"Estoy preparado para los derrapes de la vida"

María Albilla (SPC)
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"Estoy preparado para los derrapes de la vida" - Foto: Kiko Simeón

Un «derrape de la vida» dejó a Cisco García (Córdoba, 1982) parapléjico. Así. Sin avisar. De golpe. De un golpe. Hacía snowboard en Mayrhofen (Austria) con sus amigos y algo pasó en un salto. Después, nada volvió a ser igual. Aquel 28 de diciembre de 2015 marcó un antes y un después. Atrás dejaba la vida de un chaval joven, intrépido y feliz dispuesto a comerse el mundo. Entonces empezó la vida de un chaval joven, intrépido y feliz dispuesto a comerse el mundo, pero sobre una silla de ruedas.

 

Para los que no le conozcan, ¿quién era Cisco García antes del 28 de diciembre de 2015?

Pues una persona normal, con una vida normal. Era abogado y tenía un trabajo estable... Era una buena vida, la que yo me había construido y me gustaba tener. Hacía mucho deporte, snowboard, boxeo, iba al gimnasio, jugaba al tenis... y me encantaba viajar. Esa era una de mis grandes pasiones.

 

Pero aquel día marcaría un punto de inflexión en su vida: se cayó haciendo snowboard en Suiza.

Ese día quebrantó todas mis expectativas. Me caí practicando un salto que había hecho mil veces y en el suelo me di cuenta que algo iba mal porque no sentía nada en mis piernas. No tardé en saber que me había dañado la médula y que me había metido en un buen lío. Los días siguientes, cuando me despertaba por las mañanas me parecía que todo aquello no era real, que estaba viviendo en una pesadilla, pero sí que lo era...

 

¿Cómo se encaja con 33 años que se ha quedado parapléjico?

Al principio es como algo que no te crees, pero lo duro vino cuando me di cuenta de que no tenía arreglo, porque cuando tienes un problema y tiene arreglo es solo una adversidad. La cosa cambia cuando no tiene solución. Fue un cambio muy radical, pero los 10 primeros días que estuve en el hospital en Innsbruck pasaron mejor de lo que cualquiera se pudiera imaginar. Me reía, comía pizza, estaba con algún amigo, con Raquel (entonces su novia, hoy su esposa), con mi hermana, seguía trabajando desde la cama del hospital... El cambio fue cuando entré en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo. Ahí es cuando fui realmente consciente de que recuperarme iba a ser muy complicado. Entonces tuve que aceptar la situación, no comparar con cómo eran las cosas y ver qué le podía sacar a la vida.

 

A pesar de la discapacidad, en estos cinco años ha hecho cosas en la silla de ruedas que los demás ni imaginan hacer a pie.

La frase de que los límites están en nuestra cabeza está muy manida, pero es real. Al año de lesionarme me fui con mis amigos a Sri Lanka. Luego estuve en Costa Rica, en Panamá, he ido al sur de la India, a Marruecos... Son sitios que, evidentemente, no están adaptados, pero yo soy muy echao p’alante y creo que eso me ha salvado. Es lo que me mete en situaciones difíciles y también lo que me salva; ese punto de locura, de no pensar, de hacer, independientemente de la silla. Disfruto también de la adversidad.

 

¿Las ganas de vivir intensamente es lo que le ha dado la fuerza necesaria para seguir exprimiendo la vida?

Sin duda. Es una manera de entender la vida, el no querer que pase sin pena ni gloria. Yo quería vivir con intensidad y el poder seguir haciéndolo ahora es algo que agradezco mucho. Mi lesión podría haber sido peor. Estuve en el aire 10 o 12 metros. Si llego a haber caído sobre el cuello podría haberme quedado tetrapléjico. Tuve suerte porque al quedarme solo parapléjico puedo llevar una vida absolutamente normal. Las ganas de vivir fueron esenciales para asimilar lo que me había pasado.

