Carmen Quintanilla Buey

Otra mirada

Carmen Quintanilla Buey


Isabel

25/02/2023

Pocas mujeres, mejor dicho ninguna, podemos presumir de haber compartido vida con cuatro hombres importantes y muy famosos. Pero Isabel, Reina de corazones, sí. Sus cuatro conquistas más destacadas -por ahora, porque la queda glamour por delante para seguir agrandando la lista- han sido cantante carismático... marqués... ministro... premio nóbel... ¡Casi nada! Cuando se casó con Julio, sin duda era guapísima, pero luego, poquito a poco, ha llegado a no serlo tanto. Consigue conservar su engranaje, pero la estética se ha excedido y su nariz está muy aplastada... la sonrisa, a fuerza de utilizada, se ha convertido en mueca... Sigue mostrando, eso sí su estilizada figura, realzada por magnífico envoltorio de alta costura... y sí, ¡ahí está ella! Siempre sonriente, correcta y sosegada en cuanto al acoso mediático. Ahora bien, yo que ella no me hubiera dejado escapar al último, a Mario. Un hombre que, sin duda, hubiera sido el broche de oro, ya que muy poquitos como él saben poner los puntos sobre las íes, porque un talentazo así, lo es para todo: Soluciones, ideas, iniciativas, proyectos... ¡Tiene mucha más importancia la cultura, que la política, los títulos nobiliarios, las canciones y todos sus etcéteras! Claro, que si no estaba enamorada... Y seguramente no lo estaría, ya que en revistas del chismorreo, leí : Isabel era muy cariñosa con Mario, no se podía él quejar, ya que todas las noches se acercaba a su cama, le arropaba bien y le daba un abrazo...¡¡No, mujer, no, quédate a dormir con él, en su misma cama!! Ese comportamiento de mimo por cumplido, es el beso tontorrón con el que se obsequia a los viejitos, a los tontos y a los niños. Seguro que Mario sabe amar como a tí te gusta, pero tú te lo has perdido. Mis padres, ya muy mayores, dormían juntos y muy arropados entre mantas de Palencia. Admiro a la esposa de Mario que, con más o menos resentimiento y amor propio aplastado, ha sido capaz de tenderle su mano. Sí, tanto por esposa como por hijos, tiene la benevolencia asegurada. Me alegro. Pero... ¡Habrá que ver en este caso quien es la Reina de Corazones! Cuídate mucho, Mario. Los grandes talentos sólo se deterioran por el exterior, pero eso lo arreglan los puntos de apoyo: El bastón... las arrugas... las canas...por todas estas cosas. ¡Claro que se pega un bajón! Pero cuando se enfrenta a ellas la sabiduría intelectual... ¡se las lleva de calle!