Cofradías en Castrillo Tejeriego

Fernando Pastor
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En la segunda mitad del siglo XVI, la práctica totalidad de los vecinos pertenecían a alguna de las numerosas cofradías existentes en la localidad. Incluso alguno era miembro de más de una

Cofradías en Castrillo Tejeriego

Las cofradías de ánimas centraban su actividad en el Carnaval y en las festividades de difuntos del mes de noviembre, pero existían también otros tipos de cofradías, pues eran el instrumento con el que la Iglesia fomentaba la religiosidad de la gente, y experimentaron un gran crecimiento a raíz del concilio de Trento, en 1542. 

Todas celebraban fiesta en honor de su respectivo patrono con misa, procesión, aperitivo, música, cohetes, etc. Cuando fallecía algún cofrade, le acompañaban en el funeral y celebraban misas y responsos por su alma.

Castrillo Tejeriego fue de las localidades en que más proliferaron. En la segunda mitad del siglo XVI, la práctica totalidad de los vecinos pertenecían a alguna de las numerosas cofradías existentes en la localidad. Incluso alguno era miembro de más de una.

Con el paso del tiempo se fueron unificando y luego poco a poco desapareciendo. En la actualidad perdura únicamente la de la Virgen de Capilludos, cuyos cofrades obtuvieron en 1614 bulas papales, lo que provocó una avalancha de cofrades procedentes de las más diversas latitudes, incluidos renombrados miembros de la nobleza, de la judicatura, funcionarios, diplomáticos religiosos, etc.

La Cofradía del Rosario contaba con un tamborilero y con un predicador al que obsequiaban con una polla. Una costumbre propia de esta cofradía era las mayas: cuatro chicas salían en el mes de mayo a pedir limosna a los vecinos a cambio de peinarles y hacerles chanzas o bromas.

La Cofradía de Santa Águeda, fundada el 5 de febrero de 1846, estaba formada exclusivamente por mujeres, aunque las actas tenían que firmarlas sus maridos o representantes legales y su abad el era el cura del pueblo. Entre sus cargos tenían una presidenta, una llamadora, que avisaba de los cabildos y reuniones; tres enfermeras, que atendían a las cofrades enfermas; dos limosneras, que pedían limosna para las pobres y necesitadas, y una mayordoma, que llevaba las cuentas. 

La Cofradía de San Isidro tenía entre sus fines luchar contra la blasfemia, además de bendecir el campo los días de San Isidro, de San Marcos y la víspera de La Asunción.

La Cofradía de la Vera Cruz, fundada el 21 de abril de 1547, tenía como patrón al Cristo de la Batallas y celebraba su fiesta el 3 de mayo, día de La Cruz, aunque también celebraban la Semana Santa y el Corpus Christi procesionando con el Cristo y con los cirios y hachones encendidos.

Tenían como misión atender el hospital del pueblo, prestando ayuda a pobres y transeúntes, así como a los propios cofrades que enfermaran. 

Esta cofradía, que desapareció a medidos del siglo XIX, tenía por costumbre oficiar una vez al mes, normalmente el tercer domingo, una misa solemne, cantada por el sacristán, con exposición de la imagen de Cristo y seguida de una procesión. Se denominaba las doce misas de Minerva, en referencia a una Iglesia en Roma llamada Santa María supra Minerva.

En Reinoso de Cerrato también existía una Cofradía de la Vera Cruz, cuya mayor actividad se centraba en la Semana Santa, pero también encargaba una misa cantada el segundo domingo de cada mes, con procesión dentro de la iglesia, así como actos solemnes en fechas señaladas como el día de la Invención de la Cruz (3 de mayo), la Exaltación de la Cruz (14 de setiembre) y los días dedicados por el santoral a San Fabián y San Sebastián (20 de enero) y San Roque (16 de agosto), con sus respectivas vísperas, con responso, misa cantada y procesión fuera de la iglesia.

TRAGEDIA EN VILLAMURIEL. Otras localidades cerrateñas también contaban con numerosas cofradías. Así, la Asociación Amigos del Patrimonio de Villamuriel recoge en su blog que la Cofradía de Ánimas de la localidad celebraba función los domingos siguientes al Día de los Santos, y durante la noche anterior a cada función las campanas doblaban a muerto.

Para ello, la noche del 14 de noviembre de 1908 el sacristán, Mariano Diez Camazón,  y dos vecinos,  Patricio Antolín Expósito, el herrero del pueblo, y Crescente Herreros Escudero subieron a la torre. Tras doblar las campanas se quedaron en el campanario ya que tenían que volver a tañerlas antes del amanecer. Pero ante el intenso frío decidieran ir a casa del sacristán, ubicada justo enfrente de la iglesia, donde encendieron un brasero.

La mujer del sacristán, Estefanía Cuesta, extrañada de que hubiera amanecido sin que las campanas doblaran a muerto de nuevo, les llamó insistentemente para despertarlos. Al no obtener respuesta avisó a los vecinos, que entraron y los encontraron sin vida. Mariano aún respiraba, pero fallecería poco después. Se habían quedado dormidos y el dióxido de carbono del brasero (popularmente conocido como tufo) les provocó la muerte por asfixia.  

El sacristán del pueblo tuvo un funeral de primera categoría y Patricio y Crescente lo tuvieron de tercera categoría.

 No podemos dejar de agradecer a Alfonso de la Fuente Sancho su colaboración en este capítulo, aportando documentación sobre Castrillo Tejeriego.