Antonio Álamo

Antonio Álamo


Bolígrafos

08/07/2021

Una de las mejores escenas que ha deparado la vida pública española tuvo como escenario el Palacio de la Moncloa y hubiera encajado maravillosamente en cualquiera de las películas de Alberto Sordi y Vittorio Gassman. O en las que dirigió Luis García-Berlanga. Es muy reciente -de hace unos días- y se produjo durante la firma del acuerdo preliminar que abordará la reforma de las pensiones futuras y su sostenibilidad. Posaban a la puerta del recinto presidencial cinco autoridades en representación del gobierno, fuerzas sindicales y empresariales. Delante tenían una mesa alargada de soporte acristalado en cuyo centro se veían el documento y una serie de bolígrafos, uno por firmante, para que fuera rubricado con seguridad de acuerdo con el protocolo sanitario establecido para evitar el riesgo de contagio del conocido virus Covid-19.
Lo que vino después lo recogió una cadena de televisión, La Sexta, y apenas ha tenido eco aunque resulta curioso y un tanto divertido. O penoso, según cómo se mire. Tres de los firmantes usaron los bolígrafos para estampar su firma y a continuación los depositaron en la mesa. Los dos restantes, sin embargo, también firmaron el documento pero, según regresaban a sus lugares, los introdujeron en el bolsillo interior de sus respectivas chaquetas, casi con la misma parsimonia con la que cualquier ciudadano guarda de forma instintiva en su pantalón la vuelta del café que ha pagado en la barra de un bar. Afortunadamente, la mesa donde se signó el acuerdo no cabe en el bolsillo de una americana.
No es necesario desvelar la identidad de quienes se llevaron el bolígrafo a la faltriquera interior de su prenda de vestir -basta con echar un vistazo a las imágenes televisivas para llevarse una sorpresa- pero sí conviene tener presente el episodio en estos momentos en los que la Unión Europea empieza a desembolsar parte del fondo de recuperación para relanzar la economía comunitaria. Más que nada porque España tendría una oportunidad magnífica para incluir entre sus proyectos subvencionables un curso en línea sobre las diferencias entre bienes públicos y privados. Naturalmente, visto lo visto, el curso debería ser en línea y no presencial, no vaya a ser que luego falten pantallas.