Elías Olea, la fotografía cerrateña

Fernando Pastor
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Durante muchos años se pateó el Cerrato de cabo a rabo y ejerció durante varias décadas de corresponsal gráfico de 'Diario Palentino'

Elías Olea, la fotografía cerrateña

Cuando se empezaron a comercializar las primeras cámaras fotográficas, un hombre muy bromista, dedicado a espectáculos, acudió con su cámara a Vertavillo desde una localidad cercana con motivo de una visita del obispo de Palencia y se ofreció a retratar a quien quisiera posar con el prelado. Les colocaba bien, les incitaba a poner una sonrisa para la posteridad… y le cobraba por hacerles la foto, pero luego se descubrió que su cámara no tenía carrete. 


En las fiestas de Población de Cerrato acudía un retratista, el señor Retana, con una máquina que tenía una especie de manguera y que para utilizarla había que meter el brazo por debajo de una lona y colocar debajo un caldero con agua. Las cuadrillas y las parejas pedían que les hiciese fotos. También los niños, que pedían dinero a sus padres para pagarle, aunque si no tenían dinero el propio señor Retana ponía una gorra grande que llevaba y decía «si no tiene dinero lléneme la gorra de garbanzos y ya está», y le echaban allí garbanzos, lentejas o cualquier otra vianda con la que se sentía pagado.


Andrés Román cuenta que en Antigüedad entre 1930 y 1960 ejerció de fotógrafo Francisquillo, con una cámara tapada con un trapo oscuro en la que había que meter la cabeza por dentro.

- Foto: Óscar Navarro


Valga este preámbulo de los inicios de la fotografía en el Cerrato para hablar de Elías Olea, el fotógrafo cerrateño y colaborador de Diario Palentino durante muchos años desde su Venta de Baños, que falleció el pasado día 10 a los 88 años de edad.


Se inició fue relativamente tarde en el oficio, ya que con anterioridad se ganó el pan con otras actividades propicias en Venta de Baños y localidades limítrofes, como vender gaseosas en la estación venteña (centro neurálgico de la vida en una localidad nacida por el impulso de la estación del ferrocarril), trabajando en la azucarera de la localidad o en la papelera de Dueñas, etc., como él mismo relató a este periódico.


Como corresponsal gráfico, recorría los pueblos de la comarca para inmortalizar acontecimientos y fiestas patronales. Tras inmortalizarlo comenzaba una carrera contra reloj, sin descansar ni comer, para poder enviarlo a tiempo.


Fue uno de los fotógrafos del concurso Mi pueblo es el mejor que patrocina este periódico, junto con la cadena de supermercados Gadis y la Diputación de Palencia.


También se dedicaba a fotografiar celebraciones privadas, principalmente bodas, bautizos, comuniones, etc.


Tan vasta actividad le acarreó un sinfín de anécdotas.


El sempiterno problema de los pasos a nivel que dividían Venta de Baños (peaje a pagar por ser un importante nudo ferroviario, problema hoy atenuado con túneles que facilitan la comunicación pero no evitan la división de la localidad en dos partes) le provocaba con frecuencia estar más de una hora parado si se encontraba las dos líneas cerradas, no pudiendo llegar a tiempo a los pueblos en los que le habían contratado como fotógrafo de alguna boda. Y puesto que solía encadenar varias celebraciones el mismo día, en bodas sucesivas, el retraso se producía en todas, por efecto dominó. 


Por ello,  cuando llegaba con la ceremonia a punto de finalizar, tiraba del gran oficio que tenía y pedía al cura que hiciera el simulacro de volver a realizar la ceremonia de poner los anillos. El cura bramaba, pero lo solía repetir de nuevo.


En Antigüedad hizo fotografías de tres bodas en la misma ceremonia, pues todos los contrayentes eran de la misma familia y se casaban a la vez. 


En Cevico de la Torre, en cierta ocasión, tuvo el privilegio de fotografiar algo único,  los tres sacramentos a la vez: bautizo, comunión y boda. Una pareja que vivía en Alemania volvía a Cevico para casarse, pero ya tenían una niña de 7 años y un bebé, por lo que en la misma ceremonia la niña hizo su Primera Comunión y bautizaron al bebé.


En una boda en Dueñas, peligró su integridad física. Estando en casa de la novia para hacerle fotos previas escuchó de pronto grandes voces. Era el padrastro de la novia, que comenzó a increparla. Elías intentó calmarle y convencerle de que dejara que ella tuviera paz el día de su boda. Logró calmarle, pero en el convite, cuando iban a servir la tarta, el padrastro rememoró su enfado y se fue excitando. Elías trató de apaciguarle de nuevo, pero en esta ocasión sin éxito. Tras trocear la tarta, sirvieron el champán en un orinal que tenían preparado para ello, y la bronca fue tan in crescendo que el orinal acabó volando por los aires. Olea salió pitando de allí.


Se le dio el caso de hacer un reportaje de una boda y al ir a entregar las fotos la pareja ya se había separado. Nadie se hizo cargo de las fotos y, por tanto, no cobró por su trabajo.