Hay quien dice que las necesidades no son tales, sino creaciones de los interesados que existan para poder cubrirlas. Algunos lo llaman marketing, otros visión comercial y en ciertos casos puede tratarse incluso de adelantados a su tiempo, capaces de prever los cambios de la sociedad y las demandas que eso conlleva. Vamos, que se puede vivir sin bebidas azucaradas, energéticas o refrescantes hasta que los fabricantes y los publicistas, apoyados por científicos o seudocientíficos, convencen a la población que aportan minerales y vitaminas, alivian el estrés y el cansancio y mejoran las relaciones sociales. Ahí se crea una necesidad. Tampoco es imprescindible estar presente -y activo- en todas las redes sociales o sustituir cada año los dispositivos móviles por otros más ¿modernos? ¿rápidos? ¿potentes? Otras necesidades creadas de manera artificial e interesada. 

 Hay, sin embargo, necesidades reales que se derivan de cambios laborales, formativos, constructivos, sanitarios, relacionales y de turismo y ocio. Son las que precisan respuesta en tanto en cuanto satisfacen una demanda y constituyen un bien general o, cuando menos, más generalizado cada día que pasa. Hace más de tres décadas que nació en Palencia la asociación campista El Otero, de la mano de un puñado de aficionados a hacer turismo con caravanas. Era una fórmula bastante extendida en otros países europeos que en España no tenía entonces demasiado tirón. Ahora es cada vez más frecuente cruzarse en las carreteras con caravanas, autocaravanas y camper -esas furgonetas acondicionadas para la movilidad y para el descanso-. Quienes llevan tiempo practicando esta manera de viajar, alaban las ventajas de no depender de la oferta hotelera o de las fluctuaciones de precios en los alojamientos, de llegar a todas partes, de modificar itinerarios sobre la marcha y de crear vínculos a partir de una experiencia urbanas, pero sobre todo, apta para moverse por parajes naturales y en el medio rural. Eso, por no citar el ahorro económico, que hacen más apetecible este tipo de turismo sobre todo en tiempos de crisis e inflación como los que vivimos.

Pero, no se trata de ir por el mundo con la casa a cuestas sin límites, dejando residuos a su paso de manera incontrolada u ocupando tres plazas de aparcamiento de una vez. Los autocaravanistas precisan de áreas con un número concreto, real y conocido de plazas y unos servicios adecuados en materia de limpieza, higiene y respeto medioambiental. Son las demandas que las necesidades del turismo itinerante imponen y Palencia puede presumir en este aspecto de escuchar y dar una respuesta positiva, ya que son sus 28 áreas y 419 plazas está a la cabeza de Castilla y León.