África tutea a la aristocracia

L. M. Pascual (EFE)
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Los 'leones del Atlas' reivindican el fútbol emergente de los países menos desarrollados

Hakimi, en el centro con el 2, es abrazado por sus compañeros tras derrotar a Portugal. - Foto: G. licovski (EFE)

El jarro de agua fría fue menos fría pero no menos doloroso. Marruecos había soñado hasta el último momento con poder entrar en la final del Mundial, pese a que sus andares desentonaban entre la aristocracia del fútbol aunque Qatar 2022 demostró que ya puede tutearla. Siempre hay alguna sorpresa y esta vez le tocó a un equipo aguerrido y fuerte.

Durante unos días, el conjunto alauita fue el orgullo de África, un continente que nunca había visto a ninguno de sus representantes superar los cuartos de final, y también representó la autoestima del mundo árabe, que no se había asomado más allá de los octavos.

La gesta de 'los leones del Atlas' abrió un nuevo camino de esperanza para todos los modestos del planeta y, siguiendo la bandera de su seleccionador, Walid Regragui, su cruzada fue un llamamiento a la insurrección contra el poder establecido.

Hasta el último instante, hasta que la Francia campeona del mundo les doblegó en un ajustado partido, con dos detalles que inclinaron la balanza del lado de los europeos. Una derrota que llevó ayer a la Federación marroquí a protestar ante la FIFA por lo que considera «injusto» arbitraje del mexicano César Ramos 

 Regragui y los suyos fustigaron siempre el conformismo: «No habremos cambiado la mentalidad si pensamos que con esto es suficiente», advirtió antes de la semifinal el seleccionador.

Su gesto tras la derrota denotaba dolor, sincera frustración, pese a que Marruecos completó el mejor Mundial de su historia y que su gesta abre ahora nuevas vías para asaltar el Olimpo.

Regragui ha puesto la primera piedra de un edificio que se asienta en dos pilares, la recuperación de la diáspora y la mejora de la formación interna. Catorce de los 26 'leones' nacieron fuera de su país, pero todos ellos defendieron los colores con la misma fuerza. Es el fruto de una política lanzada en 2014 y destinada a atraer a jugadores dispersos por todo el planeta.

Los frutos en Catar

El fruto de esa estrategia se ha visto en el Mundial de Qatar. Cuatro jugadores nacidos en Bélgica, cuatro en Países Bajos, dos en Francia, dos en España, uno en Italia y Yassin Bono, en Canadá. Todos ellos derrotaron a Bélgica y Portugal y eliminaron a España.

En los últimos ocho años, Marruecos impulsa una política de detección de talentos en todo el mundo. La idea era entrar en contacto con ellos antes incluso de los 15 años y comenzar a trabajar a edad temprana. Así, rompían con la tradición, que era el convencerlos, una vez formados, de defender la camiseta roja y verde. Además, se mejoraron las instalaciones nacionales y se creó el centro Mohamed VI para convertirlo en un buque insignia de su fútbol.

Faltaba el hombre capaz de amasar ambos y crear la alquimia necesaria. Ahí apareció el técnico Walid Regragui, él les dio las dos armas que necesitaban: una estrategia y mucha confianza.