 

A los tres meses de estar en el hospital de Toledo se cogió un tren y se plantó en Madrid en una discoteca para escuchar pinchar a Marco Carola. ¿Qué supuso esa locura?

La verdad es que coger un taxi y un tren yo solo a los tres meses de sufrir la lesión fue un hito. En Madrid me recogieron unos amigos y nos fuimos a comer. Estuve con mucha gente a la que no había visto desde la lesión, que eso da mucho miedo, y luego nos fuimos a la discoteca en la que había miles de personas. Lo pasamos muy bien y fue bonito, pero tuvo partes duras. El cansancio, darme cuenta de que hacía nada yo estaba andando como el resto de la gente que estaba allí, ver que estaba más bajo que el resto para hablar me molestaba... Fue una locura, pero me ayudó a aceptarlo todo muy rápido.

 

¿Cuántas veces su madre o su mujer le han llamado loco?

Mi madre siempre ha visto que vivo rápido, pero es que es mi naturaleza, no puedo luchar contra eso.

Vanesa Martín nos escribió una canción a Raquel y a mí que ha incluido en su último disco. Se llama Salto Mortal y en ella dice ‘yo que nunca encontraba el descanso en ti mi guerrero...’ y creo que es lo que pensaba Raquel de mí y de lo inquieto que he sido siempre.

 

¿Qué papel ha tenido ella, su compañera de vida, estos años?

Ha sido muy importante. Siempre ha estado a mi lado. Normalizó la situación desde el primer día y me ha hecho todo más fácil. Es la persona con la que mejor me lo paso y con la que más me gusta estar. Tenemos una relación muy bonita y sana.

 

¿Qué le inspira en la vida para tener siempre esas ganas de más?

La vida pasa rápido y no quiero llegar a mayor arrepintiéndome de no haber hecho ciertas cosas. Cuando estábamos confinados en casa el año pasado, me reconfortaba pensar todas las cosas que había vivido, las sensaciones salvajes que había tenido, las experiencias vividas ¡porque a lo mejor no vuelven! Lo mismo me pasó cuando me quedé en la silla de ruedas. ¡Me mueven las ganas de vivir! ¡Me gusta meterme en charcos! Quizá eso lo perdí un poco al principio, la silla me bajó la autoestima... Es fácil estar bien cuando te van bien las cosas, pero hay que saber hacerlo cuando no es así. Yo he conseguido tener la misma confianza que antes, el brillo en los ojos y la sonrisa.

 

¿Qué es lo que más le ha costado reaprender o adaptar a esa nueva vida en silla de ruedas?

Lo que más me costó fue enfrentarme a la sociedad, a la calle... Salía acojonao por quién me pudiera encontrar, por lo que me fueran a preguntar, tenía miedo a caerme en un bordillo, a que me miraran con lástima... Tardé como un año y medio en volver a encajar todo esto.

 

¿Cómo se ve la vida a una altura distinta a la de los demás?

Estás en una situación de desventaja. La silla además tiende a dar lástima, pero lo que hay que hacer ahí es doblar el carácter. En una adversidad como esta o te hundes o das el doble para seguir viviendo igual.

Al principio pensaba que vivir en la silla de ruedas iba a ser un infierno absoluto, que no iba a poder vivir solo, viajar, ir a bares o relacionarme con la gente, pero no es cierto. Puedo hacer todo eso, pero hay que echarle más coraje. Hay que apretar los dientes mucho más y tirar. Quedarme en casa amargado no ha sido nunca una opción para mí.

 

¿Qué les diría a aquellos que le miran con pena por ser una persona con discapacidad?

Yo ya no siento esas miradas. Pienso que me pasaba al principio porque no tenía la suficiente confianza en mí mismo. Ahora voy muy fuerte. Salgo con la cabeza alta y a brillar.

 

Está acostumbrado a viajar, a ver mundo, ¿cree que España está bien adaptada para la movilidad de las personas con discapacidad física?

