«Todos queremos proteger Jardinillos, pero hay que sanear»

A. Benito
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Joaquín Navarro asumió hace algunas semanas su nuevo cargo como director de la Escuela Técnica Superior de Ingerías Agrarias de Palencia. Con 'Diario Palentino', habla de los retos para estos próximos años y otros temas de actualidad

«Todos queremos proteger Jardinillos, pero hay que sanear» - Foto: Sara Muniosguren

Madrileño de nacimiento, Joaquín Navarro empezó a trabajar en la Escuela Técnica Superior de Ingenierías Agrarias de Palencia en el año 1989. Enamorado de una ciudad «amable, segura, donde comer es una gozada y que dispone de todos los servicios de una gran urbe, pero de manera más accesible», este ingeniero de Montes asumió hace unos días la responsabilidad de dirigir el centro universitario. Con Diario Palentino, habla de los retos para estos próximos años y de temas de actualidad relacionados con la agricultura, la alimentación y el medio ambiente.

Hace unos días fue elegido director de la Etsiia. Obtuvo 24 votos a favor y 4 en blanco. ¿Cómo encaja este apoyo de sus compañeros?

Fue una sorpresa muy agradable, la verdad es que no me esperaba un apoyo tan unánime. Eso motiva a trabajar con más ilusión. A ver si dentro de un par de años siguen pensando lo mismo (ríe).

«Todos queremos proteger Jardinillos, pero hay que sanear»«Todos queremos proteger Jardinillos, pero hay que sanear» - Foto: Sara MuniosgurenReleva en el cargo a Josefina Vila. ¿Qué destacaría de la labor realizada por su predecesora?

Josefina ha estado ocho años como directora, pero anteriormente estuvo cuatro como jefa de estudios. Es decir, lleva doce años de dedicación muy intensa. Se ha entregado con gran generosidad a la escuela. Yo he podido colaborar con ella en los últimos cuatro años como subdirector de trabajos fin de carrera y de investigación y he visto muy de cerca su sacrificio y la dedicación, el entusiasmo y las ganas que ha empleado, lo cual es loable.

¿Cuáles son sus principales retos para estos próximos cuatro años?

«Todos queremos proteger Jardinillos, pero hay que sanear»«Todos queremos proteger Jardinillos, pero hay que sanear» - Foto: Sara MuniosgurenLos retos son diversos y complejos. La escuela se creó hace 35 años y, en mi opinión, hay que acometer reformas y mejorar infraestructuras y servicios. Hacen falta más recursos. En una escuela agraria las infraestructuras de cultivo o de tratamiento de ganado y planta forestal son fundamentales. Nos gustaría tener una dimensión parecida a la de otras escuelas con las que competimos a nivel nacional e internacional. 

No cabe duda de que los alumnos aquí pueden hacer todas las prácticas que competen a sus titulaciones, pero tenemos ciertas carencias. También es cierto que esas necesidades nos obligan a tener muchas más relaciones. Por eso trabajamos con Viñalta en temas de ganadería y de cultivos, tenemos relaciones con más de doscientas empresas y nuestros alumnos realizan prácticas en el Itacyl y en el servicio de Medio Ambiente de la Junta. A veces, las deficiencias se convierten en fortalezas, aunque, como digo, nos gustaría tener una dimensión mayor para ofrecer un mejor servicio a los alumnos. Si queremos llenar las aulas, tenemos que ser atractivos ofreciendo a los alumnos servicios e instalaciones capaces de competir con Madrid, Valencia, León o Salamanca, por poner algunos ejemplos.

Lleva desde el año 1989 en la Etsiia de Palencia. ¿En qué ha evolucionado la escuela a lo largo de este tiempo?

Por aquella época en un despacho estábamos cinco profesores con un teléfono y sin ordenador. Las condiciones de trabajo eran complicadas. De ahí a montar laboratorios y grupos de investigación, sacar tesis doctorales adelante o publicar libros, va un trecho. 

Yo creo que hemos hecho un recorrido muy intenso y muy productivo, sobre todo en relación a los medios de los que hemos dispuesto. Esto nos ha colocado a un nivel importante. Sin despreciar al resto de escuelas que, evidentemente, serán igual de competentes que nosotros, aquí el personal ha trabajado con un esfuerzo y una intensidad bárbaros. Nuestros alumnos están muy bien vistos, tanto en el sector agrario como en el forestal y enológico. 

