Chapillas

Fernando Pastor
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Chapillas

Si hay un nombre propio en las fiestas del Cerrato es el de Jesús Manuel Lobejón Herrero, conocido como Chapillas. 

Comenzó en el mundo del espectáculo como cajista con el famoso dulzainero Esteban Guzón El Barato. Pronto aprendió a tocar la dulzaina y a ampliar su actividad: toca la dulzaina, lanza fuegos artificiales y, en general, organiza todo tipo de eventos festivos, lo que le llevó a montar la empresa Arpalencia. También fue en su día fotógrafo y árbitro de fútbol.

Cuando Chapillas comenzó su actividad en el mundo de las fiestas, para recorrer los pueblos adquirió un Ford Fiesta, debido a que tenía puerta trasera que le permitía sacar por ella los amplificadores para el sonido de sus espectáculos.

ChapillasChapillasEn una ocasión tenían programada una actuación en Valle de Cerrato y en el coche iban 4 personas, más el equipo de sonido, juguetes para repartir entre los niños, trajes, el acordeón, el bombo e incluso unos cabezudos para luego ponérselos. Imposible meterlo todo dentro. Tuvieron que llevar parte de ello en la baca, y eligieron el bombo, por ser de lo que más abultaba. Por el camino una fuerte ráfaga de viento voló el bombo, que hizo efecto vela,  y como estaba atado a la baca la arrancó de cuajo. El bombo cayó rodando por un precipicio quedando muy deteriorado, aunque no se llegó a romper.

También en Valle fue donde durante un pasacalles en la celebración de los quintos, Francisco Alario estaba tocando el saxofón y comenzaron a meterle papeles rizados de las magdalenas por el tubo sin que se diera cuenta, por lo que cada vez tenía que hacer más fuerza soplando con los carrillos hinchados, ante el regocijo de Chapillas.

El ayudante de Chapillas, Agapito, tocaba el bombo. Dado que era obeso para ponérselo en bandolera se tumbaba encima del bombo para levantarse ya con el cinto puesto. Pero en una ocasión en Cevico de la Torre, salió rodando calle abajo encima del instrumento.

Carrera con calzoncillo y sin calzoncillo. Otra aventura le ocurrió en Villalobón. Sería por el año 1980. Había programada  una carrera masculina en calzoncillos por la plaza y Chapillas fue contratado para la animación. De pronto se le ocurrió poner un billete de 1.000 pesetas en el suelo, junto a la línea de meta y decir «este dinero es para quien gane, pero con la condición de que entre en la meta sin calzoncillos». Lo dijo en bromas, pensando que así sería entendido y simplemente arrancaría alguna sonrisa, que era su objetivo. Pero contempló asombrado que hasta tres participantes se desprendieron del calzoncillo y entraron en la meta completamente desnudos. Vieron las 1.000 pesetas y ni lo pensaron. En realidad eran prácticamente niños. A Chapillas no se le volvió a ocurrir hacer algo similar.

Incitando a bailar a una anciana. En Villamediana salió airoso de milagro. Cada año en las fiestas se rinde homenaje y se entrega una placa a la persona de más edad. En el año 2000 le correspondió a una mujer que por edad apenas tenía movilidad. De hecho, el no poderse valer sola había provocado que desde tiempo atrás no viviera en el pueblo. 

Chapillas hacía de maestro de ceremonias entrevistando a esta mujer con un micrófono para que todo el pueblo la escuchara contar sus vivencias en el pueblo. Entre otras cosas desveló que en su juventud le gustaba mucho bailar, que lo hacía en las fiestas, en las procesiones, en la danza del lazo, etc. Y lo hacía con mucha agilidad porque siempre había sido muy delgadita. Al oírlo, a Chapillas se le ocurrió preguntarle «¿si toco la dulzaina ahora, se ve capaz de bailar una jota?». 

Los familiares de la señora y otros vecinos casi le comen: «Pero está usted loco, ¡cómo puede incitarla a bailar en su estado actual!, ¿usted cree que está en condiciones de bailar?». Le achacaban que proponérselo solo serviría para que la señora se pusiera triste ante la evidencia de que el paso del tiempo había provocado que algo que le gustaba mucho ya no fuese capaz de hacerlo. 

Pero la señora, al escuchar la propuesta, se puso en pie y levantó los brazos en ademán de bailar. Chapillas comenzó a tocar una jota con la dulzaina y la señora arrancó a bailar. Quien sabe si el poder de la añoranza, o la adrenalina, o incluso el afán de demostrar a sus vecinos que aún era capaz, el caso es que pasó de no tenerse en pie a sacar fuerzas para bailar la jota. Los presentes, incrédulos, la rodearon en corro y sonó un estruendoso aplauso.

Al revés que en refrán, las lanzas se habían vuelto cañas para Chapillas.

SALVANDO VIDAS. Donde también ejerció de héroe fue en Castrillo de Onielo. En la Semana Cultural de 2011 Chapillas tocaba la dulzaina y a un vecino, Félix Mínguez Sáez, le dio una lipotimia mientras bailaba y cayó redondo. Quizás por el excesivo calor (era agosto). Chapillas, que tenía experiencia en situaciones de este tipo ya que había hecho un curso de sanidad cuando estaba en la mili, le tomó el pulso y vio que lo tenía muy débil. Pasaba al menos un minuto con Félix sin respirar, por lo que todos los presentes se pusieron en lo peor. Chapillas a la desesperada le metió la mano en la boca y vio que con la caída la dentadura postiza se le había atravesado en la garganta y eso es lo que le impedía respirar. Se la sacó, Félix echó un vómito y comenzó a respirar, hasta recuperarse sin problemas.