Emociones infantiles a través del dibujo

Jesús Hoyos
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La palentina Victoria Lamas es coautora de un libro que vincula la expresión artística de los niños con la liberación de sus frustraciones y tensiones

Lamas insiste en trabajar más la educación emocional de los niños. - Foto: Juan Mellado

Dar unas pautas para que los padres puedan analizar e interpretar los dibujos de sus hijos y de esta forma detectar posibles problemas emocionales y ponerles remedio a través de una intervención en familia. Ese es el objetivo que se marcó la palentina Victoria Lamas con su libro Cuando las palabras no alcanzan... 

Y es que el título lo deja claro. «A través del dibujo, y aunque solo hagan garabatos, se puede ver que el trazo y los colores dicen mucho», explica Victoria Lamas a Diario Palentino. Esta licenciada en Historia del Arte, máster en Investigación y Gestión del patrimonio cultural y doctora en Filosofía -vinculó ambas pasiones desde un punto de vista didáctico gracias al catedrático Sixto Castro-, da clase en la universidad desde hace seis años. 

De esa forma conoció a la coautora del libro, Sandra García, que era su alumna y le contó su proyecto de arteterapia con niños que tienen necesidades especiales. En su momento, actuaron con ellos para que pudieran expresar sus emociones, «la carencia más grande que suelen tener». Ese fue el embrión de lo que más tarde se convirtió en una «escuela de padres». Tras el confinamiento, detectaron que los más pequeños tenían problemas para relacionarse, por eso decidieron enseñar pautas a los padres para analizar e interpretar la expresión plástica de sus hijos.

Lamas, de 34 años, siempre tuvo una sensibilidad especial respecto al arte. «De pequeña iba con mi padre a cursos de la UNED sobre Historia del Arte. Era bonito porque era la única niña entre adultos: así nació mi vocación», recuerda. Durante la carrera, algo la inquietaba: «Las piezas de arte no hablan solas, necesitan que alguien las interprete y haga llegar a la gente». 

En Cuando las palabras no alcanzan... proporciona esas pautas a los padres, pero destaca que cada caso es único y «hay que entender muy bien el contexto, qué ocurre en la familia o tener en cuenta si ha habido una pérdida». Es entonces cuando el niño puede emplear colores fríos y tristes y trazos fuertes para expresar la rabia. También pueden confundirse los colores cálidos, pues pueden significar tanto amor y alegría como ira e hiperactividad. «Todo esto es muy interesante porque vimos niños que lo habían pasado mal emocionalmente, otros que se sentían los últimos de la familia porque habían nacido sus hermanos pequeños y no lo habían expresado. De esta forma se puede poner remedio», añade.  

Y es que las familias involucradas en la elaboración del libro, unas diez que les habían manifestado la necesidad de comprender a sus hijos, revelaron a las autoras el impacto que estas actividades de análisis han tenido. Por un lado, a unas les sirvieron para tenerlos concentrados al final del día y que se fueran a dormir «más tranquilos». Otras destacaron la importancia de realizar la actividad en familia. «Queríamos mostrar que el dibujo puede ser algo más que un entretenimiento; puede servir para expresar mucho más que incluso sentándote a hablar con ellos. El objetivo era lograr que se revalorice como una actividad familiar que une mucho a los miembros y como herramienta de ayuda para entender al otro», subraya. 

En su trabajo con las familias no detectaron problemas graves, «pero sí pequeñas cuestiones que para ellos pueden ser grandes». «Si se interceptan pronto, puedes cuidar las relaciones familiares y los niños crecen mejor, sin problemas afectivos», apunta Lamas, quien insiste en que el libro, escrito a lo largo de un año, sirve «para cualquier mamá, papá o hermano adolescente porque pueden entender perfectamente, gracias a un lenguaje simple, lo que le puede estar ocurriendo a su hijo o hermano pequeño».

 

Continuidad. La escuela de padres, en la que han trabajado con niños de hasta 6 años, está diseñada para funcionar de manera online, «por lo que algo así se puede llevar a cabo en cualquier sitio». Su objetivo es dar continuidad al libro a través de un blog  en el que actualizar contenidos y dar consejos «a cualquier familia que se quiera involucrar para generar el vínculo correcto con el mundo emocional del niño». 

En todo caso, recuerda que, ante un problema, hay que llevarlos a un especialista. Reconoce que, si bien la educación emocional de los más pequeños cada vez se tiene más en cuenta en los colegios, «hay que trabajarla más», especialmente en familia «porque el ambiente y la red de relaciones son diferentes» y les cuesta mucho gestionar la frustración, el esfuerzo o una pérdida.

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