La palentina Alicia Solórzano, en la vacuna de Pfizer

Carlos H. Sanz
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De padre astudillano y madre de Itero de la Vega, esta experta en la técnica del ARN mensajero fue fichada en febrero por la farmacéutica tras destacar de entre la elite de la investigación sobre la gripe

La palentina Alicia Solórzano ha participado en el desarrollo de la vacuna de Pfizer

El anuncio por parte de la farmacéutica Pfizer y su socio alemán BioNTech de que su vacuna contra la Covid-19 es eficaz en un 90% es, con todas las cautelas y siempre que se confirmen los análisis científicos, una de las noticias no ya del año sino de todo lo que llevamos de siglo. Un rayo de esperanza e ilusión para el mundo en el que tiene un papel importante Alicia Solórzano Quijano, una palentina que trabaja en New York (EEUU) y que está a cargo del área de vacunas virales de Pfizer. 

Aunque nacida de Valladolid, su familia se mudó a Palencia cuando tenía 9 años. De padre astudillano y madre de Itero de la Vega, Alicia Solórzano siempre se ha declarado una enamorada de Astudillo, a donde viaja en cuanto sus responsabilidades se lo permiten.

La próxima vez que venga a España y pasee al abrigo del real monasterio de Santa Clara, quizá pueda hacerlo con la certeza de que su último trabajo ha cambiado el mundo, ya que esta palentina ha formado parte del equipo que ha desarrollado la vacuna que puede marcar el inicio del fin de la pandemia del coronavirus.

Formada en la Universidad de Salamanca, esta viróloga palentina es experta en vacunas basadas en el ARN mensajero (mRNA, por sus siglas en inglés), y ha sido responsable de una de las partes claves en el desarrollo de la de Pfizer.

Cuando se habla de una vacuna, se suele pensar en la inoculación del virus inactivo o debilitado para que el sistema inmunitario aprenda a reconocerlo y, así, le plante cara. La de Pfizer, en cambio, inyecta trozos de la secuencia genética del coronavirus, concretamente la parte que recoge las instrucción de cómo tiene que construir la espícula, esa especie de picos o espinas tan característicos con los que el virus se adhiere a las células humanas.

Cuando alguien se ponga la inyección, sus células comenzarán a crear esas espículas, que son inofensivas, por lo que el sistema inmunitario se pondrá en alerta y luchará contra ellas para erradicarlas a través de los anticuerpos. De esta forma, cuando la persona se contagie de Covid-19, su organismo ya habrá aprendido a detectar su presencia y a plantarle cara.

en la elite. La explicación no es muy científica y quizá no ponga en todo su valor el trabajo desarrollado por Alicia Solórzano Quijano, a la que Pfizer fichó en febrero de este año después de haber destacado como parte de la elite mundial en investigación frente a la gripe.

Alicia Solórzano cursó Bioquímica y Biología Molecular en la Universidad de Salamanca entre 1996 y 2001. En 2002 se mudó a  New York donde trabajó casi cinco años en el Hospital Monte Sinaí con Adolfo García Sastre, investigador español, catedrático de medicina y microbiología y codirector del Global Health & Emerging Pathogens Institute y del Icahn School of Medicine at Mount Sinai, una eminencia mundial en materia de gripe. 

Su vida profesional continuó entre 2007 y 2011 en la Universidad de Maryland, otro referente mundial en la investigación sobre vacunas, transmisión, patogénesis y diferentes aspectos del virus; para acabar regresando en 2015 al Monte Sinaí para participar en un programa que buscaba lograr una vacuna universal para la gripe. En  2018, complementó su formación científica con un master en administración de empresas (MBA) en la West Texas A&M University. 

Después de recalar en la compañía biotecnológica Regeneron - la que diseñó el tratamiento experimental que le dieron a Donald Trump contra el coronavirus, por cierto-, fue fichada por Pfizer. Este lunes, esta palentina compartía en una red social el éxito de la vacuna en la que ha participado: «¡Excelentes noticias para empezar la semana! ¡Las vacunas funcionan! La ciencia ganará». Parte del mérito es suyo.