La memoria atávica de la lana

Fernando Pastor
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Marina Villaverde López ha elaborado un proyecto basado en la recuperación y revalorización del proceso artesanal de la lana

La memoria atávica de la lana

Dado que el pastoreo ha sido y aún es una actividad básica en el Cerrato, Marina Villaverde López ha elaborado el proyecto La memoria atávica de la lana, basado en la recuperación y revalorización del proceso artesanal de la lana.


Esta mujer, técnico textil y graduada en Bellas Artes, sostiene que el pastoreo propicia un equilibrio biológico ya que las ovejas al pastar comen semillas (generando biodiversidad) y materiales inflamables (reduciendo  el riesgo de incendios).


Los oficios relacionados con la lana constituían un proceso artesanal que se aprendía en casa de generación en generación, pues formaban parte de la supervivencia familiar. Comenzaba con el cuidado de la ganadería y finalizaba con la obtención de tejido el tejido, en un proceso con al menos siete pasos:

La memoria atávica de la lanaLa memoria atávica de la lana


Obtención del vellón mediante el esquilado que se efectúa a las ovejas en verano. 


Lavado de la lana introduciéndola en jaulas que se sumergían en el arroyo para que la corriente se encargara por sí misma de limpiarla, dejándola después secar al aire. 


Cardado, estirando los fragmentos de lana para que adquiera textura suave y ligera, desprendiendo de los restos de suciedad que quedaran. 

La memoria atávica de la lanaLa memoria atávica de la lana


Hilado, mediante un huso manual para torcer las fibras hasta lograr el grosor deseado. 


Recolección de plantas para el tinte con sus raíces y sus frutos: rubia, caléndula, hiedra, pino, etc. 


Teñido de la lana con el tinte de origen natural. 


Y, por último, confección del tejido: ropa, colchones…


Recuerda Marina que Castilla era la principal productora, exportando a otros países europeos. Cuando los rebaños atravesaban los pueblos, las mujeres cogían mechones sueltos de lana, o incluso se los arrancaban a las ovejas, para guardarlos, pues era considerado una especie de oro blanco.


La rubia tinctorum es una de las plantas con más capacidad de tintar. Su recolección era mucho más rentable que otras actividades agrícolas. 


En Valladolid existe un barrio denominado La Rubia, nombre que debe a que en él se plantaba esta especie. Y en la zona de Cuéllar (Segovia) existían muchos molinos para molerla. 


La propia Marina Villaverde posee una tienda de tintes naturales para venta on line, denominada @larubiadelcerrato, comercializando rubia tinctorum autóctona, con grandes raíces echadas en mucho tiempo y con gran poder de tinción, aunque se encuentra con la competencia de las importaciones de esta planta, con raíces mucho más finas por tener muchos menos años, pero mucho más baratas.


En el Cerrato, Tórtoles de Esgueva destacó por poseer siete batanes, ruedas hidráulicas en las que el golpeo de la caída de agua activaba unos mazos de madera que golpeaban los tejidos, tanto si eran de lana como de cáñamo, con la finalidad de compactarlos, para la elaboración de alforjas, sacos, prendas de vestir y, sobre todo, mantas, tanto para las camas como para abrigarse en el campo y para proteger al ganado. La existencia de batanes conllevaba también la de tejedores y fábricas de tintes.


Además, en Antigüedad se usaba la lana para la confección de medias que teñían con rubia y vendían por múltiples lugares.


Como situación curiosa, en Espinosa un vecino poseía una máquina manual para hacer mantas y forjas. Los hilos sobrantes se los daba a los niños, que los utilizaban para hacer pelotas con las que jugaban