Estamos más que acostumbrados a oír que la vida sube. Generalizar es lo que tiene, que hay casos en los que no se acierta. ¿Alguien recuerda lo que valían hace treinta años las primeras televisiones en color, una lavadora o un ordenador? Hay productos que no sólo han bajado de precio sino que además cada vez son mejores. Lo mismo nos ocurre en el sector agrario, hasta hace cuatro días nos pagaban nuestras producciones a precios del año de la pera y ahora algún elemento de los que no aparece en la tabla periódica se atreve a decir que estamos especulando y somos lo peor del mundo, lo de siempre.
Lo cierto es que los precios que percibimos no han aumentado en la línea del precio de la vida, porque ésa sí que sube, no sólo de electrodomésticos y ordenadores vive el hombre. ¿Y cómo nos hemos arreglado para salir adelante? Pues como las empresas tecnológicas: innovando, dimensionando las explotaciones, mejorando la productividad y ahorrando costes.
Pero si hay un riesgo que siempre sobrevuela en los mercados es el regulatorio y con ése nos hemos topado. No es algo nuevo, siempre nos han estado apretando las tuercas pero estamos llegando a un límite donde la tensión de rotura de nuestros tornillos está a punto de alcanzarse y hacernos eso, señores políticos, es tirar piedras a su propio tejado. Debemos recordar que estamos hablando de un sector estratégico, el sector que nos da de comer a todos. Algo que hasta hace cuatro días se daba por sentado y que ahora está en boca de todos. Llegados a este punto conviene hacer mención a que las subvenciones de la PAC cuestan al día treinta y cuatro céntimos por persona, unos diez euros al mes, ¿quién no pagaría diez euros al mes porque siempre hubiera comida en las estanterías de los supermercados? Y no cualquier comida sino comida sana y a precios asequibles.
Pero el caso es que ahora en la alimentación estamos en una situación de precios que suben sin parar. ¿Acaso es que la PAC no funciona? La PAC funciona lo que la dejan funcionar los que la manejan desde Bruselas. Algo que se creó para producir ahora está sirviendo para colmar los anhelos verdes de algunos utópicos rebosantes de poder y, debido a esos delirios de grandeza, los europeos estamos inmersos en un viaje a ninguna parte y observamos ojipláticos cómo se legisla a espaldas del interés de la sociedad, que en definitiva es quien paga la fiesta con sus impuestos.
Nos están coartando nuestra libertad para producir y ser productivos mediante normas y normas que cada vez son más restrictivas, pero eso sí, también son más verdes o al menos se vanaglorian de serlo. Al fin y al cabo lo verde es lo guay y lo que más mola. Puedo entender que alguien pensara así hasta hace unos meses, cuando tenemos en nuestra querida España a unas nuevas generaciones que dudo que sepan que las patatas no salen de la tienda ni la leche del supermercado. Pero después de ver la que está cayendo, ¿todavía estamos así?
Lo último ha sido la intención de la Comisión Europea de reducir el uso de fitosanitarios un 50% en 2030, que parece lejos pero está a la vuelta de la esquina. Me parece fenomenal que reduzcamos el uso de fitosanitarios pero ¿no sería más lógico ver si son necesarios o no? ¿Acaso alguien piensa que somos tontos y vamos tirando el dinero una hectárea tras otra por afición? Lo que estamos viendo en Ucrania, y sus consecuencias, por ejemplo, en los mercados de cereales, debería quitarnos la tontería. Debemos suministrar alimentos a los ciudadanos del mundo y no nos dejan hacerlo. 
Esta campaña ya hemos visto un incremento en nuestros costes pero no hay que olvidar que éstos han ido subiendo según avanzaba el año agrícola por lo que digamos que no hemos sentido todo el peso de la inflación en la campaña. Para colmo la cosecha no va a ser buena y veremos los precios a que podemos ponerla en circulación en el mercado. ¿Pero qué pasará cuando llegue la próxima campaña? ¿Vamos a ser capaces de soportar unos costes superiores a los mil euros por hectárea? ¿Podremos dormir sin tener la certeza de que en 2023 habrá una cosecha aceptable ni de los precios que nos pagarán por ella?
Si mal estamos o vamos a estar los agricultores peor lo tienen los ganaderos, con unos precios que no les dan para cubrir costes. Acabará siendo un oficio que aparezca en los libros  de historia como sigamos así. Que a nadie se le olvide: ganadería que se cierra, ganadería que no se abre. O se ponen las bases para que sector agrario salga adelante o nuestra sociedad lo terminará pagando caro.