Regular. Se va avanzado pero hay muchos bordillos y escalones en tiendas y edificios, en los bares... Pero también hay que aceptar que no todo va a ser accesible en un edificio que tiene 50 años. En todas las nuevas construcciones sí se es muy pulcro en el cumplimiento de las normas. De todas formas, yo tiendo a quejarme poco. Hay tantas cosas que mejorar en el mundo que no voy a pedir que todo se centre en esto.

 

El deporte decía que ha estado siempre presente en su vida. ¿Le ayudó también en su recuperación?

El deporte me ha salvado. Fíjate, antes del accidente alguna vez pensaba que si me lesionaba un tobillo o una rodilla y no podía volver a hacer deporte no sería feliz. Al final se puede ser feliz con todo porque me ha pasado algo mucho más grave... Pero me sigue encantando. Ahora el tenis me ha dado una nueva profesión, un nuevo motivo para luchar y unos objetivos que conseguir.

 

Dejó la abogacía y la cambió por el tenis en silla. El objetivo era participar en los paralímpicos de Tokio este año. ¿Cómo va en la clasificación?

De nuevo, un sueño loco... Era complicado, pero había que ir a por ello. En diciembre quedé subcampeón de España. Estoy preseleccionado, pero las cosas se han complicado mucho con la pandemia. Se han cancelado muchos torneos y, en los pocos que hay, somos muchos jugadores de manera que en uno en el que yo antes podía ir como cabeza de serie entre los ocho mejores ahora voy el veintipico. Son cuadros muy duros... También es verdad que yo cada vez juego mejor, así que lo voy a intentar hasta el final.

 

¿Si Tokio no sale, cuál es el objetivo?

Lo bueno del tenis es que hay muchos torneos anuales por todo el mundo y a mí me motiva cualquiera de ellos para poder seguir subiendo en el ranking.

Pero luego están los objetivos personales y ahí está claro que nos gustaría tener otro hijo, nos estamos haciendo una casita en un terreno que compramos hace unos años... Me encantaría viajar con Gonzalo, quiero ver mucho mundo.

 

¿Siempre quiso tener hijos?

Sí, los niños me encantan. Yo sabía que después del accidente podría, o no, tener problemas para tener hijos, pero cuando llegó el momento nos hicimos un tratamiento. Al primer intento no salió, pero las cosas grandes necesitan tiempo y esfuerzo, y a la segunda vino Gonzalito. No descartamos ir a por el segundo este mismo año.

 

Quiere entrar en un ensayo clínico en el Hospital Puerta de Hierro (Madrid) para volver a caminar. ¿Cree que será posible?

Pues estuve al poco del accidente, cuando aún estaba en Toledo y vieron mi caso. Mi lesión es apta para tratar y acabo de enviar toda la documentación. Espero que me cojan... Tengo una intuición... y yo creo que va a llegar... Si sale y si sale bien, podría quizá ganar algo de movilidad, recuperar sensaciones, control de esfínteres... cualquier mejora sería bienvenida.

 

¿Tiene miedo a fracasar?

No, nunca. El miedo al fracaso no lo tengo presente ningún día de mi vida. Estoy preparado para los derrapes de la vida.

 

Ahora, de hecho, está muy de moda hablar de resiliencia.

La educación emocional debería enseñarse desde bien pequeños. Hay que saber gestionar el enfado, la tristeza y la frustración. Si una persona está muy preparada profesionalmente, pero le llega un revés y no sabe sobreponerse... va a ser un desgraciado. También puede pasar lo contrario y morir de éxito...

 

Hace unos meses escribió el libro Irrompible, que va ya por la quinta edición, y ahora el cuento Compañeros de aventuras. ¿Qué valores quiere transmitir?

En cuento está lleno de fantasía, pero sobre todo quiero que entiendan que la diversidad es algo normal y que las cosas no salen a la primera, pero no hay que rendirse. Hay que encararlo con una actitud positiva.