José Antonio Sánchez Pérez, simplemente Jose para sus amigos y conocidos, que son multitud, nació el 29 de octubre de 1938 en Capillas de Campos, muy cerca de Villarramiel. Heredó de su padre el gusto por los viajes, la negociación y el trato con la gente, y de su madre el temperamento alegre y el enfoque de los avatares de la vida con buen humor. Séptimo de ocho hermanos -cinco chicos y tres chicas-, tuvo la suerte de conformar el trío de los pequeños que pudieron seguir estudiando después de hacer la primaria en Capillas. Estuvo hasta quinto de Bachillerato en los Maristas, pero no siguió.

«No me llamaba la atención estudiar, lo que de verdad me gustaba era el trato, lo que hacía mi padre. Quería ser como él y lo conseguí». Y eso que su primera experiencia no fue tan satisfactorio como esperaba. «Recuerdo una Feria de Cáceres, el 30 de mayo, a la que mi padre iba a ir. Yo insistí para que me llevara y le convencí. Allí compró mil ovejas y tuve que volver a pie, con el ganado y los tres pastores. Fueron dieciséis días de caminata y llegué con los pies destrozados».

Eso sí, a su progenitor le quedó claro que Jose iba a dedicarse a aquello porque tenía ilusión y le gustaba de verdad y empezó a llevarle con él por los pueblos, antes de dejarle ir solo y ocuparse de las transacciones, ya con 18 años. «Me encantaba tratar con la gente, ir, por ejemplo, en vísperas de Navidad a comprar lechazos. Hasta tres mil traíamos algunas veces para venderlos en la carnicería que tenía aquí mi padre y en Bilbao y Madrid. A mi padre le conocían como Miguel El Capillas, y le respetaban y apreciaban mucho».

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