Pérez: "Vivimos en una sociedad con los valores trastocados"

Ical
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Entrevista con el bombero Francisco Pérez Rivas, que recibirá el premio Ical al compromiso humano por Palencia

Francisco Pérez Rivas, bombero palentino. - Foto: Rubén Cacho (Ical)

Aunque de pequeño quemó una casa y un pajar, Francisco Pérez Rivas (Ledigos, 1958) pronto descubrió que su vocación no era alentar sino apagar las llamas de un mundo repleto de emergencias humanitarias. Galicia tras el ‘Prestige’, Haití o Lesbos están entre los lugares a los que acudió para «empatizar con las víctimas» y dirigir rescates que le dieron «muchas satisfacciones», pero que también dejaron «heridas en el alma» que trata de cicatrizar con cada nueva vida salvada en una sociedad que a su juicio tiene «los valores trastocados».

¿Qué es el compromiso humano para Francisco Pérez Rivas?

Empatizar con las víctimas, ponerme en su lugar. También creo que cuando tienes las primeras experiencias como bombero, cuando acudes a accidentes de tráfico en los que una víctima muere en tus brazos y aquello te toca y duermes mal, te compromete a hacer algo para que aquello cambie y podamos hacer mejores rescates. Pero, sobre todo, es empatizar con la víctima y con lo que sufre.

¿Es esa empatía la que lleva a un bombero como usted a implicarse de esa manera en causas humanitarias?

Tiene que ver con la propia vocación de bombero, porque es mi caso y el de muchos. Creo que casi todos los integrantes de un cuerpo de bomberos trabajan por vocación. Es un trabajo muy vocacional y, al final, te metes en la ayuda humanitaria o la ayuda de emergencias porque la propia profesión te lleva a ello.

¿Cómo lo lleva su familia? ¿Entienden que, cuando surge una catástrofe humanitaria, coja el petate y se marche para ayudar? ¿Cómo se lo explica?

Mi hija es psicóloga y ahora lo entiende, porque en algunas misiones de ayuda humanitaria ha estado conmigo. De hecho, ahora ella trabaja en Cruz Roja y lo está viviendo de cerca. Creo que ha heredado el tema de la ayuda humanitaria. Pero es difícil. Mi única familia es ella y, aunque ahora lo entiende, cuando era más joven se quedaba mal. Y lleva peor la vuelta, porque después de Haití tuve un post-trauma de tres años sin dormir. Entonces hay situaciones en las que la familia lo lleva de una manera especial. Te acompañan en un estrés post-traumático y eso se lleva medianamente.

¿Dejan más heridas o satisfacciones las acciones que realiza ante las emergencias?

Deja muchas heridas en el alma, al margen de las físicas por la cantidad de accidentes que sufres. Pero las heridas del alma son las que son difíciles de curar. Satisfacciones también deja muchas. Tiene que existir un equilibrio porque sino, no podrías trabajar. Está en paz lo uno con lo otro. Mi trabajo me ha quitado muchas cosas pero me ha dado todo. Te da muchas satisfacciones cuando realizas un rescate, pero también te deja aquel recuerdo del rescate que no sale y de la víctima que dejaste ahí. Por ejemplo, tras Haití, la televisión de Castilla y León nos hizo un homenaje y trajo a Redji, el niño que rescatamos, y fue algo muy bueno y positivo para nosotros. Pero si preguntas a los bomberos que estuvimos en Haití, siempre el recuerdo que tenemos es el del rescate que no pudimos completar, el de Gaelle.

¿Es lo que más se le ha quedado grabado de su labor?

Sí, el rescate de Gaelle que no nos dejaron completar y no entender un protocolo de actuación por el que obligaron a nuestros propios escoltas a amenazarnos a punta de pistola para salir de aquel rescate y dejar allí a Gaelle. Hay noches donde todavía veo los ojos de esa niña mirándome. Es lo más fuerte de todas las situaciones que he vivido, la imagen más dura y la causa de mi estrés.

¿Cómo se prepara uno psicológicamente para esas heridas, para las situaciones que le toca vivir en una emergencia humanitaria?

Las misiones se preparan a base de experiencia y corazón. Siempre pongo el ejemplo de Haití. Fuimos siete bomberos de Castilla y León. La selección fue tan rápida que hizo que dos bomberos muy jóvenes lo pasaran muy mal. Soy responsable de aquello porque no calculé que, siendo tan jóvenes, no podían haber ido a esa misión. Los bomberos, por desgracia, no tenemos una preparación psicológica adecuada a nuestro trabajo. Tenemos una preparación física y técnica muy buena. Quizá, en cuanto a grupos de intervención, seamos los mejor preparados para siniestros con víctimas, pero necesitamos preparación psicológica. Porque, al final, nos estamos preparando a base de golpes, de ver víctimas.

¿Qué le dicen esas heridas del mundo en el que estamos, en el que vive cuando no está en una operación de ayuda humanitaria?

Cuando vuelvo aquí, a la civilización, pienso en cómo nos podemos quejar de lo que tenemos si hay gente que lucha solamente por poder vivir. No por un teléfono móvil mejor, o por un estatus mejor, sino por poder sobrevivir. Acabo de venir del Amazonas, de estar con una comunidad de guaranís que tenía todo y a la que ahora el Estado se lo quita por conseguir petróleo, reduciendo su territorio y cambiando su vida totalmente, porque ahora no pueden recorrer todo el territorio para poder comer. Y solo quieren comer. Les han reducido a morirse. Así que cuando vengo aquí y veo la situación de occidente, lo que a nosotros nos estresa, me da pena porque hay gente que está luchando por otras cosas tan pequeñas como sobrevivir. Hay tantas diferencias entre los que lo están pasando mal y los que vivimos bien, que a mí me da vergüenza, como europeo, vivir donde vivo y que me preocupe si tengo un teléfono de mejor o peor calidad.

