Javier San Segundo

Ajo, guindilla... y limón

Javier San Segundo


Cada cual. Cada quien

20/04/2024

«El niño tiene que ser médico», decía el padre médico al abuelo médico delante de la mujer del padre médico y de la señora del abuelo médico, que, aunque no médicas, muy somatizadas ellas por los quehaceres médicos después de media vida junto al padre médico y de toda una junto al abuelo médico. «Pero papá… que Jaime se marea con la sangre y le da asco hasta ver un filete crudo en la nevera… y quiere ser escritor, o periodista, o algo así…», le decía la hermana del hijo del padre médico, hija a su vez del padre médico, al padre médico. «Tonterías. Todo es ponerse. Te lo digo yo. Además, la carrera de Medicina se la pago, pero la otra no», decía el padre médico a la hija del padre médico. A su hija, coño.
Pues así quedó la cosa. El hijo del padre médico vomitando los tres primeros años de carrera y perdiendo el tiempo, hasta que no pudo más. Hasta que el hartazgo rebosó la bragueta del pantalón y tuvo que echarle redaños de verdad al asunto, poner los asuntos de verdad sobre la mesa y sentar al padre médico en el banquillo familiar de los acusados imputado por un delito de sometimiento estudiantil en el ámbito doméstico y abuso de poder desde la perspectiva económica ante la vaciedad de los bolsillos del churumbel, el hijo del padre médico, y la imposibilidad de sufragarse el estudio universitario deseado. Y fue condenado. Condenado a aceptar el final del periplo médico de su hijo, ya saben, el hijo del médico, y a aceptar sin reproches futuros lo que fuera que fuese a hacer su hijo, hijo y nieto de médicos.
Que nada tengo con los médicos, que en cada casa y con cada profesión lo mismo puede pasar.
En la hostelería y en la profesión de camarero parece que, en multitud de ocasiones, nos autoimponemos la obligación de dar el salto a hostelero propietario, y es lo normal. A veces fructifica en éxito y otras, pues no. Puede que un profesional como la copa de un pino no tenga los mimbres de empresario, pero igual a la contra. Puede que la virtud de gestionar y de soportar las presiones que conlleva la subida de una persiana las posea uno no tan bueno en el acto práctico del servicio. Y no pasa nada, pero es diferente. Y si tiene ambas, de lujo. Cada cual, a lo que guste. Y suerte para todos. Y justicia.

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