Antonio Álamo

Antonio Álamo


Lamentos

29/09/2022

Anda media Europa compungida tras conocer el resultado electoral de Italia y comprobar que gobernará la ultraderecha. Anda también media España compungida tras descubrir que la situación de las mujeres en Irán es delictiva, obligadas como están a taparse hasta las orejas so pena de recibir castigos a manos de fanáticos religiosos. Ahí está el caso de la muchacha asesinada –si alguien demuestra lo contrario que lo diga- por no llevar el velo en condiciones. Y también anda Castilla y León pero más abochornada que compungida tras el espectáculo ofrecido en las Cortes regionales hace unos días, gracias al cual hemos empezado a ser muy conocidos en toda España y en el extranjero. El Cid Campeador al lado de los protagonistas pronto será como un hincha anónimo en un estadio.
Lo de Italia, y antes lo de Hungría o Polonia, para qué engañarse, invita a fijarse en la deriva de las dos corrientes que promovieron el Estado de Bienestar surgido tras la II Guerra Mundial, en los ciudadanos de ahora y en momentos históricos en los que ya no se repara. Entre estos últimos bastaría citar la crisis financiera del 2008, que se veía venir desde que se aligeraran ciertas regulaciones financieras pero que se tomó casi a risa… Hay una anécdota ilustrativa que la resume y no tardando ocupará este hueco. Por lo demás, habría que reflexionar sobre la incapacidad actual de esos dos bloques, democristianos y socialistas, para afrontar los retos de la modernidad, para reconocer sus carencias en los ámbitos de la ejemplaridad y la regeneración política y para flexibilizar la rigidez de sus estructuras, ajenas a las nociones de tolerancia y discrepancia. 
Lo de las Cortes regionales, como lo de Italia, no es más que una consecuencia de un proceso electoral y cualquier ciudadano respetuoso con un sistema democrático lo entenderá perfectamente. Ahora bien, quien haya trabajado en esta región mucho antes de que existiera el Estado de las Autonomías y la Constitución de 1978 conoce de sobra que el papel de los presidentes de las Cortes está impregnado de neutralidad. El primero que tuvo España tras la dictadura de Franco fue el diputado por Palencia Fernando Álvarez de Miranda y lo fue. De otros ya no se podrá decir lo mismo.