Noches de bodas muy agitadas

Fernando Pastor
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/ Cerrato insólito

Noches de bodas muy agitadas

Otra costumbre típica por el Cerrato era hacerles a los novios todo tipo de bromas. 

En Villaconancio, darles cagajones de caballo rebozados en harina simulando ser pasteles. En Alba de Cerrato, mojarlos en el pilón. 

En Tabanera de Cerrato, en un banquete celebrado al aire libre, les tiraron a los novios bombas de agua durante la comida y les ataron una goma debajo del plato para tirar de ella cuando fueran a comer, de modo que el plato subía y bajaba.

Noches de bodas muy agitadasNoches de bodas muy agitadasLos burros tenían mucho protagonismo en estas acciones, pues en numerosas localidades los novios eran manteados y paseados en pollino atados de espaldas, la novia mirando hacia atrás y el novio mirando hacia delante o a veces tirando del burro. Era frecuente que a la novia la hicieran ir en burro hasta la iglesia, y en Palacios del Alcor pretendieron llevar en una burra a Lauri desde la panera de su casa, para lo que tuvieron que subir primero a la burra hasta allí por las escaleras. En Castrillo de Don Juan algunas veces intentaron meter el burro en el bar pese a haber escaleras, un chico tirando del ramal y otro empujando por detrás, con la pareja montada por lo que al subir las escaleras los novios se resbalaban por la grupa del asno hacia atrás.  

También tenía protagonismo el yugo, como símbolo de unión. En Quintana del Puente era el cura quien les ponía un paño por encima de los hombros imitando a cuando se ponía el yugo a las caballerías. En Torresandino los mozos les ponían un ubio a modo de yugo diciéndoles «ya estáis casados». En Renedo a un novio le pusieron un yugo, pero para hacerle ir tirando del mismo y cavando por una calle que era de tierra. 

A veces paseaban a la pareja bajo palio. En Vertavillo lo confeccionaban con piel de burro y cuatro palos y en Villafuerte con palos y paja.

Noches de bodas muy agitadasNoches de bodas muy agitadasPero las mayores bromas eran tendentes a no dejarles tranquilos la noche de bodas. Por eso, ellos trataban de mantener en secreto dónde la iban a pasar, que generalmente era en casa de algún familiar, y cuando lo veían propicio desaparecían con la excusa de ir al servicio o a buscar algo.

Pero los mozos casi siempre acababan enterándose y reaccionaban con un «¡qué se escapan los novios!» y si lo evitaban les tenían un rato más controlados.

La lista de bromas es interminable: la petaca (a veces cosida); echarles en la cama sal, arena, polvos de pica-pica, pinchos, ortigas, cardos e incluso agua; meterse uno o varios mozos debajo de la cama y salir en el momento más inoportuno; retener a la novia para no dejarla ir a dormir; quitarles la llave de la casa; colocar un recipiente con agua encima de la puerta para que entrar cayera y les empapara; entrar por el balcón o por la ventana para sacarles de la cama y bajarles por la escalera; colocar esquilas debajo de las sábanas y cencerros debajo el colchón para que sonaran al moverse; encerrarlos; aflojarles el somier y poner patas postizas para que con el peso se cayera; subir al tejado y meter por la chimenea una lata con fuego y unas gomas quemándose, tapando además la chimenea para que toda la humarada con olor a goma quemada obligara a los novios a levantarse de la cama y salir de casa si no querían asfixiarse; aporrear la ventana de la habitación (colocaban arados para poder encaramarse hasta allí), y un largo etc. 

Para entrar en la habitación tenían muchas estratagemas. Por ejemplo, en Palenzuela en una ocasión un mozo llamó a la puerta pidiendo auxilio, fingiendo ser perseguido. Los novios asustados abrieron, y aprovecharon todos (que estaban escondidos en silencio) para irrumpir en tropel. 

En Guzmán, en la boda de Terencio y Valeriana, dos mozos se escondieron bajo la cama y cuando escucharon los primeros arrumacos salieron, colocaron una mesa y unas sillas y se pusieron allí a jugar a las cartas toda la noche mientras controlaban a los novios diciendo «las manos fuera, las manos fuera». 

En muchos pueblos los mozos llegaron a sacar a los novios de la cama a la calle desnudos y pasearlos en burro. Algunas veces cogían el colchón para taparse.

En Villarmentero, en la boda de Máximo y Nieves, uno de los invitados les dijo a los mozos «si me traéis al novio en calzoncillo y a la novia en bragas os doy 20 duros». Lo intentaron, porque sabían donde iban a dormir, pero cuando estaban trepando hacia la ventana les oyó el dueño de la casa (tío de la novia) y cuando ya estaban bajando las escaleras del desván les afrontó con la cachaba haciéndoles huir precipitadamente. 

Todas estas bromas se desarrollaban ante la risa de los mozos, quienes, no obstante, podían librar a los contrayentes de sufrirlas a cambio de dinero para continuar la juerga en otro lado.