Editorial

La memoria colectiva tiene que ser preservada en condiciones

DP
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Y deben mantenerse con idéntico grado de seguridad, en buenas condiciones de iluminación, ventilación y temperatura y con la accesibilidad conveniente para su ordenación y su utilización por parte de los investigadores.

Los registros civiles empezaron a funcionar en 1870, pero en los libros sacramentales de las parroquias ya se anotaban los bautismos, matrimonios y defunciones 300 años antes, lo que supone que conocer la población de cada localidad entre los siglos XVI y XIX solo es posible buceando en esos documentos eclesiásticos. Por eso, un archivo como el histórico diocesano, en el que a menudo no reparamos y que parece reservado a estudiosos de la historia de la Iglesia, tiene mucho más que decirnos de lo que a priori pudiéramos pensar. Es un depósito de memoria colectiva en un ámbito tan significativo como el demográfico, pero también en materia de obras erigidas, adquiridas o conservadas por la Diócesis, en gastos destinados al arreglo o ampliación de parroquias y ermitas y en temas importantes como bulas, normativas, usos y costumbres. De igual modo que son tesoros a preservar en óptimas condiciones los archivos de carácter civil, por cuanto recogen documentos del devenir histórico de pueblos, ciudades, comarcas y naciones, lo son los diocesanos. 

 Y deben mantenerse con idéntico grado de seguridad, en buenas condiciones de iluminación, ventilación y temperatura y con la accesibilidad conveniente para su ordenación y su utilización por parte de los investigadores. Eso es lo lleva dos años haciendo la  Diócesis con el archivo histórico diocesano. Su director, Dionisio Antolín, está inmerso en un ambicioso proceso de modernización, ayudado por más de ochenta voluntarios, la mayoría palentinos, pero también becarios llegados de distintas universidades. Su trabajo se centra en digitalizar e indexar los miles de libros y legajos que contienen las secciones de archivos parroquiales, de curia y de instituciones. Hasta el momento son 2.317 libros los digitalizados y 2.289 los que forman parte de los correspondientes índices. Queda mucho por hacer y además es algo muy dinámico e imparable, de cara a su traslado en unos meses al seminario mayor, que reúne mejores condiciones que el palacio episcopal.

Y no se trata tanto de apuntarse a la modernidad para no ser menos que otros, como de asegurar la conservación y evitar la pérdida de documentos y partidas, bien por el deterioro propio del paso del tiempo, como por un extravío o por humedades y otros agentes ambientales. Hay, eso sí, un capítulo pendiente y es el de las parroquias de esos pueblos, generalmente grandes, que no quieren entregar sus libros para que formen parte de ese depósito. El responsable del archivo cree que es donde mejor estarían y, en todo caso, si no quieren desprenderse de ellos, al menos deben dejarlos para su digitalización e indexado. Al fin y al cabo, son la memoria de todos.