José Luis Díaz Sampedro

José Luis Díaz Sampedro


Convicciones

01/03/2021

Convicción es la seguridad que tiene una persona de la verdad o certeza de lo que piensa (RAE), normalmente referida a ideas religiosas, éticas o políticas. Y ello -añado yo- con independencia de las circunstancias del momento que nos toque vivir, porque la naturaleza del ser humano tiene una validez universal que no debe quedar condicionada por relativismos subjetivos e interesados. De quien está convencido de una serie de verdades y certezas se dice que tiene «principios» y por eso intenta persuadir a los demás -con razones y argumentos- para que actúen o piensen de ese modo, respetando siempre la libertad individual de cada uno.
La pandemia ha venido a poner de relieve que adolecemos de convicciones, no ya científicas sobre el modo de combatir el dichoso virus, sino también ético-políticas sobre la manera de cohonestar salud y libertad. Fiel reflejo de ello es el «desgobierno» en el que está sumido España, donde nos enfrentamos a innumerables y cambiantes medidas que hacen inviable una convivencia mínimamente estable. Hemos llegado a un punto en el que me atrevería a decir que casi tenemos más miedo a las decisiones de nuestros gobernantes que a contraer el propio virus.
La incertidumbre en la que nos encontramos ante tantas cuestiones (vacunación, «cuarta ola», economía, trabajo, etc.) debe servirnos precisamente para procurar tener más convicciones que nos afiancen como personas y que nos ayuden a superar cada día la confusión en la que nos vemos inmersos. Ciertamente vivimos una situación difícil y complicada que afecta a todos. Pero la globalización del problema no debe anular el valor intrínseco de cada individuo, reduciéndolo a una mera estadística en la que los datos parecen no tener personas detrás, muchas de ellas por desgracia ya fallecidas. 
Por supuesto que es objetivo común acabar con el virus cuanto antes. Por eso exigimos a nuestros gobernantes que se afanen -a tiempo completo y en exclusiva- en poner todos los medios para ello, dejando a un lado otras cuestiones ideológicas que nadie demanda en estos momentos y que solo contribuyen a generar más desunión. 
Solamente desde las firmes convicciones que cada uno se esfuerce por tener y poner en valor con los demás podremos ganar esta batalla (y las que nos esperan después) en la que si algo ha quedado claro es que todos somos necesarios e imprescindibles, porque todos dependemos de todos.