César Merino

César Merino


Alarma

04/03/2024

La salud mental de los ciudadanos en las naciones occidentales y de manera particular en la nuestra, ofrece un progresivo deterioro que debería preocuparnos seriamente y provocar una profunda reflexión acerca de sus causas.  Que millones de personas consuman habitualmente ansiolíticos, antidepresivos y que más de cuatro mil se quiten la vida anualmente en España es, en efecto, un clamoroso síntoma de que nuestra sociedad no va bien. Es especialmente necesario afrontar el incremento que se viene dando entre niños y jóvenes. Algunas voces autorizadas apuntan a factores sociales y culturales predisponentes, así como la promoción de determinadas ideologías que dificultan que el individuo logre un mínimo equilibrio y estabilidad emocional. Los seres humanos estamos hechos para la relación y somos finitos, pronto sabemos que nuestras vidas concluyen un día. De estas premisas se deduce que la dependencia, la necesidad de los demás es natural y buena, también lo es la aceptación de nuestros límites, ni somos ni seremos jamás superhombres. Asumir esto no siempre es fácil, por eso es tan importante que, desde bien pequeños, reciban los niños enseñanzas que les permitan llegar un día a ser adultos psíquicamente estables. El uso de internet y, sobre todo, de las redes sociales, no solo afecta al desarrollo cognitivo de los jóvenes, sino que puede alterar negativamente su propia percepción, la de su entorno y las relaciones familiares. Son tantos los estímulos a su alrededor que en muchas ocasiones se colapsan ante la idea de tener que elegir entre ellos, y a la vez les roban el tiempo que su crecimiento exige para dedicarlo a pensar, a contemplar, a leer, a meditar, a conversar en familia, con los amigos… Fue una auténtica suerte para la gente de mi generación disponer de mucho tiempo para jugar al aire libre, y no encerrados en una habitación delante de una pantalla. Debemos recuperar la conciencia de que valemos no por lo que hacemos sino por lo que somos, aceptar que no siempre vamos a conseguir nuestras metas y que no pasa nada por ello, que hay más alegría en dar que en recibir. A los padres nos toca, es verdad, educar contracorriente de algunas modas y mensajes que no miran por el bien de nuestros hijos.