Destacaba usted en su discurso de aceptación del cargo la importancia que el centro tiene para la ciudad que lo acoge, importancia que se traduce en los más de 5.000 alumnos foráneos matriculados entre 2011 y 2020, un 75 por ciento del total, que han aportado ingresos por un valor anual aproximado de dos millones de euros

Sí. Como estamos aquí a las afueras, parece que hay una falta de conexión con la ciudad, o así lo percibimos desde la propia Universidad, porque es cierto que hay colaboraciones con otras instituciones, pero quizá podrían ser más firmes, más intensas y más productivas. La cuestión es que una parte del profesorado viene de fuera. Aproximadamente el 50 por ciento de la plantilla somos personas que nos hemos afincado aquí, hemos tenido nuestros hijos, hemos comprado un piso, hemos traído nuestros recursos... Somos gente que formamos parte del motor de crecimiento de la ciudad. 

También tenemos una cantidad importante de alumnos que viene de fuera, en torno al 70 por ciento, y muchas de esas personas alquilan piso en Palencia, salen por las noches, comen en los restaurantes de la ciudad, hacen la compra en sus supermercados... Todo eso reactiva la ciudad y, además, la reactiva con gente joven, algo muy importante en este contexto de envejecimiento. Este año tenemos 80 alumnos de internacional que, hasta hace unos meses, no sabían dónde estaba Palencia y hoy colocan todas sus fotos en las redes sociales dándole una visibilidad tremenda a la ciudad.

El problema es que una vez finalizados los estudios, pocos son los licenciados que se quedan en la provincia. ¿Qué se podría hacer para que ese capital humano siga trabajando aquí?

Es complicado. La verdad es que muchas veces lo pienso y no lo entiendo, porque Palencia es una provincia agraria, forestal y enológica. Nosotros producimos gente para trabajar en ese ámbito, pero también es cierto que la sociedad en este momento se rige por los criterios urbanísticos. El medio rural y el medio natural están desprestigiados, no tiene valor trabajar ahí. De hecho, los salarios de un industrial tienen muy poco que ver con los de un ingeniero agrónomo o de montes. La situación de despoblamiento y de languidez en los pueblos, sumada a la falta de servicios hace que haya una serie de dificultades para colocarse en ese ámbito. 

Precisamente, y ya que ha hablado usted del medio rural, está generando mucha polémica la implantación de varias macrogranjas en la zona del Boedo y la Ojeda. Como profesional, ¿cuál es su opinión respecto a este tema?

Mi especialidad es la hidrología, que es la relación de los bosques con el agua. El tema agrario lo conozco, pero no lo trabajo, por lo tanto, no puedo dar una opinión. Lo que sí que es verdad es que el medio rural necesita soluciones, que se estabilicen puestos de trabajo, que se pongan en valor los recursos que se producen y cuyo origen está próximo al centro de consumo, porque eso nos ayuda a cubrir los Objetivos de Desarrollo Sostenible que la ONU plantea para 2030 con toda la reducción de emisiones de CO2 que significa el transporte. 

Por ejemplo, el impacto de la contaminación de la carne de Cervera es mínimo comparado con la que viene de Brasil o Polonia. Eso tiene que tener un valor. Hoy todavía no lo tiene, pero en el momento en que entre en la contabilidad de los productos, el medio rural que nos rodea tendrá que generar grandes oportunidades. 

El proyecto para la remodelación de Los Jardinillos y la tala de varios de sus árboles está dando mucho que hablar. Como experto, ¿qué opinión le merece este asunto?

Yo amo los árboles, soy ingeniero de Montes e hice la carrera porque quería conocer a estos seres vivos que crecen y se desarrollan dependiendo de las condiciones de suelo, agua y luz. Cualquiera que vaya ahora a Jardinillos puede ver un parque con muchos árboles, sombrío, donde algunos ejemplares están dominados por otros, hay especies de sol a las que no les llega bien la luz, otras secas y podridas... Es ahí donde entra el trabajo del selvicultor, jardinero o paisajista. Una masa arbolada hay que cuidarla, y eso significa que aquellos árboles que están con crecimientos deficientes, que con el tiempo pueden generar peligro a personas o que pueden coger enfermedades y contaminar a otros árboles, hay que sanearlos. 

