José María Ruiz Ortega

Estampas rurales

José María Ruiz Ortega


Ya es primavera

19/03/2022

El inicio de la primavera astronómica se produce mañana domingo, aunque la naturaleza ya nos ha obsequiado con los primeros signos florales. En el jardín ha brotado el primer tulipán saludando mí onomástica, mientras los ciruelos ornamentales se pueblan de flores y evidencian el equinoccio primaveral. Recordamos a Julio César, en el riesgo de los idus de marzo: dos años del confinamiento de la pandemia, diez y ocho años cuando diez bombas estallan en los trenes de cercanías de Madrid, el mayor atentado yihadista perpetrado en Europa y ahora Putin, el Hitler del siglo XXI, un genocidio en Europa central. Hay un paralelo entre Putin y Hitler; los dos son unos decepcionados de la historia, uno quería volver al imperio austrohúngaro y Putin a la antigua Unión Soviética. 
Pero hoy toca hablar de primavera, un tiempo que hace vibrar de emoción al poeta y se transforma en vehículo transmisor al lector con un valor terapéutico de limpieza, frente a la melancolía de la tristeza y el horror. Siempre hay rastros de pesadumbre, pero, con o sin memoria humana, se puede rastrear en la fuerza poética un recuerdo amable. Como los últimos versos de Antonio Machado, recuperados por su hermano en el viejo abrigo: «Estos días azules y este sol de la infancia». La primavera nos invita a soñar, la mística del equinoccio nos acerca a la Naturaleza y a la esperanza verde de lluvia sobre los campos frumentarios aun juveniles; ahora coloreados con una inusual calima africana.
La primavera resuelve la perspectiva del agricultor, del hortelano que prepara las eras donde brotarán esos alimentos directos sin necesidad de elaborar, sólo cortar y llevar a la mesa. La primavera es metáfora de lo que vivimos, de esa juventud que ya pasó. Pero también la primavera es niñez como los almendros y frutales en flor tierna, de nueva esperanza y anhelar un canto fresco del grillo, envuelto en el aroma de las rosas. En este equinoccio de noches y días iguales, en el reverdecer mirando al cielo y a las nubes que traerán la vida de las plantas; como los brotes verdes del viejo olmo de Machado, otra metáfora para levantar el ánimo frente a la guerra.