redes sociales a la que se suman decenas de vecinos. En Monzón, Frómista y Ampudia pasan las horas libres que les deja el trabajo en el patio y haciendo labores en casa

Vermús virtuales que insuflan ánimos desde casa

Quince días de confinamiento dan para mucho, hasta para crear nuevas formas de socializar con quienes habitualmente uno comparte charla y momentos distendidos al abrigo de la barra del bar. Vermús y vinos que ahora se toman los palentinos en sus viviendas para hacer más llevadero el aislamiento.

Así lo demostraron en Becerril de Campos, donde a falta de bares donde reunirse, los vecinos se inventaron un vermú virtual desde sus casas. La primera en animarse a colgar una fotografía fue Dioni Carrillo, a quien acompañan sus padres, Antonio Carrillo y María Jesús Ramos.

«Mis padres ya son mayores y estas cosas les animan. Viendo las imágenes y leyendo los comentarios hemos pasado un rato divertido», apunta.  Ellos viven enfrente de la tienda y junto a la panadería, lo que hace las mañanas algo más entretenidas al ver pasar a la gente. Por la tarde todo es más tranquilo, y pasan las horas viendo la televisión, saliendo al patio y jugando al parchís. «Hay momentos en los que no sabe uno ya ni qué hacer», confiesa Carrillo.

Vermús virtuales que insuflan ánimos desde casaVermús virtuales que insuflan ánimos desde casaDe bares y vermús saben mucho Ricardo Nieto y Saray Soler, de Monzón de Campos, donde regentan el bar Josefina, cerrado a cal y canto. Mientras llega esa ansiada reapertura, se afanan en limpiar a fondo el local. Una situación  que les tiene preocupados, pues los gastos fijos son los mismos y no tienen ingresos, además de la incertidumbre de cuándo podrán reabrir. El negocio les mantiene la mente ocupada y hace más llevadera la cuarentena. Cuando acaban allí y regresan al encierro de su hogar es cuando las horas se hacen eternas. «Estamos más aburridos que una mona», bromean. En paralelo, lamentan que su sector haya sido uno de los más perjudicados, aunque señalan que ahora tienen «que demostrar lo duros que podemos ser y arrimar todos un poco el hombro».

De Monzón también es Patricia Moro, que trabaja «toda la noche».  Cuando regresa, ayuda a los niños con las tareas antes de acostarse, aunque dice que es «difícil» conciliar el sueño. «Cuando me levanto preparo la comida y por la tarde jugamos juntos antes de la cena», afirma.

Los agricultores también trabajan pese al coronavirus. Un ejemplo de ello lo encontramos en Frómista, donde reside Juan Jesús Rico. «Algunos sectores no podemos parar, pero otros sí lo han hecho y va ser catastrófico», lamenta. El trabajo se centra en los últimos días en echar el herbicida y el abono, sembrar la alfalfa y preparar la del girasol. De estas dos semanas lo que más echa de menos es no ver a su hijo, que vive en Valladolid. «Para suplir esta ausencia física hacemos videollamadas diarias, que hacen todo esto algo más llevadero», puntualiza. Es en esos momentos cuando también se agradece ese café diario que ya no puede tomar en el bar.

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Esta ruta por los pueblos de entre quinientos y un millar de habitantes finaliza en Ampudia. Tamara Gil y su pequeño Bruno, de apenas dos años, llevan sin salir de casa todo este tiempo, no así su marido, que tiene que acudir a diario a su puesto de trabajo. Un niño de apenas dos años de edad del que su madre está sorprendida por lo bien que lo está llevando. «¡Bendito patio!», bromea la joven, quien para pasar el rato hace retos virtuales con la familia.