César Merino

César Merino


Reflexiones incómodas

06/06/2022

Vengo últimamente observando que personas con las que hablo, se sorprenden cuando les advierto que no crean todo lo que ven, escuchan o leen en los medios de comunicación de mayor difusión, sean cuales sean las noticias a las que se refieran. Con frecuencia las sugiero que se pregunten si no encuentran nada extraño en la extraordinaria coincidencia de los sucesos relatados o en el apabullante consenso sobre el modo en que los tratan, y las invito a que amplíen el foco para captar mejor lo que sucede en el mundo y sus causas últimas, que busquen fuentes alternativas de conocimiento y de otras realidades que apenas se nos muestran, generalmente más positivas.  Me miran, es verdad, como una especie de bicho raro, con cierta condescendencia o simplemente con incredulidad, como si estuvieran pensando para sus adentros: «a ver si vas a saber tú más que los de la televisión». Debo decir que me interesa y al mismo tiempo me inquieta este fenómeno de ciega obediencia, los motivos por los que alguien está dispuesto a ofrecer su confianza a desconocidos antes que a personas próximas y dignas de crédito. A estas alturas de la vida, que a uno lo tilden de conspiranoico o negacionista me afecta tanto como al que oye llover, casi lo tengo a gala. Lo prefiero mil veces a vivir como un tontaina que acepta acríticamente todo lo que le quieran decir. La inmensa mayoría de los medios informativos y, desde luego, los más poderosos, son como agencias de publicidad al servicio de movimientos globalistas y sus intereses en un nuevo orden mundial, objetivo hecho público desde hace años. Conscientes de que la población no puede aceptar algo así de un día para otro, es necesario primero una labor de reeducación que sustituya el orden natural de los principios morales, por un orden de naturaleza ideológica en el que el valor de los ciudadanos -ya no personas- y de sus acciones, se mida por su grado de adhesión a los dogmas impuestos desde el poder. En ese nuevo escenario que es ya real, lo grave y sancionable será rezar a las puertas de los abortorios, y lo progresista y encomiable será defender el 'derecho' a acabar con la vida del ser humano más inocente en el vientre materno. Les suena, ¿no?