Niñas ucranianas en Vertavillo

Fernando Pastor
-

Alberto habla con pasión de las gemelas María y Julia, y de Rosita y Katia

Niñas ucranianas en Vertavillo

En un momento en que Ucrania está de triste actualidad, no está de más recordar la presencia de niñas ucranianas en el Cerrato. Lo hicieron posible Ángel Diosdado, de Vertavillo, y su mujer, Mari Sol Aldazábal, natural de Eibar.

 Ángel (que había vivido 50 años en Bilbao por motivos laborales) y Mari Sol se pusieron en contacto con diversas asociaciones dedicadas a facilitar y gestionar la acogidas de menores ucranianos, como Arco Iris Solidario (de Navarra), Ekialde (de Bizkaia), Asociación Chernobil (de Bizkaia, luego denominada Ume Alaia y radicada en Gipuzkoa), y otras, incluida una asociación creada por personas de acogida que formaron su propia asociación.

Las primeras en venir fueron Julia y María Manzyrkova, gemelas de 11 años, en la Navidad de 2004, repitiendo en el verano de 2005.

Niñas ucranianas en VertavilloNiñas ucranianas en VertavilloPese al tiempo transcurrido desde el gravísimo accidente nuclear de Chernobil (26 de abril de 1986), la fuerte y persistente radioactividad contaminaba agua, cultivos, etc., y estas niñas presentaban secuelas: tenían bocio y hemorragias nasales. Aquí las hicieron un chequeo médico y las recomendaron comer mucha fruta y tomar mucho el sol.

Alberto y Mari Sol, con gran generosidad y altruismo, no escatimaron dedicación y derroche físico y económico. Les compraron ropa, una bicicleta y todo lo que pudieron necesitar para hacerles la estancia más feliz en Vertavillo, donde pasaban los días jugando y realizando otras actividades. Así, María aprendió a pintar y Julia a bailar, cantar y hacer piruetas.

Ambas aprendieron el castellano de forma rápida y con enorme facilidad.

Niñas ucranianas en VertavilloNiñas ucranianas en VertavilloLos vecinos de Vertavillo les daban la propina y ellas guardaban el dinero diciendo que lo emplearían para pagar las facturas de la luz o del teléfono en Ucrania cuando regresaran allí. 

En septiembre, justo antes de irse, se celebró un acto de despedida en un local el Ayuntamiento. Acudió casi todo el pueblo. Ellas tomaron la palabra para agradecer a Vertavillo la acogida que les había dispensado y relatar lo que más les había gustado de la localidad. Fue un discurso sin guión previo que hizo llorar a los presentes. 

No tenían padres pero sí otros familiares, y no volvieron más años.

Por ello Alberto y Mari Sol acogieron a otra niña, Rosa. 

Esta niña era moldava, pero de muy pequeña pasó con su madre (gitana) a Ucrania vendiendo plumas de aves. Vivían en una chabola que fue destruida por una bomba. Rosita vio morir a su madre y se quedó sola, viviendo en la calle y durmiendo en el metro de Kiev. Sufrió agresiones (tenía una cicatriz en el rostro debido a ello). Finalmente fue rescatada de la calle para ingresarla en un orfanato de Kiev especializado en reconducir a niños con problemas psicológicos con la premisa de que si no se logra enviarlos a orfanatos psiquiátricos de por vida.

Ese parecería ser su destino, ya que su comportamiento era conflictivo, no acataba las normas. Pero tuvo la suerte de ser acogida por Alberto y Mari Sol, con tan solo 8 años de edad (edad oficial, podía tener alguno más, ya que no contaba con partida de nacimiento). 

Al igual que con las gemelas, Mari Sol y Alberto se desvivieron por ella. La llevaron al dentista para que le arreglara la dentadura completamente, al gimnasio, y en general a todo lo que pudiera hacerla feliz.

Demostró ser muy inteligente. También aprendió rápido el castellano y se manejaba muy bien con la moneda. Comentaba jocosa que los electrodomésticos protestaban, debido a que los que tenían Alberto y Mari Sol emitían pitidos.

Rosita estuvo viniendo a Vertavillo durante 6 veranos seguidos, y Mari Sol y Alberto pretendieron adoptarla, para que estuviera aquí permanentemente, pero se encontraron con dos problemas que lo impidieron. 

Por un lado el proceso de adopción exigía trasladarse a Ucrania durante meses, lo cual era imposible para Alberto debido a sus problemas de salud, que le afectan a su movilidad. 

 Por otro lado, y más importante, los problemas de convivencia. Pese a ser inteligente y cariñosa, la agresividad de Rosita derivada de las penosas condiciones de su infancia se hacía cada vez más patente cuando se suscitaba algún conflicto.

Pese a tener que desistir con gran pesar del proyecto de adopción, continuaron apoyándola económicamente durante un tiempo, enviándole dinero a Ucrania, donde se casó y tuvo tres hijos, viviendo en casa de sus suegros en condiciones económicas muy precarias. La visitaron en Kiev varias veces, y ella hizo de guía.

No se conformaron Mari Sol y Alberto y volvieron a solicitar otra acogida. Así les llegó Katia. 

No tenía padres, aunque sí un hermano. Sufría síndrome de alcoholismo fetal (su  madre era alcohólica) y le daban ataques de nervios que le provocaban giros de cabeza. 

Su estancia fue un auténtico fiasco. Extremadamente fría, en ningún momento les mostró afecto ni voluntad de interactuar. No les hablaba, ni intentó aprender el idioma. Cuando se cruzaba con ellos por el pasillo evitaba cruzar la mirada. 

Todo apunta a que venía con la consigna de la familia de intentar sacarles el máximo dinero posible, cual maná. La generosidad de Mari Sol y Alberto lo posibilitó: al igual que con las anteriores niñas, le compraron toda la ropa que quiso y le sufragaron todo lo que veía en las tiendas y se le antojaba.

Tampoco escatimaron en cariño. De hecho estuvo viniendo dos veranos seguidos.

Mari Sol falleció el pasado 24 de julio. Alberto habla con pasión de sus niñas ucranianas.