¿Es entonces el mundo un lugar peligroso solo para el pobre?

Es peligroso para la gente que tiene menos posibilidades. El mundo es peligroso en Honduras, donde puedes morir por el mero hecho de estar en la calle. Pero es peligroso desde nuestra óptica, para ellos no. En una sociedad tan segura como la nuestra, el peligro está en salir de un lugar de vacaciones y pasar por un incendio. Pero los peligros que entendemos como la vida son aquellos otros, los de Honduras y Guatemala, donde salir a la calle es meterte en un lío pero no tienes otra opción. Creo que hay sociedades que no ven el peligro pero donde sí es peligroso vivir.

¿Es desalentador ver lugares donde la emergencia es continua?

Claro, y sobre todo es desalentador que no se pueda hacer nada. Existen lugares como San Pedro Sula, la segunda ciudad más importante de Honduras y la más peligrosa del mundo, en los que solo por montar un negocio para sobrevivir, tienes que pagar un impuesto de guerra a las maras, que tienen absoluto control de toda la sociedad mientras el Gobierno no hace nada. Es desalentador ver que esa gente no tienen ningún futuro porque los gobiernos son todos corruptos. Pero no queda otra.

¿Hay voluntad real, social e institucional, por revertir estas situaciones? ¿O la solidaridad en Occidente es puro ‘postureo’?

No hay voluntad real. Y ni siquiera hay ‘postureo’. Ya no les importa nada lo que pasa con los refugiados. Lo hemos visto con el tema de los barcos de rescate, no solo el Open Arms. No hay ni ‘postureo’, no les importa que los barcos se queden en el Mediterráneo creando situaciones de estrés que no hay derecho a permitir. Y vemos lo que está pasando en Lesbos, una isla con capacidad para 3.000 refugiados y donde hay 11.000, y Europa no hace nada. Lesbos es la vergüenza de Europa y se está tapando. Pero veremos si, en el futuro, el mundo no nos hace pagar esto.

¿Qué le diría a aquellos que quieren cerrar las puertas de Europa a los migrantes?

Que una vez nosotros fuimos refugiados, y que nuestros antepasados, no tan pasados, tuvieron que salir de aquí cuando tuvieron una guerra y querían que les dieran el estatus de refugiado porque estaban buscando un refugio. La empatía es lo que nos falta y lo deberíamos tener en cuenta.

La migración es, en muchos casos, consecuencia de esas catástrofes naturales a las que acuden como ayuda humanitaria y para las que la sociedad es más solidaria. ¿Por qué la sociedad occidental envía dinero, pero después cierra sus puertas a quienes huyen?

Porque vivimos en una sociedad que tiene los valores trastocados. Se quema la catedral de Notre Dame y hay un aluvión de donaciones para recuperarla. Pero se queman nuestros pulmones, el Amazonas, y nadie se preocupa. En la migración, no dejamos que entren cuando muchos están huyendo de guerras que hemos provocado nosotros y que seguimos alimentando porque nos interesa vender armas. Aquí, en Palencia, tenemos una fábrica de armas, pero nadie protesta por ello y ni siquiera preguntamos dónde se venden esas armas porque supuestamente beneficia a la economía. Pero es una contradicción.

¿Qué papel juegan los medios en esa diferente óptica?

La prensa es la que da la información, la que hace llegar a la ayuda humanitaria. Un ejemplo: en Lesbos, había información en todas las televisiones de Europa durante dos años. Pero vinieron otras cosas y desaparecieron las noticias, porque a Lesbos dejaron de ir los famosos y la prensa, que iba detrás de ellos, dejó de ir. En la sociedad, cuando no hay información o hay exceso de información, es como si nos vacunáramos. En imágenes como las de Lesbos desaparecen para no herir la sensibilidad de la sociedad o porque se repiten tantas veces que ni nos llaman la atención. Nos vacunamos contra las emergencias humanitarias, contra lo que pasa.

¿Cree, entonces, que existe hipocresía en el reconocimiento a la labor humanitaria?

Claro que hay hipocresía. No puedo admitir que el Gobierno de Castilla y León reconozca nuestra labor cuando se ha negado a ayudar a los refugiados cuando realmente se necesita. Porque G-Fire, todo lo que ha hecho, ha sido con ayudas privadas. Cero euros de la administración, porque dicen que no es una emergencia.

Y, desde las asociaciones de ayuda humanitaria, ¿qué debe cambiar?

Debemos cambiar nuestra filosofía de trabajo. Por un lado, que se hagan proyectos muy concretos, no macroproyectos donde no se controlan los recursos. Y, por otro, hay que acabar con el ‘postureo’. En ayuda humanitaria hay mucho turismo de emergencias, grupos que van solamente para figurar, rellenar un currículum y conocer un país, sin pensar que están jugando con vidas humanas. En Haití se han abandonado rescates por la poca profesionalidad de algunos grupos. Y es que el turismo de emergencias es tan grave que hasta nosotros podemos matar gente. Se necesita profesionalidad en los grupos de las ONG que acuden a las emergencias, porque sino podemos hacer mucho daño.

Ante un panorama así, ¿qué le diría a una persona para animarle a seguir su camino?

He tenido muchos alumnos que ahora son bomberos y siempre les digo que disfruten de su trabajo si es vocacional. Pero que, si no tienen vocación, que den un paso al lado. Porque trabajar por dinero en esta profesión no funciona. Es una profesión muy vocacional y, si no la tienes, poco puedes hacer.