Tormentas II

Fernando Pastor
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El puente de Villamuriel de Cerrato fue testigo de la riada del 2 de enero de 1962, que anegó eras y viviendas.

Tormentas II

Además de las referidas la semana pasada, otras localidades cerrateñas se ha visto asoladas por tormentas que han quedado en la memoria colectiva de los vecinos.


En Palacios del Alcor, los problemas con las inundaciones parecen ser la causa que obligó a desplazar el núcleo urbano para evitar la confluencia de dos arroyos.


Villalobón, por su arroyo, ha sido escenario propicio de grandes inundaciones provocadas por tormentas.


Escenario de riadas monumentales ha sido también Quintana del Puente. En una ocasión, el desborde del río, que derribó casetas, provocó que los vecinos se tuvieran que subir a las bodegas.


En Villahán, una gran riada provocó que se tuviera que rescatar a mucha gente, además de llevarse animales de los corrales y arrasar las morenas e incluso los trillos.


En Valdecañas de Cerrato, el agua estancada a raíz de una inundación provocó una epidemia. Esta localidad ha sido escenario de grandes tormentas con avenidas de agua. Así, un nublado con pedrisco provocó en 1933 la muerte de 3.000 ovejas, la mayoría de frío ya que el nublado las pilló fuera del establo y siendo esquiladas.


Según se recoge en el blog de Espinosa de Cerrato, una fuerte tormenta arrasó campos y viviendas el 26 de mayo de 1921. El agua se llevó a dos niños, Elisardo Pérez Pérez y Victorino de la Fuente. El primero falleció y el segundo estuvo a punto, pero fue rescatado por Herminio Álvaro Pérez, que utilizó un caballo que tenía para salvar a este niño y a más personas de una muerte segura.


El 9 de agosto de 1961, la misma localidad sufrió otra tromba de agua que provocó que el río Franco alcanzara una altura de dos metros sobre su nivel y una extensión de unos cuatrocientos. Se cortó el puente y algunas viviendas tuvieron que ser desalojadas ya que el agua en su interior alcanzó los ochenta centímetros de altura. Los daños ocasionados en toda la vega de Cobos de Cerrato fueron incalculables, ya que arrasó los cultivos. 


En Fuentes de Valdepero, el 12 de julio de 1935, cuando los campesinos se preparaban para ir a segar, una tormenta huracanada hizo volar tejas y derribó árboles y edificios, aplastando a cuatro personas que se habían refugiado en sus paredes. Falleció una de ellas, Tomás Pastor, de 17 años. El fuerte viento hizo volar carros y uno fue a parar sobre el tejado de una casa a más de 300 metros, totalmente desmembrado. Todas las casas resultaron dañadas, quedando la mayoría sin tejado y más de 20 derrumbadas totalmente. A este ciclón le llamaron la tromba, y tras él, el panorama era desolador, con todas las calles llenas de escombros y árboles caídos que impedían el paso.


El 2 de enero de 1936, un gran temporal de lluvia derribó casas y mató caballos y mulas en Esguevillas de Esgueva.


En Villarmentero de Esgueva, cada vez que el río que le da nombre se desbordaba llegaba el agua hasta el transformador de la luz y a veces tiraba los postes, dejando al pueblo sin luz, como el 15 de febrero de 1941, víspera de la fiesta de Santa Juliana.


En Olivares de Duero, el 29 de junio de 1953, una riada provocada por una gran tormenta arrasó las casetas de feria, llevándose los carruseles, derribando las tapias de los corrales matando muchas ovejas, además de arrancar bordillos de aceras y arrasar las tiendas (se veían trozos de carne por la calle). Mucha gente hubo de ser rescatada desde las ventanas. Otras se refugiaron en la cuadra de la señora Eloína y se encaramaron encima de las vacas, pero el agua llegó a superar la altura de las vacas y tuvieron que ser evacuadas a casa del señor Linos.


Tabanera y Palenzuela.

En Tabanera de Cerrato, en los años 50, una gran inundación provocó que el agua entrara en las casas obligando a las personas a nadar en su propia vivienda, al igual que les ocurrió a los cerdos en las pocilgas. La riada arrasó todo lo que encontró a su paso y murió mucha fauna. 


Más o menos por la misma época, en Valles de Palenzuela, un gran nublado descargó un pedrisco de dimensiones colosales (del tamaño mayor que huevos de gallina), que mató aves y destrozó árboles. A dos chicas que estaban en el campo cuidando ovejas las desnudó literalmente rompiéndoles la ropa. Además, provocó heridas al ganado, que tuvo la suerte de no ser arrastrado, pues el agua inundó el arroyo y se desbordó por la carretera llevándose consigo muchas ovejas. 


De similar tamaño fue el pedrisco caído en Villahoz en 1952, que causó heridas a las personas. La tormenta arrasó el pueblo inundando las viviendas. El 27 de abril de 1975, un rayo de otra tormenta, en este caso seca, destrozó tejados y pináculos. 


También en la década de los 50 en Dueñas, una gran inundación provocó la unión de las aguas del río Pisuerga con las del Canal de Castilla. La consecuencia: la estación del tren quedó taponada. Lo inusual del espectáculo hizo que los niños de la escuela fueran llevados a verlo. En la villa botijera se recuerda también una tremenda tormenta ocurrida en 1974. 
En noviembre de 1960 resultaron inundadas viviendas en Piña de Esgueva y en Valbuena de Duero.


En Magaz de Pisuerga en los años 60, algunas riadas obligaron a sacar el ganado de las cuadras para que no se ahogase.


A finales de diciembre de 1961 y principios de enero de 1962 hubo riadas generalizadas que causaron graves daños en tierras y casas, lo que motivó que se activaran mecanismos de socorro o indemnizaciones a damnificados. En Castronuevo de Esgueva dañó gravemente el puente. En Piñel de Abajo, las calles tenían más de 30 centímetros de agua. En Cabezón de Pisuerga a punto estuvieron de desbordarse el Canal de Castilla y el Pisuerga. En Valoria la Buena y en San Martín de Valvení hubo que reparar las carreteras.


El 2 de enero de 1962 será siempre recordado en Villamuriel por una gran riada que anegó la era y las viviendas, teniendo que ser desalojadas de sus casas muchas familias. Otras veces se ha desbordado el canal se inundaron las bodegas.


En Soto de Cerrato, el 30 de mayo de 1997, unos impresionantes rayos dieron paso a una no menos impresionante granizada y después a una tromba de agua de 100 litros por metro cuadrado que inundó el pueblo y anegó casas y naves. Las remolachas, arrancadas de cuajo de las tierras, corrían por unas calles convertidas en ríos. Hubo que romper la carretera, cerca del plantío, para que cayera el agua acumulada, y lo hizo con tal fuerza que desplazó toda la grava que cubría la greda.