Yo recomiendo a quien se dé un paseo por Jardinillos que vaya luego hasta el Salón para comprobar cómo la distancia entre los árboles es muy diferente. En el Salón tenemos árboles magníficos que están muy separados de otros ejemplares y eso les ha permitido crecer y desarrollarse correctamente, mientras que en Jardinillos hay muchos árboles famélicos, con escaso crecimiento, en malas condiciones... No sé si hay que tirar setenta o treinta, pero lo interesante sería sanear la masa y hacer que ese jardín reverdezca, reviva, crezca mejor y sus árboles se desarrollen bien. Si eso se consigue, habremos ganado todos. Por otro lado, lo que hay que hacer es seguir plantando en otros entornos. 

En definitiva, todos queremos proteger Jardinillos, pero también considero que tenemos que ir más allá de lo emocional, porque aunque es importante, no puede estar por encima de los criterios técnicos. Por ejemplo, nadie quiere que le operen cuando tiene una apendicitis, emocionalmente es muy duro porque los médicos hacen cosas tan feas como dormir a sus pacientes, pincharles, cortales o coserles, pero todo el mundo sabe que es eso o morir. Esto es lo mismo, a veces hay que cortar un árbol para que otros tres crezcan mejor.

¿Qué papel juega la sostenibilidad en el futuro de las ingenierías agrícolas, alimentarias y forestales?

Es importantísimo porque hay una cosa que le sucede a los siete mil millones de personas de este planeta, muchas no pueden, desgraciadamente, pero todos comemos y, casi todos, todos los días. De esos alimentos, el 80 por ciento procede de las plantas. Luego, ¿cuál es el futuro de la agricultura? Sin agricultura no se puede vivir y por eso tiene que ser sostenible.

Aquí en Palencia, por ejemplo, tenemos de todo, y si lo traemos de fuera, lo que tenemos que pensar es ¿ese producto reúne las garantías de los alimentos que producen nuestros agricultores e industriales? Pongo el ejemplo del panga, un pez del sureste asiático que procede del delta de estuarios, es decir, de aguas muy lentas y con mucha turbidez. Solo hay que comparar eso con nuestras truchas, nuestras piscifactorías con agua de montaña y de calidad y con una carne absolutamente segura a nivel alimentario. 

Las inspecciones de sanidad en España son muy estrictas y garantizan esa seguridad, pero si dejamos que nuestro país se invada de productos que vienen de otros países donde no se respetan derechos sociales, donde no hay pensiones y donde no hay controles, es imposible competir. Otro ejemplo son las minas de carbón del norte. ¿Cuánto tiempo ha estado entrando carbón de China, de minas donde muere la gente? Claro, el carbón es muy barato, pero probablemente venga manchado de sangre. 

¿Cuál es nuestra responsabilidad como consumidores?

Tenemos una responsabilidad, pero también tenemos que vivir y muchas veces lo que miramos es ahorrar en la cesta de la compra. Los consumidores podemos apoyar a nuestros productores, pero también tiene que haber medidas a nivel global. A nadie se le escapa que todo se basa en posiciones de fuerza e interés. Por ejemplo, detrás del cambio climático hay muchas políticas confusas y un problema de fondo: Europa no tiene petróleo, por lo tanto, le interesan mucho las energías limpias y renovables. Desde nuestra posición, tenemos que intentar ser lo suficientemente críticos para ver qué consecuencias tienen nuestros hábitos en nuestro entorno.

Ya que habla usted del cambio climático, y para finalizar, ¿cuál es su opinión respecto a este tema?

Ahí das en piedra. Soy casi negacionista. Yo hablo de variabilidad climática. Desde que el planeta existe el clima ha cambiado. En la actualidad existe la hipótesis de que la acción del hombre está consiguiendo cambiar el clima de la Tierra. Yo soy más prudente porque no tengo el conocimiento para afirmarlo y, aunque digan que hay muchos científicos que lo verifican, como en todas las profesiones, yo creo que lo que hay son muchas personas que se suben al carro de lo que está de moda. 

Yo he hecho estudios de lagunas de Valladolid que a lo largo de un siglo no han cambiado su perímetro, tienen la misma masa de agua. Cuando han disminuido en superficie es porque los agricultores las han drenado o rellenado, pero las lagunas naturales siguen teniendo las dimensiones que tenían. Durante todos los siglos ha habido huracanes, tormentas, sequías... De eso sí que estoy un poco leído y la verdad es que no se sabe a ciencia cierta si todos esos eventos se han incrementado o no. Lo que no podemos pensar es que la lucha contra el cambio climático nos va a evitar algunos problemas. Para mí hay una cosa importante y es que tenemos que cuidar el planeta, cambie el clima o no.