Carmen Casado Linarejos

Epifanías

Carmen Casado Linarejos


El mundo de ayer

05/02/2023

Es el título de un libro imprescindible de Stefan Zweig (1881-1942) que narra, con melancolía, la pérdida de la esperanza en que la sociedad europea que surge en el periodo de entreguerras pudiera suponer el inicio de un nuevo humanismo inspirado por los avances que se estaban produciendo en todos los órdenes sociales. Aquella esperanza se vio truncada por la realidad y su constatación le llevó al suicidio. Coincide esta actitud con la que el poeta Luis Antonio de Villena (Madrid, 1951) expresa en unas recientes manifestaciones, según las que vivimos un tiempo «de vulgaridad e ignorancia» que no le gusta. Su refugio es el arte, como siempre ha ocurrido con tantos artistas. Es este un modo de pensar propio del Romanticismo y compartido por la mayoría de las personas cuando llegan a una etapa de su vida en la que la juventud está ya lejos y comienzan a sentir que sus ideales y su modo de entender la vida no encajan con los de las nuevas generaciones. Es el miedo a un futuro incierto sobre el que se ciernen todo tipo de amenazas, con la pérdida de los valores de un tiempo que ya apenas existe. Actitud recurrente de la que se nutren numerosas obras literarias que muestran que ese pesimismo es producto de la constatación de verse superado por el paso del tiempo y no poder integrarse en el nuevo. Si hojeamos la prensa diaria, se observa que entre los numerosísimos comentarios acerca de ese estruendoso ridículo en forma de Ley (sólo sí es sí), se cuela alguna noticia curiosa. Entre ellas, aparece el desarrollo del uso de la llamada «inteligencia artificial» expresada por máquinas de modo semejante a la inteligencia natural demostrada por humanos. La noticia está en que se le puede encargar a la máquina que escriba un poema, una novela o un artículo periodístico. Si esto fuera cierto, estaríamos ante una nueva sociedad deshumanizada y controlada por máquinas. De este modo, se vería alimentada esa actitud pesimista producto del temor de que el hombre pierda su capacidad creadora al ser sustituida por la máquina. La idealización del pasado- «cualquier tiempo pasado fue mejor»-y el temor a un futuro que nos inquieta, nos impele a una constante búsqueda de respuestas que no nos darán las máquinas.