El señor de los sellos

César Ceinos
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La colección de Isaac Pérez Delgado alcanza las 200.000 estampillas usadas y nuevas procedentes de todo del mundo. «Es mi vida», asegura al hablar de una afición que inició de joven

Isaac Pérez, observando un álbum correspondiente a la colección de barcos. - Foto: Óscar Navarro

Existe un lugar en la capital con 200.000 sellos y no es la oficina central de Correos de la plaza de León ni un estanco. Es la casa de Isaac Pérez Delgado, la persona con más estampillas de la provincia. Al menos, así lo aseguran en el reducido y veterano círculo filatélico que resiste en Palencia, donde no dudan en asignar este honor al coleccionista de 92 años, al que han llamado, incluso, para colaborar en actividades filatélicas de otras ciudades de la comunidad. Es, sin ninguna duda, el señor de los sellos, pese a que bromea diciendo que tiene «muy pocos». Su edad no frena la pasión. Todavía disfruta de su pasatiempo observando cada uno de los detalles con una lupa.

Acumula tanto timbres usados como nuevos y los atesora de prácticamente todos los rincones del planeta. Países tan lejanos como Tuvalu o Kiribati, ambos situados en el océano Pacífico, están representados en su recopilación, al igual que estados que solo son parte ya de los atlas y mapas del pasado. La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), la República Democrática Alemana (RDA), Checoslovaquia o Yugoslavia, que se disolvieron en los años 90 del siglo pasado, sobreviven en este inmueble, al igual que la parte occidental de Berlín. Además, conviven con las naciones que surgieron, de nuevo, después de la Guerra Fría, como Estonia, Letonia o Lituania.

«Los sellos son mi vida», asegura este palentino, que empezó a quedarse con los timbres postales cuando era estudiante y ya no dejó de hacerlo nunca. Un paseo por su vivienda sirve para corroborar, sin miedo a equivocarse, esa afirmación. A las estanterías de las habitaciones, que están llenas de álbumes debidamente identificados y tratados con sumo cuidado, se suman los catálogos de las colecciones y las medallas y trofeos que ha ido acumulando en exposiciones filatélicas. Burgos, Plencia (Vizcaya) o La Coruña son solo tres de las ciudades donde pudo disfrutar de esta afición y llevarse una alegría por ello. La lista, por supuesto, es mucho más amplia.

Por suerte, conserva una buena memoria y recuerda sin problemas que sus inicios en el mundo filatélico datan de la época en la que iba a La Salle. «Los frailes cogían sellos para las misiones, que se los vendían a las filatelias en el extranjero. En la tienda de mi abuelo dejaban algunos usados y yo se los llevaba», explica Pérez Delgado antes de comentar que, en aquellos años, «la mayoría eran de Franco».

A los sellos nacionales le siguieron, sorprendentemente, otros de la URSS, que, pese a las escasas relaciones entre ambos países, los conseguía gracias a un representante que los vendía en la calle Mayor, concretamente en un inmueble cerca del bar Conejo (en las inmediaciones de la estatua a la Mujer). «A lo mejor, por un céntimo te daba cinco o seis. Eran muy pequeños», declara. Décadas después de la caída del muro de Berlín sigue buscando los procedentes del otro lado del Telón de Acero, pero asegura que «es muy difícil conseguirlos ya». En este caso, el precio no es ningún problema. «Costarán diez o veinte céntimos y no los encuentras», añade.

EN EL NORTE DE ÁFRICA. Por otro lado, explica que una secretaria del Frente de Juventudes, cuando tenía unos 14 años, también le ayudó en los comienzos de la colección, de la que aún no vislumbraba su gran futuro. Después, en torno al año 1950, su pasión filatélica recibió un buen espaldarazo, aunque quizá fuera más sentimental que cuantitativo. Se fue al protectorado español de Marruecos con el ejército y empezó a mandar cartas a la mujer que después fue su esposa. «Al principio no me contestaba, pero luego me fue respondiendo y todos los sellos me los fue guardando», rememora.

A finales de los 60, se enteró que en el Club de Amigos de Alemania de Palencia se reunía gente para intercambiar sellos, por lo que decidió aprovechar la situación y acudir a ver qué conseguía. De esta etapa recuerda que adquirió timbres procedentes de Estados Unidos y que fue el germen de la Sociedad Filatélica y Numismática Palentina, que vio la luz en 1973. Pérez Delgado, que cita casi de carrerilla los apellidos de los compañeros con los que se embarcó en esta aventura, fue uno de los fundadores y le nombraron tesorero. Era el que iba a un «estanco de Corea» (barrio de San Juanillo) a comprar los timbres para los socios, que llegaron a ser, en el pasado, más de medio millar. Ahora son muchos menos.

La entidad facilitó que la colección de este camionero palentino aumentara tanto en calidad como en número. «En aquella época calculo que tendría unos 2.000 sellos. A raíz de la sociedad fuimos aprendiendo en cada exposición a la que íbamos. Además, comprábamos lo que más nos interesaba», subraya. Barcos y ferrocarriles son dos de las temáticas que más le han llamado la atención. Gracias a los trenes consiguió, de la mano con Hornos, su primer premio filatélico: una locomotora que conserva en el salón a la vista de todas las personas que acuden a saludarlo a su vivienda.

Con el paso de los años, la filatelia ha ido perdiendo adeptos, pero Pérez Delgado, al igual que otros colegas de la asociación palentina, continúan con esta afición. Llegó a pagar 150 euros por cinco estampillas correspondientes al Primer Centenario de los sellos en España. «Me gustan todos, no tengo uno favorito», declara. Antes se desplazaba a otras ciudades a intercambiarlos, en la actualidad, con el inestimable apoyo de su familia, también lo hace a través de Internet. «Trato de completar lo que me falta», asevera.

MUCHO VALOR. Para él, estos timbres son mucho más que el valor facial que aparece en euros, en pesetas, en marcos, en francos o en cualquier otra moneda de curso legal o fuera de circulación. Declara que a uno de sus yernos, como muestra de agradecimiento por acompañarlo durante una estancia en el hospital, le regaló una colección de Liechtenstein. También hubiera podido hacerlo de Andorra, puesto que tiene todos los sellos españoles y franceses que se utilizan en esta pequeña nación pirenaica. En cambio, en 2017 dejó de comprar los de España. Bajo su punto de vista, Correos, en la actualidad, «tira cromos y no sellos»
Por todo ello, fue nombrado mejor filatelista de la comunidad autónoma. Además, la entidad que fundó lo distinguió como socio de honor. «Es reconocido en toda Castilla y León», explica el presidente de la Sociedad Filatélica y Numismática Palentina, Luis González.